En portada: Cuando los gigantes aman, del grupo Aire Frío. Foto Archivo Cubaescena.
Por Frank Padrón
Sobre el “mejor amigo del hombre” se ha “teatralizado” mucho, y Teatro La Proa no se ha quedado atrás. Una de las recientes obras de su catálogo para públicos menudos es !!Cuidado hay perros!!! , de Erduyn Meza Morgado, sobre letras de Eliseo Diego, René Fernández, Ivette Vian, el brasileño Vinicius de Moraes, y el folclore nuestro.
Lo cierto es que buena parte del imaginario canino vertido en cuentos, leyendas, poemas y canciones se despliega con ingenio y coherencia en este “divertimento para dos titiriteros” que en realidad, agrada tanto al público infantil, principal destinatario del grupo, como a los mayores: virtud esencial de este tipo de teatro.
El diseño de vestuario, escenografía y muñecos concebido por Arneldy Cejas resulta esencial en la atmósfera festiva y sanamente didáctica (sin panfletos ni “escuelitas”) que exuda la puesta también bajo su responsabilidad, a lo que se agrega el riguroso trabajo musical del trovador Ariel Díaz, quien está incursionando con muy buen pie en las tablas.
Fiel a la estética del colectivo de mezclar títeres con actuaciones directas de sus manipuladores, las jóvenes actrices Marybel García y Yilian Fernández se lucen en desempeños simpáticos y chispeantes que el auditorio agradece.
Érase una vez un pato, con dramaturgia de Erduyin Maza sobre el texto de William Fuentes, es otro de los títulos que engrosa el peculiar “bestiario” del grupo habanero, encaminado a emplear la fábula en su más amplio registro ontológico. Ya en mi infancia se editaba en libros este popular cuento sobre una rara avis (literalmente) quien mediante engaños logra aprehender los atributos de varios animales que encuentra a su paso; al final, se convierte en algo tan artificial y falso que pierde mucho más que lo aparentemente ganado.
La puesta de La Proa ensaya también el “inter-teatro” pues un titiritero y sus amigos aparecen en escena (des)montando la célebre fábula en la que se critica la frivolidad, la falta de autenticidad y el egoísmo, mediante los títeres que manipulan notablemente, y con un escenario y decorados tan elementales como eficaces (capaces de reproducir perfectamente el contexto campestre que sirve de escenario al texto); el resultado es un diálogo creativo y motivador que se prolonga más allá de la moraleja.
Cuando los gigantes aman, del escritor austríaco Folke Tegetthoff en versión de Eduardo Eimil, constituyó el debut en la dirección del actor Yuniel Hernández.
Hay que confesar que la experiencia ha resultado una prueba de fuego de la que ha salido airoso, sobre todo al lograr una puesta imaginativa y rica, auxiliado por profesionales como Erick Eimil (diseño escénico), Danilo París (autor de la música original), y Carlos Moreno (maquillaje y peluquería), entre otros.
Como todo buen texto dirigido a los más pequeños, Cuando los gigantes… se disfruta por cualquier espectador con sensibilidad y gusto. Su prédica del amor y la amistad entre diferentes de todo tipo, su retablo de personajes tan pintorescos como divertidos y su historia sensual e inclusiva se explayan en una narrativa escénica donde música, danza, colorido y magia conectan desde el principio con el más amplio público.
En ello tienen responsabilidad superlativa las actrices que asumen y alternan los más diversos roles; brillan en escena dentro de sus múltiples funciones —que incluye hasta el manejo de las figuras— Maité Galbán, Flora Borrego, Teresa Yanet Senra, Rosmery Guillén, Claudia La Ó, Minerva Romero y Emay Peña.