Por Roberto Pérez León
En Matanzas tuve la suerte de haber tenido un hermoso encuentro con la danza. En el suntuoso espacio del Salón de los Espejos del Teatro Sauto, la compañía Danza Espiral convocó al 1er Encuentro con la Danza,a propósito de las festividades que celebran esta manifestación artística en el país.
El Salón de los Espejos del Teatro Sauto, bien que podría convertirse en un espacio alternativo, retador para las artes escénicas matanceras, porque convertir un recinto concebido para actividades sociales y hacer de él un verdadero espacio escénico, es otro de los valores que hay que agregarle al programa de Encuentro con la Danza de la Compañía Danza Espiral.
Conocía poco el trabajo de esta agrupación danzaria. Sin embargo, en los últimos tiempos la suerte ha querido que me vaya vinculando al trabajo coreográfico de Liliam Padrón. Hace unos meses celebré el montaje soberano, que hizo esta creadora de la Consagración de la Primavera. Ahora, la función a la que asistí fue como una especie de antología de la obra coreográfica de Padrón, directora de Danza Espiral. Ella es una mujer hecha, y desde su hechura tiene la bondad de quien crea y cree.
En la danza, como en todas las artes escénicas, tenemos que ser capaces de distinguir sus significantes para llegar luego a sus significados simbólicos; lo simbólico como presencia en lugar de una ausencia o presencia fruto de una invención espléndida y por tanto hacedora de un real que no tiene por qué coincidir con la realidad.
Liliam Padrón, como por revelación,coordinamovimientos, su proceso de manipulación del cuerpo con fines expresivos, parte desde una espontaneidad en el sentir y pensar del tema que quiere develar.
En los bailarines de Danza Espiral hay una estructuración del movimiento expresivo que denota una estética en la motricidad con funciones y finalidades para configurar formas grupales e individuales; y, dar lugar a un acontecimiento escénico por medio de un juego dramático de inaugural sentido corporal; gesto y voz fusionados en una nueva sustancia significante; signos que llenan el espacio escénico; nada accesorio ni exterior, todo generador de afecciones y pasiones; la imagen comosostén de la teatralidad en la danza, porque no hay diálogo más poderoso que el de las imágenes que salen del lenguaje físicoy se constituye el gestocomo jeroglífico; llegar a las fuentes del acontecimiento teatral para beber del reclamado rito artaudiano, esta vez en la danza.
ElSalón de los Espejos del Teatro Sauto es un espacio rectangular, sin posibilidades de empleo como espacio escénico convencional. Sin embargo, esta característica se convirtió en un componente performativo vertebral en el desarrollo del espectáculo; la eficaz lógica compositiva que Liliam Padrón concibió, en esta oportunidad,logró la estructuración de un espacio dramático de fuertes coordenadas y manifestaciones sin distracción; en ningún momento hubo entradas y salidas habituales, todo el tiempo se mantuvo la presencia de todos y cada uno; los bailarines una vez que terminada la interpretación ahí quedaban como componentes escénicos y se integraban a la somera escenografía conformada por los propios elementos del salón, y por algún que otro mueble.
Danza Espiral persigue una kinesia propia, hay momentos en que alcanza la definición de un lenguaje corporal que al conjugarse con la utilización espacial, en este caso como sucedió en el Salón de los Espejos del Sauto, logra la percepción por parte del espectador de una proxémica dancística certera.
Entre los bailarines y el público se establece una relación semiológica donde la semántica, la sintáctica y la pragmática dan una oportunidad de interpretación de la gestualidad desde la materialidad de lo motriz y su carga simbólica. Porque tengo que declarar que fue un espectáculo donde la eficacia de lo simbólico, pese al inherente relativismo en su interpretación, fue de vigorosa enjundia y sin muecas.
No pretendo hacer un análisis semiológico de la presentación de Danza Espiral; sin embargo, debo destacar que el programa fue una suculenta red de signos compuesta por los movimientos no dancísticos a cargo del actor Iván García y por lapulida manifestación coreográfica; siendo así,son evidenteslas posibilidades denotativas y connotativas,tanto por las “variaciones significantes” como por las “sujeciones de encadenamiento”de las que somos copartícipes como espectadores activos.
Al poco rato de comenzada la función de Danza Espiral, me di cuenta que la legión de signos que se me estaba ofreciendo -específicamente en el Salón de los Espejos del Sauto-, sobrepasaba mi propósito de análisis crítico del espectáculo; la pragmática del discurso me llevó a disfrutar una producción de sentido, no desde lo que me estaban diciendo, sino desde lo que la representación estaba siendo capaz de provocar en mi en el orden espiritual y emocional. Creo que por ahí anda la grandeza del arte. Porque, ¿para qué esforzarnos en entender a Picasso, si no nos conmueve?
