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Enrique, cien años después

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Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)

Entre los centenarios de las figuras de la cultura cubana que celebramos en 2023, hay uno que tuvo lugar en este mes y que muchos no valoramos en su justo reconocimiento. Hablo de Enrique Núñez Rodríguez, nacido el 13 de mayo de 1923, en el pueblo de Quemado de Güines, actual municipio norteño de la provincia de Villa Clara.

Hombre de prolífera vida en la creación literaria, en diversos géneros, que conoció de la pobreza y la vida dura, transitando por diversos oficios como vendedor de periódicos, trabajador textil, corredor del seguro… labores que compartía, desde los diez años, con sus textos en publicaciones estudiantiles y una revista literaria de izquierda.

Con poco más de 20 años, vende su bicicleta y decide probar suerte en la gran capital y viaja a La Habana. Casi por azar, según cuenta en sus libros, se convirtió en columnista de humorismo político y social de los periódicos, Pueblo, Siempre y Zig Zag.

Antes de finalizar la década del cuarenta, del pasado siglo, debuta en la radioemisora COCO escribiendo la sección de sátira política «Cuba en llamas», y después, al fallecer el famoso humorista Antonio Castell, se convirtió en el guionista de un espacio costumbrista muy popular conocido como Chicharito y Sopeira, interpretados por los reconocidos actores Alberto Garrido y Federico Piñero, en la CMQ Radio.

A partir de entonces la obra de Enrique Núñez Rodríguez alcanzó un notable nivel gracias a su incansable laboriosidad, talento, sensibilidad artística, ansia de justicia social, humildad, sencillez, sentido del humor y carisma personal, atributos que lo acompañaron hasta el último minuto de vida.

No pretendo enumerar cada una de sus obras en la radio, o en la literatura, que fueron muchas, todas de alto vuelo poético, costumbrista, anecdótico, humorístico y sobre todo popular. En esta ocasión, y por tratarse de este espacio dedicado mayormente a las artes escénicas, quiero recordar el inolvidable paso de Núñez Rodríguez por la escena nacional.

Con poco más de 20 años, vende su bicicleta y decide probar suerte en la gran capital y viaja a La Habana. Foto Archivo Uneac.

Sus dotes como dramaturgo afloran en la década del cincuenta con la obra «Cubanos en Miami» que se estrenó en el teatro Martí. Feliz comienzo que se convirtió en un continúo quehacer dentro de lo más notable de nuestro teatro vernáculo con obras tales como Qué noche la de anoche, Acuérdate de Acapulco, El Bravo, Voy abajo y Dios te salve comisario…, y otras que también fueron escritas para la televisión, en espacios de perfil teatral, al estilo de Sí, señor Juez.

Creó personajes que se mantuvieron por mucho tiempo en el imaginario popular, y que se encumbraron en la historia de las artes escénicas cubanas como aquel llamado Ñico Rutina, interpretado por Carlos Montezuma.

Su pluma y talento estuvieron a la disposición de grandes actores y actrices, desde los ya mencionados Garrido y Piñero, sumando nombres a la altura de María de los Ángeles Santana, Armando Bianchi, Alicia Rico, Candita Quintana, Luis Echegoyen, Eduardo Egea, Ramón Veloz… hasta los más jóvenes protagonistas de la serie televisiva Conflictos con Luis Alberto García, Beatriz Valdés, Jorge Martínez, Isabel Santos…

Otras series de humor para la televisión, aventuras, telenovelas históricas, espectáculos de variedades obedecen a sus libretos; pero regreso al teatro, en particular a la obras Dios te salve comisario, que ha aparecido en el repertorio de muchas compañías a lo largo del tiempo, y que hace unos días, en la Biblioteca Nacional, en uno de los múltiples homenajes que se le han rendido, se presentó un fragmento en término de función única, actuada por los niños de La Colmenita, bajo la batuta de su siempre director Carlos Alberto (Tin) Cremata. Otra vez pudimos constatar la profundidad, fino humor, crítica socio-política y actualidad que guardan estos parlamentos.

Fue un momento muy emotivo, de risas y reflexiones y por enésima vez nos preguntamos si habrá que esperar cien años más, para que Enrique, y otros tantos pioneros de nuestra cultura sean reconocidos como merecen, y sus obras vuelvan otra vez a la palestra, en la visión y el lenguaje de múltiples autores, desplazando tanta mediocridad que nos embarga.

 

Foto de portada: Archivo museo Quemado de Güines