Cruces en la danza folklórica cubana que tributan al diálogo

image_pdfimage_print

Por América Medina Hechavarria
Con motivo del aniversario 59 del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba (CFNC), el Consejo Nacional de las Artes Escénicas ofreció su terraza para propiciar un diálogo moderado por la teatróloga Marilyn Garbey.
Este espacio tuvo el privilegio de contar con importantes hacedores de la danza folcklórica cubana, como sus principales coreógrafos en indistintas generaciones entre ellos Manolo Micler, actual director de la agrupación homenajeada; Johannes García, director de Danzas Tradicionales de Cuba JJ; Leiván García y Odebbí García, jóvenes coreógrafos de este género danzario.
También estuvieron presentes estudiosos del folclore en nuestro país como el maestro Juan García y representantes de grupos portadores de nuestras raíces culturales; además de Pedro Urea,  investigador dominicano vinculado por muchos años a la cultura de nuestro país, quien dejó una interesante propuesta en el aire sobre la importancia de conocer los puntos de contacto entre nuestras danzas caribeñas.
Al encuentro, asistió la investigadora Lázara Menéndez, maestra de la Universidad de La Habana, quien centró su diálogo para preguntarnos de qué manera nos acercarnos a la investigación de los espacios rituales, con qué herramientas contamos para ello, y la necesidad de producir aporte teórico para abordar este tipo de investigación.
En el espacio se rememoró la historia inicial del CFNC, sobre qué contexto surgió, sus contradicciones fundacionales. Los presentes estuvieron de acuerdo en que la historia del Conjunto está dispersa en el tiempo y que es preciso registrarla de manera coherente para la memoria cultural del país.
Muchos protagonistas de esa historia ya no están y otros solo se acercan a ella con la reconstrucción de ciertos hechos. Conformar el recorrido de esta agrupación es vital para la memoria de nuestras artes escénicas. Como bien aseguró el maestro Johannes García, la danza folklórica cubana tiene una necesidad evidente de dialogar y debatir sobre sus zonas mutiladas.

En otro punto del encuentro, se debatió sobre los tipos de investigación que hoy necesita la danza folklórica en Cuba, principalmente desde el punto de vista creativo. Se propuso la idea de volver a establecer un acercamiento de las compañías profesionales a los grupos portadores para intercambiar en sus contextos, con sus vivencias.
También atender y seguir las investigaciones de coreógrafos más jóvenes, quienes se encuentran por sus condiciones espacio-temporales con otras necesidades y se hallan limitados por la alerta que reciben de preservar “la esencia de la teatralización de la danza folklórica”. Esto ha creado un estándar en la creación contaminando o dando pie a un fenómeno donde el foco genera su práctica teniendo este patrón o estándar como referente. De ahí que esa llamada “esencia”, diría yo estandarizada, limita en cierto punto las posibilidades de la creatividad y en la investigación tanto en el foco religioso como en las proyecciones folklóricas.
Por último, otro de los cuestionamientos que fueron de gran relevancia fue esbozado la maestra Lázara Menéndez, al plantear que aún la temática centro de las creaciones, se queda en el ámbito de la Santería o Regla de Ocha-Ifá, sabiendo que nuestras influencias cuentan con un abanico de posibilidades, cayendo a veces en los límites de lo comercial o lo que todo el mundo cree conocer.
Sin dudas, la danza folklórica cubana nos ofrece mucha tela por donde cortar, de ahí que sea relevante la necesidad de dialogar, de encontrarnos y aportarnos unos a otros. Acercarnos a fenómenos mayores y propiciar el cruce de ideas que pueden llegar desde el cuerpo con sus múltiples sentidos y también desde los observadores: todos puede ser testigos para enriquecer la memoria histórica de la danza folklórica, expresión genuina de nuestra identidad nacional.