Por Roberto Pérez León
¿Cómo aumentar la corriente mayor,
el pez y la flecha caudal,
sumando la poiesis y el ethos?
Lezama Lima
La Casa de las Américas desde 2001 organiza cada dos años la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral, un encuentro con el teatro que se hace en Nuestra América y que resulta de muchos rendimientos para las artes escénicas nacionales.
El diestro ojo de la curaduría artística de Vivian Martínez desde la Dirección de Teatro de la Casa nos trajo, entre otras propuestas teatrales, al actor costarricense Andy Gamboa quién regresó, también a instancias de la Casa, para participar en el Festival del Monólogo Latinoamericano de Cienfuegos, y llegó con Memoria de Pichón, la misma obra que ya habíamos tenido en Mayo Teatral y que en el certamen cienfueguero mereció el Premio de Mejor Actuación Masculina.
A su regreso de Cienfuegos, Andy Gamboa tuvo una fugaz presentación en La Habana, al poner su unipersonal en la sala Ludi Teatro.
Pero gracias al Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Pinar del Río, a través del colectivo Teatro de la Utopía, fue posible ver los tres unipersonales que Andy Gamboa tiene montado.
En la pinareña sala Virgilio Piñera pude ver los tres trabajos que considero hacen de Andy Gamboa un categórico referente dentro del llamado biodrama en nuestra región: Memoria de Pichón, Autopsia de una sirena y Señor de señores. La trilogía donde Andy Gamboa traza canales para el flujo de estridentes, pitagóricas y siempre cariñosas asociaciones que hacen proliferar su intimidad en sutilísimas propuestas teatrales como en un descampado territorio del ser.
Anday Gamboa, guiado por un grave fundamento de realidad, hace biodrama sin diagonales que truequen o trunquen. En el escenario trabaja con una progresión inaugural, no se achanta en la palabra, multiplica metamorfosis y llega a mágicas sobreabundancias.
La causualidad actoral de este hombre tiene copiosos follajes. Su capacidad de transformación goza de la parábola de una corporalidad que restituye, reintegra, artificia, da manotazos y levanta energéticos fragmentos.
Andy Gamboa hace del escenario un sorprendente extendido de su piel. Las hogueras áridas y plutónicas de su intimidad nos raspan sin imploraciones.
Andy Gamboa teatralmente decidió por el biodrama. Y digamos que el biodrama es una potente figuración escénica, una fineza de registros y detalles individuales, una factura que hay que pagar, un centro, una alegría misteriosa, una apoyatura que tal vez sea como el bastón de Hernán Cortés del que dicen requería de un gran esfuerzo cargarlo porque entorpecía el andar por su peso.
Cada uno de los unipersonales que se pusieron en la pinareña sala Virgilio Piñera tiene su propia ejecución o actuación donde hacen delicias la corporalidad y la imaginación creativa, no la teresiana loca de la casa como llamó la Santa de Ávila a la imaginación que nos hace drenar la energía inútilmente, sino la martiana imaginación, la hembra del acto..
Son tres piezas biográficas que inscriben lo real y cuestionan la aristotélica representación mimética; cierto que tienen como referencia la vida del actor, pero a su vez, como actos escenificados, adquieren, por la huella de lo real, un chisporroteo de sorprendente y soterrada carga poética en ocasiones indescifrable.
Memoria de Pichón, Autopsia de una sirena y Señor de señores son disrupciones, súbitos que nos perturban por su intensa combinatoria entre lo ritual, lo político y lo artístico. Sus reverberaciones trascienden lo individual y se convierten en prácticas de resonancias y finalidades profundamente sociales.
Cada uno de los personajes que Andy Gamboa asume en estos unipersonales tienen como materia prima su cuerpo. Cuerpo escenificado en su sexualidad, memoria, humanidad. Cuerpo que ejecuta acciones y prácticas que bruñen lo corporal y adquieren categorías simbólicas.
Andy Gamboa tiene el don de la batallada corporalidad que precisa todo actor para producir intempestivas transformaciones que nos dejen en vilo por sus opulentas arribadas. En cada unipersonal expone y tramita sus conflictos personales. Ahí el biodrama. Manufactura acciones, trenza enunciaciones que si bien salen de un archivo personal son memorizadas, internalizadas desde estructuras y códigos de una teatralización que, sin romper barreras, convoca a una recepción de particular comportamiento expresivo.
Hay que estar allí donde Andy produce su accionar escénico y formar parte de las emanaciones de este actor. Sentiremos cómo se es cortés con el hermano, la hermana, el padre, la madre, el pasado entero de la familia. Decía Goethe que había cortesía del corazón emparentada con el amor.
El amor de Andy Gamboa nos arrodilla por la irradiación de la plenitud de su confianza en escena. Tiene grandeza el biodrama que hace este costarricense. Su ejercicio actoral, su concepción dramatúrgica, su ingeniosidad para concebir una puesta en escena hacen de su trabajo un documento que irradia la teatralidad de su intimidad como ser humano, como hombre, como hijo, como hermano, como persona en una sociedad de detonantes juicios.
La franqueza en su obra tiene la precisión de lo orgánico abrillantado por el encantamiento de una dramaturgia procesional que conjura interjecciones y se resuelve con gracia meridional y truenos emocionales.
El biodrama es una modalidad escénica, un testimonio, un documento existencial, un ejercicio de franqueza, es la trasfiguración de lo autobiográfico y de lo cotidiano en escena.
El teatro se convierte en un vehículo explorador de subjetividades y objetividades, saberes y conocimientos capaces dan luz a interpretaciones que contribuyen social e individualmente al mejoramiento humano.
El biodrama se sustenta ideológicamente en lo real, lo tangible, es la vital muestra de un suceso existencial desde la teatralidad que adjetivará lo real. En el biodrama se establece una zona de liminalidad donde se posicionan el teatro, la realidad, el artificio, la mímesis, la ficción, la presentación, la representación, la no ficción.
Cada evento de una existencia cuenta con acontecimientos merecedores de ser llevados a escena ya sea para reconstruirlos o sublimarlos en una estetización teatral.
El biodrama es un ejercicio poco visitado en el ámbito del teatro que hacemos nosotros. Resulta muy celebrable que Andy Gamboa haya estado aquí.
Entre Autopsia de una sirena, Señor de señores y Memoria de Pichón se produce un intercambio emocional más allá de nuestro horizonte de expectativas ideológicas por la originalidad, autenticación y transgresión del poder artístico e intelectual.
Los textos dialogados en esos unipersonales se convierten en actos de transferencia desde la acción teatral y los procedimientos narrativos tanto intertextuales como intratextuales.
Los unipersonales de Andy Gamboa no son teatro naturalista ni realista ni de reality show, son la contienda del desciframiento de la creación, el hacer y el ser: poiesis y ethos.
Fotos: Cortesía de Andy Gamboa