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Habana Fénix: canto de amor a la ciudad

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Por Marilyn Garbey Oquendo

Habana Fénix es el reciente estreno de la Lizt Alfonso Dance Cuba, presentada con enorme éxito de público en el Teatro Martí. He aquí un grito de alerta ante los enormes peligros que acechan a la ciudad, una declaración de fe en el futuro de la urbe, un reconocimiento a la capacidad de resiliencia de sus moradores.

Estructurada en siete cuadros, bautizados con sugestivos títulos, coreografiada por la directora general de la compañía, Lizt Alfonso, y por un equipo de mujeres creadoras-Yohara García, Daira Jay, Yadira Hernández, Diana Fernández, Laura Abreu y Claudia Valdivia- es un espectáculo en el cual la danza, la música, el diseño escénico y sus numerosos intérpretes se conjugan para realizar uno de los más emotivos cantos que ha recibido La Habana en los últimos tiempos.

Los obreros de la construcción son el hilo conductor de la puesta en escena, en claro homenaje a aquellos que consagraron sus esfuerzos a la restauración de la ciudad y rescataron del olvido tantos fragmentos de la Historia de Cuba. Las tradicionales batas cubanas, esta vez adornadas de larga cola como las que visten las bailaoras de flamenco, se cosieron en tela negra. Geydi Chapman canta Perla marina, extraño idilio del poeta Sindo Garay. Ese clásico pregón que es El manisero, que tantas veces al día se escucha en las calles habaneras, se baila al compás de las castañuelas, en el más puro espíritu de fusión, sustento creativo de esta compañía danzaria.

Uno de los momentos más conmovedores es la escena Dolor, en la cual una maleta va de mano en mano, al compás de la voz de Geidy Chapman, sutil representación de uno de los dramas que estremece a Cuba y a buena parte de la humanidad; la migración de los jóvenes, con su carga de dolor, abandono, soledades, pérdidas, vacío.

Para llegar al clímax de la obra, Geidy Chapman interpreta, vestida de blanco impecable, una magistral versión de esa vibrante alabanza a La Habana que es Sábanas blancas, de la autoría del trovador Gerardo Alfonso. Las sábanas blancas de los balcones habaneros se transforman en elementos escenográficos, y cobran vida en las manos de las bailarinas para crear una visualidad espectacular.

Para la escena final, jóvenes y niños bailan hasta invadir la platea, escoltados por la voz del Historiador de la ciudad, el Dr. Eusebio Leal, a cuya gesta le debemos la restauración de la zona más antigua de La Habana, la dignificación de sus valores patrimoniales y el renacimiento del orgullo de vivir en ella.

Diseñada por Carmen Souto y Edesio Alejandro, la banda sonora de Habana Fénix es uno de sus valores.  Toda la música es fruto de la inspiración de autores cubanos. Carlos Fariñas, Leo Brouwer, Sindo Garay, Ernesto Lecuona, Guido López-Gavilán, Moisés Simons, Amadeo Roldán, Lucía Huergo, Liuba María Hevia, Aldo López-Gavilán, Gerardo Alfonso, Roberto Valera. La lista de compositores es extensa, expresión de la riqueza de nuestra música a lo largo de los siglos, y se utiliza eficazmente, con sentido dramático, colocada en el justo lugar para sacudir las fibras más sensibles de los espectadores. La música se interpreta en vivo, y la voz poderosa de Geydi Chapman cala hondo en el espectador.

El diseño de vestuario, concebido por Silvia LLanes, Rosa Díaz, Claudia Arcia, y Yanelys Pérez, expresa el sentido de cada escena. Exquisito en su confección, con un amplio espectro de colores y de modalidades que van de los overoles de los constructores, hasta batas de larga cola, leotardos, vestidos.

Como es habitual en LADC, los intérpretes bailan con mucha fuerza, y se desplazan por el escenario con precisión milimétrica. Participa toda la compañía y la Escuela asociada. Como solistas, como dúo, o cuerpo de baile, cada quien aporta su talento al empeño colectivo, lo cual exige gran esfuerzo pues las coreografías se valen de diferentes estilos danzarios, léase ballet, palos del flamenco, danza contemporánea.

La dramaturgia del espectáculo fue bien pensada por Lizt Alfonso, pues no se trata de hilvanar un tema musical y una coreografía; la idea es evocar el esplendor de la ciudad, la destrucción que la corroe, el deseo de batallar para levantarla de sus cenizas, la esperanza de que renazca plena, la vida cotidiana de sus habitantes. Habana Fénix es un retrato doloroso y esperanzador, al mismo tiempo, de la Cuba de hoy.

Una larga lista de coreógrafos ha plasmado las luces y las sombras de Cuba desde el espectáculo músico-danzario. Pienso en El solar de Alberto Alonso, en Suite yoruba de Ramiro Guerra, en Panorama de la danza y la música de Cuba de Víctor Cuéllar, en la labor de Santiago Alfonso durante su etapa en Tropicana. De esa tradición se ha nutrido Lizt Alfonso para traducir al lenguaje de la danza el país que vivimos.

El montaje de Habana Fénix ha sufrido los embates de los tiempos que vivimos, el cambio que ha experimentado la humanidad tras la pandemia, las carencias cotidianas, el éxodo de los bailarines, pero la constancia y el rigor forman parte del carácter de Lizt Alfonso y esas cualidades las ha transmitido a su equipo de trabajo. Por eso hoy presenta un espectáculo de gran formato, en el cual intervienen una elevada cifra de artistas talentosos, que ha suscitado el notable respaldo de los espectadores.

Para la escena final, se juntan niños y jóvenes bailarines, que rompen la cuarta pared y van al encuentro del público, mientras se escucha la voz de Eusebio Leal: “Yo la he visto salir de las cenizas y levantarse como el ave fénix.” Un espectáculo músico-danzario no basta para devolver a La Habana todo lo que el tiempo le quitó, pero es como una ventana de esperanza que se abre al futuro.

Foto de Portada: Promoción de LADC