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Aventuras de (otro) soldado desconocido

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Por Frank Padrón

Además de la excelente puesta que los grupos Retablo-La Salamandra propone en el Festival de Teatro de La Habana, basado en la novela de Pablo de la Torriente Brau, otro luchador antifascista ocupa la escena del evento.

Se trata del unipersonal Stalingrado con amor, (monólogo de humor poético político) por el actor argentino Manuel Santos Iñurrieta, a cargo también de la dramaturgia.

En medio de la famosa batalla en la ciudad rusa, a punto del repliegue alemán ante la contraofensiva soviética, un soldado de este país discursa sobre la guerra, la vida y la muerte, la libertad y otros temas que, en pertinente anacronismo, traspasan las barreras temporales y llegan al presente, haciéndonos reflexionar sobre redes sociales, manipulaciones políticas y vicios de las sociedades contemporáneas.

Lo más atractivo de la puesta es que, tal reza el subtítulo, el discurso -tan serio y hasta grave como se infiere- llega envuelto en los meandros de la comedia. Difícil abordar la guerra mediante esos códigos, aunque no faltan conseguidas experiencias, en el teatro de Brecht o más recientemente, en el cine del italiano Roberto Benigni.

Auxiliado por el acertado diseño escenográfico de Diego Maerovic, el vestuario no menos preciso de María Eugenia Summa y armado de una expresiva máscara que confeccionara Mariano Junio, el intérprete demuestra sapiencia en su dominio del registro elegido, despliega amplia gama de recursos gestuales y eufónicos y logra complicidad y comunicación con el público.

También le ayuda la banda sonora de Daniel Alvarenga incluida la guitarra de Martin Valera, de modo que la hora de representación transcurre sin escollos, excepto cuando le da por abusar del «distanciamiento brechtiano» y evocar vivencias de anteriores visitas a Cuba o comentar giros propios del habla cubana.

Pero esta puesta de Los Internacionales Teatro Ensamble merece los aplausos recibidos. Con otros títulos en esta misma cuerda (Mientras cuido de Carmela, Eléctrico Carlos Marx, etc.), los argentinos, con el humor como herramienta dramática, siguen apostando por la utopía y la mejor organización socioeconómica y política del mundo, dentro de un contexto que cada vez se aleja más de estos ideales, lo cual se agradece doblemente si, como en este caso, tal discurso llega desde una apreciable propuesta escénica.

Foto Archivo Cubaescena