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Cantar: acto de afirmación y vida. “El gallo electrónico” en la Hubert de Blanck

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Las funciones de El gallo electrónico continúan sábados y domingos, siempre a las 11:00 am

Por Esther Suárez Durán

“Siéntate entre los que cantan, que la gente mala no tiene canciones”

                                           Mtra. Cuca Rivero

Terminada la extensa y exitosa temporada de Las brujas de Salem (Arthur Miller) una parte de la compañía se dedicó con entusiasmo a recuperar una de las producciones que integran la zona del repertorio dirigida a los niños y sus familias con vistas a la programación de verano.

A la vez que tomaba parte en los ensayos de El perro del hortelano (Lope de Vega), teatro clásico español de pronta aparición sobre sus tablas, el elenco con algunos nuevos miembros se hacía cargo de regresar al escenario El gallo electrónico, del autor cubano Yerandy Fleites, estrenado en el 2017.

Desde lo más oscuro de la noche, ese instante antes del amanecer, surge el canto del gallo. Ahora, esta obra establece una hermosa premisa para desgranar su historia: que ese canto no solo anuncia, sino que produce el amanecer. Es quien despeja las tinieblas y da paso a los rayos del sol. Si el gallo no canta, no llega el nuevo día.

De las dificultades que aquejan al gallo responsable de esta tarea en una granja y de cuál es la solución que inicialmente se da al problema nos habla esta pieza, escrita por su autor durante su etapa estudiantil en la Facultad de Arte Teatral del Instituto Superior de Arte, según nos informa el volumen Dramaturgia cubana para niños (1943-2013). 30 obras en 70 años, con selección de Yudd Favier y Dianelis Diéguez La O, editado por Tablas-Alarcos en 2013.

Por fortuna las funciones tienen lugar sobre el escenario y, por tanto, dentro de la sala teatral lo cual permite, además de mejores condiciones para el público, el uso integral de los recursos de la misma, esto incluye telonería, aforos y, sobre todo, la iluminación.

Con anterioridad la compañía ha presentado los espectáculos para niños en algún espacio de la planta baja o en el vestíbulo de la sala teatral mientras esta quedaba reservada para los espectáculos dirigidos a los adultos. El propósito de tal arreglo es loable: se trata de poder mantener de forma simultánea dos programaciones en la institución, pero inevitablemente una de ellas, en este caso la dirigida a los infantes, debe cumplir determinados requisitos para poder realizarse en estos espacios alternativos.

Por descontado que no es esta la solución ideal para ningún teatrista. El aparente “conflicto territorial” se resolvería haciendo coincidir obras cuyos montajes técnicos exhibieran un bajo grado de complejidad que les permitiera compartir un mismo escenario y contar con un equipo técnico que pueda acometer esta intensa labor de cambios. La segunda condición se torna complicada —a nivel general del sector– entre tanto no estemos en capacidad de atender debidamente los requerimientos del personal técnico imprescindible en nuestros teatros.

La segunda circunstancia que me impresionó favorablemente fue encontrar un elenco —que ya incluye figuras de primer nivel– tan bien dispuesto a trabajar para los pequeños en una compañía de esta índole, es decir, en una agrupación teatral orientada hacia el público adulto. Es sumamente grato el fervor y el gusto con que actores y técnicos asumen esta zona de la programación.

Acorde con la presentación en sala y con la calidad del elenco, el espectáculo, bajo la dirección artística de Fabricio Hernández, cumple con todos los requerimientos esenciales de una puesta respetable.

Desde el punto de vista de la construcción del espacio y la visualidad dispone de una escenografía lograda —cuya composición corrió a cargo del propio Fabricio junto al actor Jansel Lestegás y con el atrezo de Enrique Mayol– y de una caracterización de personajes que involucra vestuario, utilería y maquillaje, este último, responsabilidad de Efrén Rosquete sobre los diseños originales de ese maestro que fue Julito Díaz Vale, sin olvidar los efectos que esta específica historia demanda. No está de más apuntar el grado de compromiso y creatividad necesarios para obtener tales resultados en medio de la precariedad que signa nuestras vidas. Se completa la visualidad y lectura de la representación con una diligente labor de iluminación a cargo también de Hernández.

