Por Frank Padrón
Villa Clara- El evento escénico que cada año permite a agrupaciones del país confrontar estrenos y reposiciones con colegas de otras provincias, sigue alternando en sus sedes del Centro Cultural que lo auspicia -y en otras que se suman- teatro de todo tipo.
La sala «Margarita Casallas» del Mejunje resulta siempre insuficiente para albergar tanto público de variadas edades y profesiones ávido de recibir espectáculos generalmente motivadores. Verónica Lynn dirigió una de estas noches a su colega Jorge Luis de Cabo (la misma pareja de la exitosa Frijoles colorados, (estrenada aquí el pasado año) en Lo mío es el tango, un programa que fusiona la poesía arrabalera del género portero – cantado con estilo muy singular por él -con voces líricas del patio- dichos por ella, con toda su sabiduría histriónica. El resultado es emotivo, íntimo, notablemente empastado dentro de su sencillez.
Los matanceros de El Portazo prolongaron el género musical de Argentina con una expresión, sin embargo, bien criolla. Su Tango Patéticus, bajo la dirección de William Quintana -ya en el espacioso patio- insiste en algunas de las (in)variantes trabajadas desde sus inicios por la irreverente compañía: la complejidad de las relaciones eróticas, la doble moral, la hipocresía o el sorpresivo fondo que esconde una impostada heterosexualidad, la desmitificación de ciertas identidades mal rodeadas de clisés y tabúes (lo trans o el travestismo, por ejemplo) en un clima de marginalidad y zozobra que no oculta legítimos sentimientos, y que la puesta de Quintana con sus jóvenes colegas trasmite muy bien.
Creo que quizá le sobra un poco de bizarrería y obscenidad al lenguaje, pero el empleo de la música, la funcionalidad de los recursos escenográficos- de un minimalismo tan creativo como práctico- y las conseguidas actuaciones, logran preservar el éxito ya acostumbrado de El Portazo.
El teatro para niños sigue siendo para todos en la sede del Guiñol de Santa Clara por las mañanas, y es que, si los pequeños disfrutan y se integran a las propuestas, no menos cómplices (y complacidos) resultan los adultos.
Las puestas hasta ahora mostradas exhiben un manejo admirable de las figuras y escenografías mezcladas de manera coherente e imaginativa con los actores- titiriteros, mensajes positivos y sensibles pero envueltos en escrituras inteligentes, sin ñoñerías ni panfletos , y un uso exquisito de la música y el vestuario, en títulos como Perico y yo ( El Mejunje), Historias de Pinillo y Tatillo (Escambray ), El Mejor lugar del mundo (Guiñol de Santa Clara) o varios títulos bien conocidos del Grupo La Proa ( La Habana).
Continúan las funciones desde temprano hasta casi la madrugada en estos intensos días de Mejunje Teatral. Y nosotros seguiremos comentando.
En portada: Historia de Pinillo y Tatillo, Teatro Escambray.