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Por Omar Valiño

Su nombre de pila, fuerte y singular, me tienta al título porque representa bien a la persona que fue Herminia Sánchez, a su larguísima vida, casi centenaria, que recién se nos fue. Para quienes estudiábamos, durante el segundo lustro de los 80 del siglo pasado, en la entonces Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, ella rozaba el mito.

Se nos cruzaba en los laberínticos corredores del llamado Elsinor en el tránsito hacia sus clases de actuación, que allí impartió por varios años. Del asentado valor de la transmisión del conocimiento en una materia tan «huidiza» como esa, comentaban sus alumnos.

La recordábamos en la Lucía de Solás. Acudíamos a admirarla en Morir del cuento, el título que Abelardo Estorino hizo nacer como un clásico en Teatro Estudio. Sobre dicho escenario recibió en 2019 el Premio Nacional de Teatro, como símbolo de sus dos épocas en el pilar de los grupos cubanos de la contemporaneidad. Aún se recuerdan, y lo refrenda la memoria viva del investigador Roberto Gacio, las encarnaciones de personajes en Las de enfrente, de Rolando Ferrer, Todos los domingos, de Antón Arrufat, y la ciclónica Flora de La casa vieja de Estorino.

Herminia nació en España, de niña se aplatanó en Cuba y llegó, un tanto «por casualidad», a la actuación en los 50. Entre esa década y la siguiente trabajará, entre otros, con Baralt, Morín, Valenzuela, Dumé, Humberto Arenal y Armando Suárez del Villar. Berta Martínez la dirige, lustros después, en dos célebres montajes, el Macbeth y La casa de Bernarda Alba. El año 1959 le facilitó dedicarse por entero a la profesión desde el nacimiento del Teatro Nacional como institución y luego en el Conjunto Dramático Nacional.

En 1968 aparece, junto a su compañero Manolo Terraza, entre los fundadores de Teatro Escambray. La Revolución conminaba a extender las experiencias culturales a toda la geografía insular y ella sintió, con fe íntima y consciente, el llamado de aquella fuerza telúrica, a la cual fue fiel hasta el final. Entre aquellas montañas, nace, de su mano, Escambray mambí y se encuentra el origen de Cacha Basilia de Cabarnao, que estrenará en La Habana de principios de los 70 con el Teatro de Participación Popular (TPP), agrupación guiada por ella y por Manolo.

A la búsqueda y formación de nuevos públicos, el tpp fue una extensión propia, en otro contexto social, de las diversas modalidades de vanguardia surgidas en aquel tiempo. Desarrolló investigaciones de terreno en distintas zonas de La Habana, en particular en el puerto, abono de Amante y penol. Junto a Audiencia en La Jacoba, esas dos piezas integran el título Teatro, editado por Letras Cubanas en 1982, central en su bibliografía.

Pocas líneas para una trayectoria vasta y fecunda, y poco aprovechada esta última por los teatrólogos del patio para acercarnos, mediante su voz, a un lúcido testimonio de la historia teatral del siglo XX cubano. Desde las luces y las sombras de ese sinuoso tramo, tu nombre refulge, Herminia.

Fuente: Periódico Granma

Foto de Portada: Dunia Álvarez Palacio