Escuchen con oídos pacientes y corrijan con juicio propio
Shakespeare prólogo de Romeo y Julieta
Por Roberto Pérez León
Cinco siglos después de haberse publicado y estrenado Romeo y Julieta sigue emocionando a todos los públicos. Mucha es la atención y tensión que se produce en el patio de butacas en cualquier teatro del planeta durante la representación de esta obra.
Cada vez que veo Romeo y Julieta tengo la peregrina esperanza de que un geniecillo o chichiricú vire todo al revés y dé tiempo a Romeo para darse cuenta que Julieta duerme.
De nuevo tuve la infantil esperanza que ocurriera el milagro que advirtiera a Romero para que no tomara el veneno, pero se lo tomó y sucedió lo que hace siglos está sucediendo y así seguirá por los siglos de los siglos como ocurrió en la sala Hubert de Blanck, a la que asistí y me vi rodeado de un público mayoritariamente joven, muy joven. ¡Cuán provechoso hubiera sido preguntarles a la salida qué sentían después de haber visto la representación, no solo desde el punto de vista crítico sino desde la emocionalidad que les provocó la obra!
Para mí fue notable durante toda la representación que aquellos jóvenes establecían filiación con el acontecimiento escénico, hasta por sus devotas expresiones corporales que manifestaban en sus asientos.
La identificación es un ingrediente importante en la experiencia estética. Es fácil identificarse con los personajes de Shakespeare dada la genialidad casi bíblica de este autor. Tal vez muchos de esos jóvenes espectadores asistían por primera vez al teatro y habían llegado atraídos por el poderío de un clásico. Debería de haber una campaña nacional promover la puesta de los clásicos desde todas las perspectivas que nos otorga la contemporaneidad.
Este estreno de la Compañía Hubert de Blanck me puso de pié sobre todo por la integridad con que, de manera global, se alcanza la expresión del drama.
No puedo referirme a las actuaciones en particular, porque excepto el personaje de Julieta todos los demás tienen doble elenco, y tenemos la mala costumbre de no informar al público quiénes actúan en cada función.
La dirección de Fabricio Hernández es equilibrada, hay balance entre las fuerzas que inciden en la organización estética y performática; los signos y señales en general conducen a una situación teatral donde la realidad representada es atinada y prudente, la práctica escénica hace posible la discursividad propia del teatro de texto.
Pese a que hay algunas intervenciones en el original, en esta puesta de la Compañía Teatral Hubert de Blanck, tenemos un Romeo y Julieta con el debido esplendor dramático en cuanto a necesidad, medida y orden de cada uno de los sistemas significantes del montaje; no obstante, estoy en pleno desacuerdo con la banda sonora, no por la composición sino por el empleo que de ella se hace.
Los diálogos son un elemento constitutivo del drama, por su ingenio e inspiración poética no necesitan, en una puesta como esta, que sean afianzados por una nueva sensación o efecto que provenga más allá del performance actoral; la banda sonora resulta empalagosa y telenovelera al utilizase para apoyar determinadas situaciones enunciativas.
La dialéctica entre forma y contenido, entre el texto lingüístico y la concepción de la puesta no puede ser interferida por significantes que ilustren el discurso escénico pues pueden contaminarlo, lo que ha sucedido con el uso de la música en este Romeo y Julieta donde por momentos se ha vulnerado el texto al edulcorarlo.
La puesta es plenamente textocéntrica; y, ¡muy bien! No se pasa por alto en ningún momento de la representación el texto y su autonomía. La solidez, omnipresencia e independencia del texto literario de Romeo y Julieta ha sido preservada con vivacidad.
La Compañía Hubert de Blanck hace una puesta donde no se problematiza la mímesis ni la representación, se queda en el territorio de lo clásico sin profundas incursiones en la experimentación. Y sale un montaje muy sabroso en su dinámica.
En el empleo de la superficie escénica hay iniciativa; sin salir de la caja convencional se conforman escenográficamente espacios donde están a sus anchas los actores; surgen diferentes composiciones de acuerdo a la realidad a representar, afianzándose el suceso teatral y contribuyendo a la perspectiva de la dramaturgia sin dejar en ningún momento que el texto pierda su centralidad.
La propuesta espacial, según la cual como vaya viniendo se va armando el espacio, ha sido creadora, denota una dirección que no se sobrepone al dramaturgo y posiciona todos los sistemas significantes desde el texto como base, no obstante la inconsecuencia que he señalado con la banda sonora.
No hay rupturas con el texto shakesperiano que se mantiene como obra literaria, se representa lo que está escrito y solo en la concepción espacial, mediante el efectivo pragmatismo escenográfico; se permite este montaje incursionar en lo liminal al sugerir espacializaciones para el desarrollo de la institución oral que es la puesta.
Esta versión que vemos en La Habana tiene algún que otro desliz en cuanto al texto dramático que no incide en el meollo fecundante del original.
Los actores, en su mayoría jóvenes, consiguen una animosidad balanceada, y más cuando están en escena acompañados de figuras de probada experiencia teatral.
En la medida en que el trabajo actoral vaya puliéndose en cada función se irán afinando la técnica, el ritual de la gestualidad y la verbalización precisas, porque entre la sobreexpresión y la sobreactuación hay una delgada línea que hay que vigilar con atención para no caer en el empleo de extremos recursos formales.
Siempre es oportuno volver sobre el mismo Shakespeare en la antológica escena VIII de Hamlet cuando este entra y dice a los cómicos:
“Te lo ruego, di el fragmento como te lo he recitado, con soltura de lengua. Mas si voceas, como hacen tantos cómicos, me dará igual que mis versos los diga el pregonero. Y no cortes mucho el aire con la mano, así; hazlo todo con mesura, pues en un torrente, tempestad y, por así decir, torbellino de emoción has de adquirir la sobriedad que le pueda dar fluidez (…) Tampoco seas muy tibio: tú deja que te guíe la prudencia. Amolda el gesto a la palabra y la palabra al gesto, cuidando sobre todo de no exceder la naturalidad, pues lo que se exagera se opone al fin de la actuación, cuyo objeto ha sido y sigue siendo poner un espejo ante la vida: mostrar la faz de la virtud, el semblante del vicio y la forma y carácter de toda época y momento.”
Romeo y Julieta de la Compañía Teatral Hubert de Blanck nos hace reflexionar, en medio de tanta experimentación e indagación conceptual, sobre la materialidad del teatro y el empleo de técnicas de hipertextualidad escénica como recursos enunciativos; la hipertextualidad encarama uno sobre otro diferentes significados con estratos de significantes aproximados, propone lecturas que inciden en la concreción espectatorial a partir de una propuesta de imágenes escénicas yuxtapuestas que imponen su propia lectura por la independencia discursiva que poseen más allá del texto lingüístico.
Desde una iconicidad lúdica y convergentes dinámicas performativas este Romeo y Julieta organiza una inteligente instauración del sentido de lo que está escrito en un texto que lo es todo.
En portada: Compañía Teatral Hubert de Blanck en Romeo y Julieta
Foto Archivo Compañía Teatral Hubert de Blanck