Por Roberto Pérez León
Serán siempre válidos los propósitos que contribuyan a la preservación, defensa y protección del legado cultural del folclor y su teatralización como cauce propiciador desde la creación artística: baluarte del mantenimiento de la identidad nacional.
La compañía danzaria Ban Ra-rrá estrenó Diario, obra corográfica de Karelia Despaigne, donde se ensaya una dramaturgia que considero debe tomar mucha más fuerza y consistencia entre nuestros colectivos danzarios que se ocupan del folclor como capital de las manifestaciones de la cultura tradicional. Acompaña a la coreógrafa como invitado el también joven coreógrafo Leiván García Valle quien concibe uno de los cuadros de la obra.
Cuando de cultura tradicional se trata podrán existir siempre muchas matrices de interpretación, pero lo importante es que dada la singularidad del tratamiento escénico de lo popular es preciso no desentenderse, hoy por hoy, de la relación tradición y contemporaneidad dentro del contexto de las nuevas tecnologías.
La propuesta de Diario que nos hace Karelia Despaigne y lo que conozco de Leiván García, me hacen pensar que en estos dos novísimos coreógrafos podría estar una prometedora simiente en el ámbito de la creación escénica folclórica.
Diario es una obra que se desarrolla en poco más de una hora sin intermedio, algo encomiable. Últimamente estamos acostumbrados a configurar programas mosaicos donde con grandes esfuerzos se llega a cubrir toda una jornada.
El nuevo título de Ban Ra-rrá es la primera propuesta coreográfica de Karelia. Se persigue en esta obra una intensión dramatúrgica determinada por la escritura coreográfica, sustentada en el corpus bailable que constituye gran parte de la espiritualidad constituida por la herencia histórico-cultural que atesoramos como pueblo.
Uno de los sistemas significantes más relevantes en Diario está precisamente en la música en vivo de la Orquesta Ban Ra-rrá. En ningún momento del espectáculo la música constituye un acompañamiento, se convierte todo el tiempo en parte activa y fecundante del suceder escénico.
No es una música, digamos en términos cinematográficos, extradiegética, tiene la consistencia de un absoluto constituyente escénico correlacionado con la sostenida partitura coreográfica.
La orquesta Ban Ra-rrá recorre, melódica y rítmicamente significando el pasado desde el presente y a la inversa, toda una franja musical donde está Pérez Prado, X Alfonso, Manuel Corona, Silvio Rodríguez, El Guayabero e Isaías Rojas, el director de la agrupación danzaria, un artista de sostenido entusiasmo que apuesta por la nueva guardia en el folclor danzario nacional.
Diario está estructurada en apertura, cuatro representaciones y final. Cada uno de estos cuadros cuenta con una historia antecedida por la proyección en pantalla ubicada en una esquina del escenario.
El audiovisual puede ser prescindible, si tenemos en cuanto su débil concepción cinematográfica y la función ilustrativa o presentadora que cumple al no quedar enlazado narrativamente con el suceder escénico.
La obra tiene una traza documental a partir de una joven que lleva un diario donde anota relatos, situaciones de vida sobre mujeres de otras generaciones y sobre ella misma como veedora atenta de la presencia femenina dentro del actual contexto social cubano.
En cada suceso o cuadro hay una narrativa particular tramada por la música que, al ser tan denotativa, al tener tanta fortaleza, exige sostener una composición coreográfica sin decaimientos.
Estamos ante un colectivo con muy buena preparación física y que en esta obra demuestra un incesante entusiasmo danzario. No se descuida lo gestual ni la intensidad del movimiento correspondiente, todo lo cual revela la vigilancia coreográfica por parte de Karelia Despaigne.
Hay que destacar que la partitura coreográfica está concebida con una dramaturgia balanceada desde lo movimental, donde la dinámica corporal siempre está en función del compás, el ritmo, el magnífico acento musical de la Orquesta Ban Ra-rrá.
Coreográficamente los matices gestuales son coherentes y legibles, enuncian en tiempo y espacio todas las diferentes modalidades de significación precisas, concisas y vivificantes que exige la música.
Me falla Diario es sus pretensiones didácticas, en su postura teque-discursiva, en sus afanes explicativos y pedagógicos, al querer reflejar con explicites innecesarias la problemática de género en nuestra realidad social. Desde esta perspectiva, dramatúrgicamente, la obra decae y lo valioso coreográficamente se diluye en discursos verbales y audiovisuales innecesarios.
Los bailarines, en este caso, no tienen entrenamiento actoral, los textos que dicen carecen de fuerza interpretativa y esto disminuye la gravedad corporal, la expresiva visibilidad de los cuerpos en función del tan buen bailar que signa a la obra.
Con el acompañamiento de un discreto, pero correcto diseño de luces Diario cuenta con los desplazamientos escénicos suficientes y necesarios, el espacio se ocupa orgánicamente. Así es que siento la pretendida comunicación verbal chirriante, los bailarines se convierten en extraños que actúan sin seguridad en sí mismos.
No obstante Diario es un espectáculo que, como ya nos va haciendo falta a la hora de asumir el folclor danzario, no requiere de nada más que de la danza escénica capaz de convertirse en una dialéctica vía de trasmisión de nuestras tradiciones, creencias, costumbres y conflictos. Creo que Karelia Despaigne está en camino para logarlo.
Ciertamente Diario, como construcción simbólica, relaciona aspectos del presente con la resonancia y autoridad del pasado a través de una contemporánea interpretación que va desde lo musical hasta lo social, donde la mujer centra el proceso de producción de sentido de la obra.
Fotos tomadas del perfil de Facebook de Karelia Despaigne.