Bracale y Caruso en Cuba, la nueva saga narrada por Enrique Río Prado

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Bracale y Caruso. La saga habanera de un empresario italiano (Ediciones de La Flecha, California, 2022) es un regalo literario que se disfruta desde la primera página. La exhaustiva y cautivadora narración arroja nuevas luces sobre uno de los acontecimientos más polémicos y desconcertantes del bel canto en la Mayor de las Antillas. A propósito de esta nueva publicación, conversamos con su autor, el eminente investigador del arte escénico cubano Enrique Rio Prado (Santa Clara, 1946)

Por Isachi Durruthy Peñalver

Usted ha sido un referente medular en la historiografía lírica de los siglos XIX, XX y XXI en Cuba. De esta nueva propuesta literaria subrayo las palabras del reconocido académico cubano Cristóbal Diaz Ayala: “posiblemente el libro que incluya la investigación más detallada sobre un suceso musical sucedido en Cuba”[1]. ¿Cuál fue la motivación para escribirlo?

Agradezco tus palabras de presentación, aun cuando las estimo algo exageradas, quizás debido al creciente afecto que me has tomado desde que nos conocemos. Todos mis libros anteriores, así como este y los que están en puerta se han visto motivados inicialmente por el interés y disfrute que me suscitan los temas desarrollados. No pudiera yo investigar sobre un asunto que me sea ajeno o indiferente. El resultado sería muy deficiente y su lectura bien trabajosa. Está claro, sin embargo, que el apasionamiento no debe cegar al investigador. Este tiene que hallar un equilibrio y distanciarse de sus preferencias, tratar de ser lo más objetivo e imparcial posible, aun cuando siempre asomen en los resultados finales algunos matices de subjetividad.

Caruso interpretando diversos roles. Como Mario Caravadossi en Tosca. 2: Como Don José en Carmen. 3: Como Canio en Pagliacci. 4: Como Radamés en Aida. Archivo Museo Nacional de la Música.

No es este su primer título publicado en los Estados Unidos. Anteriormente la Society of Spanish and Spanish American Studies publicó la primera edición de La Venus de Bronce, hacia una historia de la zarzuela cubana (2002), monumental investigación que tuvo un gran impacto en la comunidad teatral nacional y extranjera. ¿Cómo llega entonces la saga de Bracale y Caruso hasta California? 

En efecto, mis libros han corrido esa suerte. El primero se publicó en Italia, en 1996, auspiciado por la Universidad de Perugia, luego vino esa primera edición de La Venus de bronce… aparecida en Boulder, Colorado, en 2002, por iniciativa del director de aquella sociedad, el Dr. Luis González-del-Valle, y ahora este último título que debo a la generosidad de la escritora y crítica cubana Rosa Ileana Boudet.

En estos momentos nuestra Nación enfrenta una profunda crisis económica que afecta todos los ámbitos posibles. El mundo editorial no es ajeno a ello en lo absoluto. Por este motivo acepté el ofrecimiento de mi buena amiga Rosa Ileana de publicar mi obra bajo su sello editorial.  Sin embargo, yo siento que los libros que tratan sobre Cuba están incompletos hasta no aparecer editados en nuestra isla.

Por fortuna, La Venus… conoció esa doble suerte y fue publicada aquí en una segunda edición ampliada y corregida por la editorial Tablas-Alarcos, en 2010, dirigida en aquel momento por Omar Valiño, quien se encuentra hoy al frente de la Biblioteca Nacional José Martí. Y no puedo dejar de mencionar también al editor Ernesto Fundora, a cuyos empeños debo en gran medida ese sueño realizado. Los cuatro nombres aquí citados me merecen un reconocimiento indeleble, al tiempo que una alta estimación por su valer intelectual.

 Se advierte, entre líneas, su admiración y profundo conocimiento del arte lírico italiano, que ya habíamos tenido la oportunidad de constatar en otros títulos suyos, notablemente en Pasión cubana por Giuseppe Verdi (Ediciones Unión, La Habana, 2001) ¿esta fascinación ha ido creciendo con el paso de los años? ¿De dónde viene?

