Por Roberto Pérez León
No hay arte más público que la arquitectura. Así se devela en el Pabellón Cuba que como supremo heredero de nuestra luz se levanta desde 1963 en La Rampa habanera. Alarma la rara sencillez de su estructura arquitectónica: puntales altísimos, galerías, patios, arroyuelos, jardines, locales abiertos y semicerrados, aleros que hacen techos, túnel que atraviesa un edifico por el tercer piso.
Veo el Pabellón Cuba no como un conjunto de formas sino como la forma de un acto, de una performance. Diversa instalación autónoma en la vecindad de sus espacios.
El Pabellón Cuba es un escenario que asimila el espacio de la ciudad. Escenario que invoca el hallazgo de una dramaturgia de valores significantes desde la perspectiva de la creación artística. Escenario de “actuación cultural” donde se visibiliza y escenifica lo social.
La expresión de una consolidada dramaturgia está en producir interés por eclosiones, progresiones, resoluciones, mediante la fundación de expectativas, del accionar movilizador de sucesos con un qué y un cómo convidante.
En el Pabellón Cuba la ecuación dramatúrgica tiene su mayor centro de imantación en la forma de utilización del espacio. El Pabellón no solo como simple escenario sino como territorio de revelación y significación para la expresión artística.
El flujo de la ciudad, la arquitectura del propio Pabellón, entre otros elementos, componen una multifacética base dramatúrgica para atraer y procurar públicos que participen espontánea y directamente en la cultura civil.
La civilidad es la expresión de una coordinada y dinámica articulación de acciones y pasiones en la sociedad. Se trata de una creación social que establece presupuestos de significación y procesos significantes en aras de la socialidad.
La equiparación de la civilidad precisa de una semántica, sintáctica y pragmática que cohesionen y anuden la codificación generativa de los complejos significados de la expresión sociocultural.
Un espacio urbano es contenedor de poderosa intersubjetividad. La convivialidad manifiesta la identificación y la focalización social. La organización semiológica de las dimensión espacial y temporal del discurso arquitectónico es portadora de los imaginarios y las percepciones de la comunidad que estructura subjetividades.
Desde sus inicios en 1963 la dramaturgia del Pabellón Cuba quedó signada por la fortaleza de sus espacios para potenciar significados culturales y sociales.
Dramaturgia no desde la operación canónica del concepto sino en el abordaje del texto arquitectónico para convocar, sin bostezos, expectación en el contexto citadino.
La diversidad de usos que admiten los espacios del Pabellón en sus posibles acoplamientos hace de la instalación un escenario de relevante polivalencia en cuanto a significantes concebibles para la expresión ideo-estética.
El Pabellón Cuba no como escenografía sino como dispositivo dramatúrgico. Y acudo al concepto de “dispositivo” de Deleuze: ovillo o madeja, conjunto multilineal donde las líneas se entrecruzan y mezclan, se someten a derivaciones en el marco de la pragmática de la multiplicidad.
Tengo la percepción que desde hace un tiempo el accionar del Pabellón se centra en contaminar el espacio sonoro. De lunes a lunes, de la mañana a la noche, queda flanqueado por la calle 23 por una suerte de discoteca/cafetería diurna/nocturna; y, por la calle 21, por una cervecería. El incesante atropello sonoro atenta contra la civilidad.
Hace décadas el Pabellón es parte de mi paisaje cotidiano. Hubo un tiempo que la gente lo visitaba no solo para comprar chucherías en las ferias, sino para participar en los innumerables hechos escénicos que permite el Pabellón: funciones de teatro y danza, encuentros con creadores, ARTE en La Rampa, conciertos de música popular y sinfónica, exposiciones de artes plásticas, ciclos de cine, talleres de apreciación artística, etc.
Los espacios y las modalidades comunicativas del Pabellón, muchas veces inertes, podrían sustanciarse con el animismo de las esencias creadoras desde el orden académico y artístico a través de intercambios con la Universidad de las Artes.
La voracidad engendradora de los jóvenes tiene en el Pabellón Cuba la fluidez y metamorfosis que se adecua a la experiencia estética contemporánea donde ellos pueden explayar intrépidas formas de enunciación y bravos enunciados.
Foto: Prensa Latina