Por Frank Padrón / Foto Buby Bode
Entre los espectáculos danzarios del patio, ganadores del Villanueva –que se entregarán el próximo 22 de enero, Día del Teatro Cubano, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba– figura Infinito, de Mi compañía. Esta pieza fue coreografiada por su directora, Susana Pous, quien hasta hace poco lideró DanzAbierta (fundado por Marianela Boán) y en cuya etapa disfrutamos de títulos muy atendibles como Malson, Showroom, y Welcome.
Sobre su estreno, la Pous declaró al diario Juventud Rebelde:
“Infinito parte del intento de quererme entender más a mí misma, sobre todo a esta edad que a mí me parece maravillosa: esa en la que las mujeres nos vamos acercando a los 50 años. Tal vez en algunos lugares se vea que es como el final, pero yo siento que estoy en el mejor momento ahora, que con cierta calma y sin nostalgia de mi juventud, puedo mirar atrás y empezar a entender quién soy y cuál ha sido el recorrido hasta aquí, pero sobre todo que puedo saber hacia dónde me quiero dirigir. Al indagar hacia adentro me doy cuenta de que no puedo continuar avanzando si no miro hacia atrás, si no hurgo en el pasado, si no intento comprender a mis familiares, al contexto cultural y social en el cual nací y me crié. Analizando mi árbol genealógico he descubierto que en uno se resume esa información que se transmite de generación en generación, y uno cree que no le afecta, pues viene de seres que ni siquiera has conocido, pero lo cierto es que de pronto todo está ahí. De pronto la metagenealogía y la biodecodificación se convirtieron para mí en mucho más que términos, porque me abrieron una vía de conocimiento y un universo que me fascinó. Me dio mucha paz entender que no todo dependía de mí, sino que muchas cosas me habían sido dadas y anidaron en mi cuerpo. Fue a partir de esa toma de conciencia que empecé a preguntarme qué hacía con esta información que me ha posibilitado crecer.
“Comencé a compartir lo que vivía con mis bailarines, quienes también se percataron de que no son pocos nuestros puntos en común, que existen no pocos miedos, secretos, silencios, traumas, que se heredan, como también mucho positivo y bueno entregado en ese traspaso de generaciones; que al final estamos todos conectados. Es curioso, porque cuando se habla de infinito, casi siempre se mira hacia adelante, mas hacia atrás también hay uno: ese donde todo comenzó, donde está el principio[1].
La nueva propuesta de la maestra española establecida en Cuba desde 1999, con la cual estrenara también su propio grupo, discursa, más allá de esas alusiones autoreferenciales, en torno a la (in)comunicación, los nexos que a veces interrumpe el propio ser humano y la vocación por reconectar con el otro desde el derribo de barreras absurdas; también emplaza el abuso, la intolerancia, el arribismo…
Claro que, fiel a su poética, ello se expone en un discurso sutil, que va tejiendo acciones danzarias y dramáticas con imaginación escénica, que incorpora, como es habitual, la audiovisualidad tal metarrelato integrado y expresivo –un árbol inmenso preside la escena, testifica y condiciona, símbolo de vida y crecimiento ininterrumpido–, interrelaciona con sapiencia los tempos internos de la narración y saca partido al espacio habitado y recorrido por unos bailarines que interrelacionan y dialogan entre ellos.
Hay algunas subtramas que se desearían mejor desarrolladas e integradas al relato principal, mas ello no limita un tratamiento danzario y dramático preciso y riguroso, donde la música y la iluminación desempeñan roles protagónicos.
Ganado en plena lid, sin dudas, este premio Villanueva para Mi Compañía y su Infinito.
[1] http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2019-04-27/quiero-seguir-pensando-que-puedo-transformarme
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