Desde niño mis padres me llevaban mucho al teatro cada vez que visitábamos la capital, donde residían mis abuelos. De ese modo, asistí con frecuencia entre otros espectáculos a las temporadas de zarzuela española que ofrecía el teatro Martí y tuve oportunidad de ver muchos títulos totalmente desaparecidos hoy de los repertorios del género en todo el mundo. Esta experiencia me facilitó con posterioridad adentrarme en las complejidades que pudiera ofrecer la ópera, totalmente cantada y en otros idiomas.

Pienso que de ahí también pudiera derivar mi dedicación al cultivo de las lenguas extranjeras. Como bien dices, mi apasionamiento por el arte lírico ha ido en aumento con el paso de los años, en gran medida gracias a la valiosísima labor cultural que constituyen los espacios radiales y televisivos del maestro y amigo Ángel Vázquez Millares.

La cultura cubana le debe mucho a Adolfo Bracale. ¿Pudiéramos calificar de hazaña el hecho de que este empresario italiano haya logrado traer a Cuba a los más importantes cantantes de su época?

En el momento de la llegada de este empresario a Cuba, la ópera se hallaba transitando entre nosotros por un período de decadencia progresiva bastante extenso (desde el último tercio del siglo anterior, más o menos), y existía un público ansioso por volver a disfrutar de su género preferido. No debe olvidarse que la ópera durante todo el XIX fue el espectáculo favorito del público cubano, por encima del ballet, del arte dramático y del circense.

Al arribar a nuestra capital Bracale pudo beneficiarse de un resurgir sin precedentes de la economía cubana, etapa conocida como la danza de los millones, lo cual le facilitó contratar a todas esas figuras. Sin embargo, no es menos cierto que otros empresarios lo intentaron en la misma época y no lo consiguieron en igual medida. En el italiano eran de admirar su cocimiento del género, su capacidad organizativa, su comprensión de la psicología de artistas y espectadores, lo cual le permitió disfrutar sus muchos aciertos y salir airoso en momentos bien críticos.

Por último —y no menos importante— con su personalidad carismática conquistó la admiración y el reconocimiento del público habanero, reputado en aquel momento como gran conocedor del género. Estimo que su principal aporte a la cultura cubana reside en haber logrado el resurgimiento de la ópera en nuestra patria y, consecuentemente, colocarla de nuevo en los primeros planos de la lírica mundial. Por ejemplo, la noticia de su contratación a Caruso por la astronómica cifra en aquel momento de 90 mil dólares, se difundió por todo el mundo en la primera plana de diarios de tanta circulación como el New York Times.

 Uno de los valores del libro es el riguroso análisis del trasfondo teatral habanero de la primera mitad del siglo XX en el que se desenvuelve Bracale: el público en sus múltiples facetas emotivas, las tendencias a veces radicales, ultraconservadoras o apasionadas de la prensa de la época, el sistema de contratación de los empresarios, el pago a los artistas…, una reconstrucción histórica que además de admirable resulta vital si tenemos en cuenta la dispersión y el estado de conservación de muchos de esos archivos.

Para mí siempre ha sido determinante a la hora de decidirme a concluir y publicar una etapa de cualquier investigación, contar con elementos novedosos a exponer. Siempre me he cuidado de repetir lo ya dicho por otros sin confirmarlo antes en fuentes primarias o sin aportar algo nuevo, un enfoque, una interpretación. Cerca de cuarenta años dedicados a la investigación han condicionado en mí un método de trabajo que me ha permitido seleccionar los temas. Estos van apareciendo a medida que te adentras en esa jungla —la selva oscura, según Rine Leal— que representan los periódicos deteriorados, con páginas calcinadas por el polvo, el calor y la humedad, en épocas en que no podíamos soñar con versiones digitalizadas, como hoy.

Así he revisado en bibliotecas unos 150 años de prensa plana. Aprendí en poco tiempo a no desdeñar ningún dato curioso aun cuando pareciera a simple vista ajeno a los intereses del tema investigado. Más adelante, casi siempre estos servían para justificar o ampliar algún criterio, colocarlo en contexto o simplemente pasaban a formar parte de otro tema que iba surgiendo poco a poco.

Adolfo Bracale, Enrico Caruso, llegada de el Divo a La Habana. Foto Archivo Río Prado.

