Por Roberto Pérez León
Dice Virgilio Piñera: El cuerpo nace desnudo/y desnudo debe estar/mas para eso hay que pagar/el precio de andar desnudo.
El hecho de que treinta años después de su estreno un grupo de jóvenes resucite Un arropamiento sartorial en la caverna platómica es un acontecimiento, pues esta obra había quedado prácticamente solo dentro del ámbito de los estudiosos del teatro de Virgilio Piñera. Y sí, se trata de un texto de espléndida rareza teatral y filológica, donde el componente filosófico es liado por la estética del absurdo como procedimiento básico de creación.
Sabemos los atributos de la absurdidad: incongruencia, ambigüedad, cuestionamiento, extrañeza, arbitrariedad de conductas y acciones, aplazamientos sin límites, postergación, circularidad, abandono de la literaturidad para trastrocar el sentido común. Sin embargo, en el caso de Piñera esta estética la desarrolló, fundamentalmente, a partir de un intento por acceder a la razón pero no desde el cuestionamiento, la duda o las vías convencionales. En su caso, esas vías son llevadas más allá del acto primigenio, más allá de cualquier finalidad, por eso creo que el absurdo piñeriano podríamos entenderlo desde los mecanismos y fundamentos de la razón común, tratando de vencer su determinismo.
El absurdo no como técnica ni estilo ni intención ni gesto literario, el absurdo como estamento social, como sustrato condicionante en el relato protagónico del individuo: único intérprete de una sociedad donde todo es posible, todo vale con tal de simular el disparate.
La ineluctable convivencia con una realidad específica lo indujo Piñera, más allá del problema estético, a lo escuetamente existencial particularmente útil en casualidades y causalidades obsequiosas para una obra de la angustia, la libertad, la autenticidad, la nada, como nunca habíamos tenido en Cuba.
Un arropamiento sartorial en la caverna platómica es una de las obras más conmovedoras de Piñera, donde su genialidad teatral dio lugar a un texto literario de insoportable y adolorida belleza. Fue escrita en 1971. Me imagino entonces a Virgilio en su apartamento -por cierto, el primero y único que tuvo en su vida justamente por la Revolución-, en la calle N entre 25 y 27, refugiándose de las payasadas ideológicas que como embestidas lo acosaban por aquellos tiempos.
Ahora, este noviembre de celebración de los cinco siglo de fundada nuestra capital, en la hermosa y cuidada sede de El Ciervo Encantado, el colectivo de jóvenes GPS Teatro ha puesto Un arropamiento sartorial en la caverna platómica.
Se trata de un texto arduamente barroco y extremadamente difícil de representar; está concebido para fracturar el concepto de representación; no revela, como toda obra de arte nos ayuda a descubrir; requiere de una precisa performance actoral conectada con el logocentrismo generador de imágenes sonoras y a la vez dador de presencias corporales propensas a la desnudez y el arropamiento indistintamente.
En cada una de las jornadas de esta obra, porque está dividida en jornadas y no en escenas como comúnmente se hace, además el hecho de que esté escrita en verso agrega una dificultad para su montaje, los personajes se expresan de manera desmesurada a través de juegos de palabras que resultan calistenias vocales, retóricos sintagmas, onomatopeyas, trabalenguas, tartamudeos.
La poderosa invención literaria de Virgilio Piñera, mediante la absurdidad más destemplada, revisitó el “mito de la caverna” que Platón hace decir a Sócrates en libro VII de La República. Así dijo Sócrates:
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas. Figúrate ahora unas personas que pasan a lo largo del tabique llevando objetos de toda clase, figuras de animales, de hombres. […] ¿Crees que los prisioneros han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos? […] Y respecto a los objetos que pasan detrás de ellos, ¿Pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?