Me conmoví en la función de Danza Espiral donde Virgilio Piñera fue esmeradamente danzado, cosa que confirma que su obra literaria,entre la de todos nuestros escritores, es la más danzada.
Al ver el trabajo coreográfico de Liliam Padrón sobre la obra de teatro El no, sobre los poemas Las siete en punto y La muerte del danzante,percibo un acercamiento más de pecho que de cabeza a Virgilio Piñera.
Liliam Padrón siente primero a Virgilio y luego lo danza; no hay intelectualismo alguno en sus coreografías, tampoco una mirada de fragmentación crítica de la obra del escritor; ella danza a Virgilio desde una sucesión performatica pasional, y claro que es un riesgo, pero ella lo sabe correr.
Las siete en punto es un artificio extasiado en la sonoridad de un poema sustentado en una expectativa de fulguraciones teatrales que coreográficamente sigue la melodía de la potente severidad piñeriana.
En El no, estrenado hace 25 años, se transita del lezamiano ritmo sistáltico, el violento, al sosegado ritmo que Lezama llamaba hesicástico, ese que tiene que ver con las pasiones y la sabia contemplación. La presentación, pese a la inmadurez interpretativa por parte de los jóvenes que bailan, me potenció por su tan contundente partitura coreográfica.
El no tiene una plataforma simbólica hilada entre el discurso coreográfico y el acompañamiento de la voz en vivo del actor Iván García. Hay que distinguir la interpretación de este joven que se mantiene en el espacio escénico desde su aparición en El no y hasta el final del espectáculo. Yo dudo que una grabación pueda sustituir el efecto dramatúrgico que produce la presencia interactuante del actor en escena.
En la función en el Salón de los Espejos cuando IvánGarcíaentra, encarnando a Virgilio Piñera y diciendo los textos correspondientes a las obras, podemos sentir la soberana energía de una aparición sin lejanía ni misterio, una aparición supratemporal, factual, ecuánime y ganada por la imagen que del escritor sabe potenciar performáticamenteeste muchacho de convicción actoral manifiesta.
Sin duda,Liliam Padrón tiene un pensamiento dancístico particular. Ella es articuladora artesanal de sus emociones personajes y las dilata coreográficamente para engendrar obras como Flores de papel con papeles pobres: un solo bailado por ella misma, donde va engranando finezas que hilan una expresión corporal que sobrepasa lo físico para llegar a una corporalidad reposada, callada, grave.
En Flores de papel con papeles pobrespareciera que el cuerpo tiende hacia una innata manifestación de lo sagrado y lo festivo. Tiene esta obra una organización topológica donde late un paisaje interior de plenitud formal e interpretativa de dimensión sutil, la del inscape, una palabra que sabemos llegó por la vía de la poesía inglesa y expresa, como dejó claro Lezama, “el secreto ontológico, la forma interna, el extremo de toda configuración”.
Se empareja en la emoción La edad de la ciruela, obra que desde hace quince años forma parte del repertorio de Danza Espiral, hay aquí otra corporalidad, otra manera de sentir; dos mujeres absolutas en escena: Liliam Padrón y Gelsys Gonzálezjuntan fortalezas interpretativas auténticas e innovadoras, desde el engalanamiento de la tempestuosa madurez que desovilla un mundo fenoménico de esplendores vivenciales.
La edad de la ciruela busca encuentros y los halla con sombría ternura, sostiene hechizos entre esas dos mujeres que andan en el rumbo de las causas finales o de una finalidad que declara un teleosen la sobreabundancia, que se gana por haber intervenido la vida.
Declaro mi absoluto encantamiento con El no, A las en punto, Flores de papel con papeles pobre, y La edad de la ciruela. Las otras piezas del programa, las considero un ejercicio esmerado nada más, así sentí a Cero y Con la última hoja; por otra parte,el programa incluyó La muerte del danzante, un trabajo coreográfico sobre el poema homónimo de Piñera, se trata de algo en proceso de creación, pero sospecho una textura balletística, sin la dilatación de la espiral danzaría del colectivo que dirige Liliam Padrón.
Danza Espiral experimenta, articula un lenguaje corporal donde a veces fracasa y luego triunfa, coquetea con la novedad, acude a la plurisignificación del gesto y paradojalmente se expresa escuetamente, dramatúrgicamente derrumba el esquema causa-efecto y sabe ser recipiendaria e incorporadora en el paisaje de la danza contemporánea cubana.