La Casa de la Memoria Escénica ha desarrollado una creciente labor en función de conservar, proteger y difundir el patrimonio escénico del territorio, pero el prestigio de su esfuerzo le ha propiciado engrosar sus fondos más allá de Matanzas.
Por Omar Valiño
Hace unos días en la calle Milanés, a escasos metros donde vivió y murió José Jacinto, el gran bardo matancero del siglo XIX, compartimos jornada con el evento científico de las artes escénicas El Anaquel, que alcanzó sus 17 ediciones, y sirvió como punto de confluencia para celebrar los 25 años de la Casa de la Memoria Escénica de Matanzas.
Nacida el 29 de abril de 1994 como Centro de Información perteneciente al Consejo Provincial de las Artes Escénicas, se transformó en 2000 en el Centro de Documentación e Investigación Ismael Moliner Rendón y en 2011 adquiere su nombre definitivo. La Casa de la Memoria Escénica ha desarrollado una creciente labor en función de conservar, proteger y difundir el patrimonio escénico del territorio, pero el prestigio de su esfuerzo le ha propiciado engrosar sus fondos más allá de Matanzas.
La rica historia teatral, danzaria y de otras manifestaciones escénicas de la ciudad y la provincia, se completa y fortalece para el porvenir en asientos de documentos, libros, imágenes, manuscritos y objetos que constituyen un voluminoso archivo, abierto a investigaciones y eventos que promueven sus tesoros y significaciones.
Bajo la dirección del dramaturgo y narrador Ulises Rodríguez Febles, la Casa de la Memoria, con su pequeño y excelente equipo, ha multiplicado su proyección hacia el presente con el afán de no dejar escapar registro alguno de lo que ocurra en Matanzas o protagonicen las agrupaciones del territorio en cualquier parte de Cuba y el mundo.
Sería imposible reseñar la cantidad de encuentros de distinto tipo en función de promocionar su trabajo patrimonial y las indagaciones de numerosos especialistas al respecto, pero también el impulso a nuevos títulos y publicaciones, premios, encuentros teóricos, quehaceres de formación de público, onomásticos importantes de hechos, figuras y compañías cubanas, jornadas con invitados no cubanos.
El propio Anaquel repasó esta vez, en las voces de sus expositores, distintas colecciones del Teatro Sauto y un proyecto con ojo en la comunidad, la dramaturgia cubana a través de los premios del género que se otorgan en Matanzas, la propia cme con sus sedimentos conceptuales y el camino que se dibuja en el futuro en vínculo con el desarrollo humano local más el estreno de un hermoso documental sobre Amado del Pino, a cargo de Alejandro Palomino.
El propio Del Pino y su pieza El zapato sucio perviven allí en la galería de esculturas asociadas a nuestros autores y sus obras, que la Casa ha forjado como símbolo del conjunto de acciones centradas en la dramaturgia cubana, contribución decisiva para su renacimiento de estas dos últimas décadas.
Cuando hoy se piensa y discute en torno a cómo enfrentar la conservación y promover nuestro patrimonio escénico, el gran desafío tiene en la Casa de la Memoria Escénica una experiencia insoslayable. Un techo en Matanzas para cobijar, en lo escénico, a Cuba entera, capaz de crecer en su ejercicio cotidiano de bendito anonimato.
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