Y este decir socrático pasado por el agua platónica inspiró a Virgilio para escribir Un arropamiento…, obra que se mantuvo inédita durante muchos años y no fue hasta los ochenta que tuvo el estreno por María Elena Ortega. Ahora, Rei Castañeda la regresa al escenario “a partir” del texto original, según el programa de mano.
Más bien Un arropamiento sartorial en la caverna platómica de GPS Teatro nos llega no “a partir de” sino con intervenciones. Las mediaciones en la puesta son interposiciones que ni actualizan ni restauran ni reforman al texto original, que puede estar entre los de mayor inmanencia y potencialidades que se hayan escrito en Cuba.
El empleo de tecnología a través de pantallas que custodian el espacio escénico y donde se proyectan figuraciones, manchas, rostros de farándula y frases sueltas que se componen y descomponen, resultan sucesos aleatorios y en el mejor de los casos ilustrativos, sin anclaje dramatúrgico.
Hay que insistir en que Un arropamiento… es una obra donde la palabra es configuradora de todas las imágenes posibles; no deja de ser un riesgo recurrir a los procedimientos posdramáticos del teórico Hans-Thies Lehmann para problematizar la realización recurriendo a principios deconstructivos y estrategias performativas, para romper la linealidad, si es que eso es lo que se pretende, o simplemente para desfigurar la teatralidad, por demás inextinguible en un texto literario de Virgilio Piñera.
La puesta de GPS Teatro no indaga en el texto sino en la forma y en la creación de un espacio de mostración comprometido con un exceso de acciones físicas en medio de dos pantallas que deconstruyen arbitrariamente el discurso escénico.
Sobresale en el montaje una afanosa trasvaluación con recurrencia en prácticas propias de la publicidad y del video clip que no resultan, se estancan en una espacialidad y movilidad repetitivas haciendo caso omiso al logos, ethos y pathos definidores del texto virgiliano aristotélicamente persuasivo.
La puesta en escena es asumida completamente por jóvenes que aún tienen trazos estudiantiles, que agregan a la representación una frescura disfrutable. Pero las actuaciones se consumen en contoneos corporales y declamatorias enunciaciones verbales. La tónica de la puesta se solaza en bailoteos y agitaciones de expresa carnalidad, que en algunos casos denotan vulgaridad y “guaguerismos”, aguajes que raspan en la vulgaridad, aunque lastimosamente provoquen risa en los espectadores.
Los personajes se expresan en ocasiones de manera desmesurada a través de juegos de palabras que resultan calistenias vocales, retóricos sintagmas, onomatopeyas, trabalenguas, tartamudeos. Pero esto no da licencia para el excesivo contoneo actoral que diluye el espacio gestual en canturreos y griterías que licuan las calidades lingüísticas de Un arropamiento sartorial en la caverna platómica, además texto escrito en versos con fuertes herencias del Siglo de Oro.
La ludicidad correspondiente a la obra no se consigue a través de frivolidades actorales que desvirtúen la latencia del poderío verbal de un texto de preeminencia conceptual y filosófica.
Más invención escénica y menos ajetreo actoral. La vehemencia, el ímpetu, el arrebato por la máscara y el rostro y la cara y la jeta, no está del todo dado en el orden actoral que, insisto persiste en la conformación de un espacio gestual poco productivo.
Esta obra lleva por subtítulo “auto existencial”. ¡Excelente piñerada! Y es que Virgilio construye una fabulosa alegoría que trasmuta los presupuestos platónicos: mundo visible / mundo de las ideas; como se trata de un “auto existencial” se abandera el par inautenticidad/ autenticidad de la existencia en la sociedad.
Un arropamiento sartorial en la caverna platómica tiene cuatro personajes que nunca sabemos sus nombres, no porque sean innombrables es que son realmente innominados: dos hombres y dos mujeres subordinados a Ceremonio, un especialista en pérdida de la individualidad, despótico y aferrado a un discurso castrador, despersonalizador, que se erige como dios tutelar.