La puesta en escena incluye asimismo canciones y coreografías que la hacen más atractiva.  Berta Casañas es la creadora de estas últimas, mientras la banda sonora se debe a Alejandro Villar y la asesoría musical corresponde a la actriz Judit Carreño.

En cuanto al reparto que asume los personajes, las Gallinas de la granja son interpretadas en esta temporada por Ileana Díaz (Antígona), Heidy Hidalgo Gato (Proserpina), Juliette González (Cleopatra) y Laura Delgado (Julita). Todos los desempeños muestran afán y cuidado, aunque se percibe alguna diferencia en la experiencia actoral que se revela en el dominio técnico para conseguir la proyección de la voz en el caso de sus más bisoñas actrices. Los personajes consiguen diferenciar con precisión sus caracteres y, por su parte, Laura Delgado interpreta con esmero y sobriedad su joven sensible y enamorada.

Otro de los pobladores de esta naturaleza que se nos ofrece es el Inspector Rano, lo defiende Juan Carlos García con la eficacia que ya le caracteriza.

Los Ratones Picasso y Fausto son responsabilidad de Daniel Oliver y Christian Jesús, la intervención de ambos colabora en el balance de la puesta a favor del humor y de la diversidad de ritmos de las escenas con una presencia chispeante y dinámica; el Pato Cartero nos lo presenta Elian Juan, la Gata Quita – Plumas la interpreta Sara Benítez, el Gallo Electrónico está a cargo de Asuán Frómeta y el Gallo Gilberto, que es el gallo tradicional de este gallinero, le corresponde a Jansel Lestegás quien se desempeña con acierto y mesura en el papel de este curioso tipo de héroe.

Aunque la historia incluye una pareja de enamorados y la misma pudiera adquirir una prevalencia sobre el resto de los personajes durante la conversión de la obra dramática en espectáculo, me llama la atención el cuidado en mantener la significación coral en la jerarquización de personajes. A ello contribuye la caracterización atípica de este gallo, definida por el autor, respetada por el director y compartida y defendida por el actor.

Por lo general, en el ámbito del teatro la alzada del texto teatral sobre el escenario funciona como una instancia de prueba con respecto a la naturaleza de la obra escrita para la escena. El montaje y, luego, la representación, arrojan luz sobre las zonas más y menos logradas de una obra dramática.

En el caso que nos interesa creo que se da una preminencia del recurso narrativo en situaciones donde parece necesaria la acción. Me refiero a sucesos de importancia que se nos comunican mediante la narración en lugar de acontecer ante nosotros, aun cuando la principal sustancia del drama sea la acción. Ocurre, por ejemplo, con la situación que da lugar a toda la trama: el canto de Gilberto, se nos cuenta que se ha debilitado al punto de que pueda no escucharse más, lo que tendría consecuencias desastrosas para este universo. Me pregunto si no resultaría mejor, sobre todo en el teatro dirigido a los niños, que los espectadores podamos ser testigos de este proceso.

También está presente una dosis de trivialidad ociosa, puesto que no tiene función dramática alguna. El teatro, como cualquier producción artística, es síntesis. Tal vez ambas características se relacionen con el grado de experiencia del autor en aquella etapa estudiantil a la cual corresponde la escritura de esta pieza, toda vez que luego Fleites se nos muestra como un dramaturgo consagrado.

No obstante, ante el colectivo escénico que trabaja sobre un texto para su presentación en escena se abre la posibilidad de hacer una lectura crítica con la debida temperancia, puesto que al convertir el repertorio de señales del autor en imágenes sobre la escena está en condiciones de valorar y aportar a esa creación artística en diálogo armonioso con su autor.

Celebro la presencia de El gallo electrónico, de Yerandy Fleites, en el repertorio de esta compañía. Celebro también su regreso a nuestra escena, así como la participación de compañía y sala teatral en la programación para nuestros niños de este cálido verano. Solo desearía que recursos eficaces de promoción consiguieran premiar con la presencia abrumadora del público este feliz esfuerzo.

Foto de portada: Perfil de Facebook Compañía Hubert de Blanck