 ¿No cree injusto que diarios como La Nación se hayan referido a Bracale como “empresario de farándula”? En ocasiones, la prensa de la época resulta tan voluble en sus afectos como el propio público habanero.

El matiz despectivo de esa palabra, que la relaciona con las plumas y las lentejuelas, me hace recordar cierta vez que un colega en la biblioteca la aplicó a mi Venus de bronce… y me produjo cierta incomodidad, pues en ese volumen de 700 páginas hay un trabajo muy serio de análisis crítico. Resulta que las artes de espectáculo y de entretenimiento son, en general, consideradas por amplios sectores de opinión como algo frívolo e intrascendente, cuando en realidad todas ellas cumplen una función específica e incluso valiosa dentro del complejo social en que nos movemos.

 Entre 1916 y hasta 1930, Bracale no sólo trajo a notables intérpretes del bel canto a nuestra Isla, tampoco podemos olvidar el valioso repertorio estrenado por la Bracale Opera Company, al cual usted le dedica extensos análisis en su libro y un conjunto de anexos que deviene material de consulta obligada para amantes y especialistas.  

Muchas de las obras del extenso repertorio llevado por Bracale a la escena cubana no han vuelto a interpretarse jamás aquí, como por ejemplo Iris, de Marcagni, La fanciulla del West, de Puccini, Parsifal, de Wagner o La condenación de Fausto, de Berlioz, que fueron estrenos absolutos.

Pero también produjo reposiciones importantes, como I puritani, de Bellini, que provocó tanto revuelo en la voz de Hipólito Lázaro en toda la isla. ¡Llegó a representarse incluso en el teatro de Manzanillo! Esa ópera había tenido su estreno continental americano precisamente en La Habana en 1841 y dejó de interpretarse poco a poco hasta convertirse en una rareza. Sin embargo, hoy es pieza bastante común en la escena lírica mundial y aquí no ha vuelto a escucharse. Habría que añadir también el interés de este empresario por dar a conocer óperas de compositores cubanos, como Sánchez de Fuentes, Laureano Fuentes Matons o José Mauri.   

 Hablemos ahora de Enrico Caruso y los sonados 90 mil dólares que recibió por cantar en Cuba ¿Fue este el comienzo de su polémica temporada lírica? ¿cómo se siente al desempolvar acontecimientos tan polémicos como estos y no dejarse arrastrar por todo lo que ya se ha dicho y escrito al respecto?

Ya te mencioné antes, la objetividad de que debe armarse todo investigador al desarrollar un tema. Desechar todo lo que se haya dicho hasta ese momento sobre el asunto, que en el caso que nos ocupa, viene plagado de artículos repetidos una y otra vez con la pretensión de que sea esa la verdad absoluta.

Luego, al entrar en contacto con hechos tan polémicos de la forma más directa que puede ser posible en la actualidad —la prensa plana contemporánea— te parece que vas en una máquina del tiempo y, poco a poco, te conviertes en testigo presencial de los acontecimientos.

Por supuesto que al inicio tomas partido sobre lo sucedido, pero para despojarnos de criterios subjetivos es preciso ir a buscar opiniones contrarias que promuevan el análisis. En este sentido, haber encontrado el diario La Nación, al que has hecho referencia, con ese ensañamiento crítico hacia el tenor y su empresario, fue un total hallazgo que me permitió enriquecer el aspecto polémico de la historia.

Resulta simplista dar por sentado que Caruso vino a Cuba con la voz destruida como afirma ese diario y, consecuentemente, ninguna de sus presentaciones tuvo éxito. La versión que presenta al tenor corriendo por todo el Prado habanero vestido de mujer y aterrorizado hasta ser detenido por un policía será muy ingeniosa y divertida, pero no es más que pura ficción y se contradice con la veracidad de lo sucedido. Mi libro pretende servir a la historia real de los hechos reflejada en los diarios de aquellos días.

Caricatura de Enrico Caruso por Conrado Massaguer. Archivo Río Prado.

El tránsito del divo italiano por Cuba está rigurosamente documentado con fabulosas fotografías, reseñas, caricaturas, programas. La narración, que no pierde el ritmo ameno, adquiere un carácter especialmente intimista en la propia voz de Caruso al reproducir extensos fragmentos de las cartas que le enviara a su esposa Dorothy durante su estancia en la Isla… ¿cómo logró acceder y recopilar tantos valiosos materiales sobre esta mítica figura?  