Es de destacar que entre las anotaciones del original se dice: “El escenario simula una caverna cuyas estalactitas son prendas de vestir (de hombre, de mujer, de niños) y las estalagmitas zapatos (de hombre, de mujer, de niño) con sus puntas vueltas hacia arriba”.
Siendo así, las ropas son un vertebral componente dramatúrgico, podríamos considerarlas una estrategia metafórica para aludir o marcar a seres que andan sin humanidad ni conciencia ni identidad alguna. Recordemos que el título de la obra contiene lo de “arropamiento sartorial”, eso de sartorial viene de “sastre”, por lo que es forzosa la función dramatúrgica de las ropas.
Sin embargo, en esta puesta de GPS Teatro la ropa no es un decidido recurso dramático. De la misma manera que el desnudo tampoco lo es. El par desnudez-arropamiento no se hace relevante como imagen ni como ejecución en el entramado de la puesta en escena.
Me resulta curioso que Virgilio emplee máscaras como en los rinocerontes ionesquianos. Define que los personajes lleven “en la parte posterior de sus cabezas una máscara que semeja la jeta de un cerdo”. Estas máscaras con que deben cargan los hombres y las mujeres es un elemento significativo en la imagen y metáfora definitoria de la teatralidad en el conjunto de la expresión escénica.
Virgilio tiene un texto a propósito de su obra El trac que es muy esclarecedor para la ocasión: “Una máscara o varias máscaras, tanto da, siempre será cuestión de que esa máscara o máscaras nos impide, en tanto que hombres, ser auténticos. Esa máscara es a manera de bastión –flojo y falso- que nos cosifica. Y esta cosificación nos torna en títeres…”
El rostro, la cara o la geta y la máscara hasta donde llega uno y empieza la otra o hasta dónde esta es capaz de cubrir lo infinito de un rostro. La rostrificación desde la máscara. La simulación áspera y grosera.
Las máscaras no se hace notar en la puesta de GPS Teatro, de manera espasmódica y menuda dramatúrgicamente se emplean a partir de cierto momento, aunque sin la carga semiológica, sin la apretada connaturalidad que tienen en el paisaje y las circunstancias de la obra.
Cuando en la representación se saca a pública subasta la careta de un histrión se logra una dinámica respetuosa con texto lingüístico. Sucede un recubrimiento carnavalesco que da fuerza a la puesta y entre los jóvenes actores la licitación del emblemático símbolo produce un acuartelamiento animado: ¡Quién da más! Y vuelve el quién da más y retumba el quién da más y entonces ofrecen orejas narices, y más y más, todo por enmascararse, disimular, arroparse.
Un arropamiento sartorial en la caverna platómica es un auto sacramental recorrido por reflexiones filosóficas e intelectuales que hacen de la obra una absurda y consecuente disquisición, para llegar a un acontecimiento escénico de desbordantes contenidos semánticos. Por otra parte, es acto sémico, señal para alertarnos de nuestra despersonalización, para que nos sirva como hecho perceptible, como indicio para desarroparnos de la doble moral.
Cuatro seres trastornados por el arropamiento y la desnudez dentro de una devastadora caverna platómica, nada platónica, transcurren por una serie de jornadas que no son precisamente ni cuadros ni escena sino zonas donde camuflarse, esconderse: fingimiento por mostración, ocultamiento por mostración, desmemoria por mostración.
Un arropamiento sartorial en la caverna platómica es un oratorio de elocuencia desmedida: o cara o careta o jeta, pero la cosa es la simulación empedernida de que podemos ser víctimas todos y todas.
Está Un arropamiento sartorial en la caverna platómica en la senda de la “hipertelia” lezamiana; senda, camino, ruta que “es indescifrable, pero engendra un enloquecido apetito de desciframiento”; hipertelia como “una serie o constante de relaciones que no podemos descifrar, pero que nos hace permanecer frente a ella con una inmensa potencialidad de penetración”.