Como expreso en la dedicatoria del libro, esta investigación conoció una trabajosa elaboración de más de 20 años en los que se sucedieron momentos de entusiasmo febril seguidos de otros de lamentables desalientos. Durante ese extenso período cada vez que caía en mis manos algún documento (imagen, referencia, dato), lo clasificaba en espera del momento definitivo de la redacción. Te comento que para realizar esta edición debí hacer una selección rigurosa y desechar más de la mitad de las ilustraciones. En el caso específico de las cartas, la viuda publicó ese epistolario poco después de la desaparición del tenor.

 Caruso, el tenor del orden, el método, el artista supersticioso, mimado por buena parte de la aristocracia habanera… pero este libro impone una mirada más profunda al hablar también de algunos de los desaciertos escénicos del divo como en Un ballo in Maschera y otros momentos de verdadero derroche artístico como el que tuvo con Pagliacci.

Claro, esa fue, como te expliqué, mi intención al desarrollar el tema. El órgano vocal de Caruso había sufrido algunos cambios debidos al lógico desgaste de más de 30 años de intensa carrera. Pero ello no significa en lo absoluto que hubiera perdido la voz, y esta aseveración mía resulta de fácil comprobación, si escuchamos sus últimas grabaciones realizadas muy poco después de su visita a Cuba.

Yo pienso que los desaciertos en su temporada habanera fueron ocasionados en gran medida por haber abordado un repertorio que el tenor había abandonado hacía algún tiempo —Un ballo in maschera, Tosca— y en otros casos como La forza del destino, por deficiencias generales de la puesta en escena, no imputables solamente al artista italiano.

Para concluir me gustaría destacar aquí la actualidad universal que la figura de este emblemático tenor italiano ha recuperado en los últimos tiempos debido a los coincidentes aniversarios 100 de su muerte (2021) y 150 de su nacimiento (2023). Muy recientemente, además (2017), se produjo el estreno absoluto en Ámsterdam de la ópera Caruso a Cuba, del compositor y poeta holandés Micha Hamel, que recrea el hecho a partir del fantasioso y original argumento de la novela Como un mensajero tuyo, de la cubana Mayra Montero (2001).

 La saga habanera de Bracale y Caruso nos deja con deseos de redescubrir otras zonas del arte lírico cubano que ameritan ser desempolvadas, acontecimientos, intérpretes y obras que corren el riesgo de olvidarse. Sus lectores serás siempre recompensados con una observación del hecho escénico, histórico y social muy bien fundamentada ¿qué nuevos proyectos le ocupan actualmente?

En estos momentos retomo dos proyectos que interrumpí para concluir el libro sobre Bracale.  El primero es una historia y cronología del teatro Payret, próximo a cumplir su sesquicentenario en 2027. Aun inconclusa, esta investigación me ha dado ya enormes satisfacciones. La mayor de ellas, entrar en comunicación virtual con un descendiente directo —residente en Francia— del fundador y primer propietario del “coliseo rojo”, don Joaquín Payret, desafortunado comerciante catalán.

Desearía ardientemente que este trabajo pudiera contribuir en cierta medida al rescate y salvaguarda del edificio y su función primaria (espacio escénico y luego sala de cine). El otro proyecto se titula La Habana sicalíptica. Es una crónica sobre aquellas salas de dudosa reputación, que admitían solamente público masculino y representaban un repertorio considerado en su momento pornográfico. Por supuesto, intento insertar el tema en su contexto histórico-social, al igual que he hecho en mis otros títulos.

Además, tengo un libro concluido y entregado a Tablas-Alarcos en proceso de edición. Es una monografía histórico-crítica del Teatro Lírico Nacional de Cuba, realizada para celebrar su aniversario 60, ocurrido en septiembre pasado. Saldrá solamente en versión digital y comprende una cronología y una amplia selección de más de cien reseñas críticas publicadas en distintos medios de prensa nacionales y extranjeros, así como cientos de imágenes (fotos de escena, de artistas, reproducciones de diseños, programas y afiches).

 

[1]Citado por Humberto Manduley López en su página de facebook- 9 de enero 2023.