Agenciamiento entre Danza y Digitalización (Primera entrega)

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Por Roberto Pérez León

La danzología, la coreología la coréutica y todas las disciplinas que la academia acepte para el estudio teórico y analítico, para la creación, práctica y ejecución de las secuencias de movimiento en la danza tienen que tomar en cuenta el universo bits[1].

Los entornos digitales, pese a no tener en estos momentos relevancia escénica entre nosotros, debemos considerarlos en sus procederes.

Lo ciberescénico es un establecimiento dramatúrgico. La enunciación digital puede ampliar la poética de la escritura escénica y problematizar la danzalidad como cualidad de la danza.

Las potencialidades del mundo híbrido, la lógica intermedial, lo mutante, las singularidades espacio-temporales de las resonancias transformacionales de la danza en el entorno digital no deben dar lugar a estructuras meramente funcionales.

La obra de Deleuze y Guattari ofrece argumentos gnoseológicos para pensar la danza en el universo bits. Al desarrollar los conceptos de territorialización, desterritorialización, reterritorialización y agenciamiento estos filósofos aportan ideas para experimentar procesos válidos sobre danza/tecnología como espacio cultural y práctica artística.

Entre danza y digitalización existe un agenciamiento como simbiosis que alcanza una cofuncionalidad que supera lo heterogéneo y lo relacional. En la danza contemporánea lo provisorio, el carácter contingente, la carrera hacia lo distinto encuentran en la digitalización un terreno fértil.

Hoy por hoy, las propuestas totalizantes de la Modernidad se ha hecho hilachas. La ausencia de una teleología anula o invisibiliza las fronteras de lo artístico. El tiempo en la danza contemporánea es múltiple. Ya sea el futuro como el pasado en sus multiplicidades toman distancias y acercamiento entre luces y sombras que generan una inquietante anacronía que amasija el pasado, el presente y el futuro. Uno puede ser lo otro y lo otro puede ser lo que sigue o fue.

La danza contemporánea, al estar sucediendo siempre está en presente. Pero ese presente tiene una asociación infalible tanto con el pasado como con el futuro que permite la configuración expansiva de distintos presentes que hacen indefinido el destino estético.

Desde el proyecto artístico de la Modernidad, la danza no se había enfrentado a tan renovadoras exigencias formales, estéticas, conceptuales, filosóficas como sucede en la actualidad.

Nuevos territorios se organizan y dan sentido a la escenificación del movimiento. Se trata de un proceso dinámico que incluye la territorialización, la desterritorialización y la reterritorialización.

Danza/digitalización/movimiento es una nueva territorialización. Se liberan elementos y a la vez se incorporan otros organizándose y creándose otras maneras de expresión movimental. Se trata del agenciamiento de una nueva territorialización como creación de una forma que transforma la práctica de la danza.

No es que haya sucedido un proceso de desterritorialización por ruptura o pérdida en la danza. La incorporación de nuevos significados la han reterritorializado, a partir de la fluida realidad tecno-cultural que incentiva la creación dancística.

El territorio digital, como contexto para la creatividad dancística, con sus consiguientes reconfiguraciones de significado, trasciende fronteras conceptuales interconectadas.

Con la incorporación de elementos digitales sobre la fisicalidad de la danza aparecen narrativas y semiosis cónsonas con la nueva territorialización que precisa, tanto para el creador como para el espectador, una emocionalidad particular ante la percepción, reconfiguración y reinterpretación del espacio y el tiempo.

Danza/Tecnología genera una instalación escénica donde se conjugan signos a través de procesos de repetición e invención de significación gestual, motriz, visual organizados sin restricciones en la producción de sentido.

En la actualidad la vecindad danza/tecnología posibilita la convivencia de ideas en dominios diferentes. Ideas que posibilitan el devenir del agenciamiento entre ambos territorios. Devenir como fuerza que impulsa el cambio y la innovación, las transformaciones, descomposiciones y proyecciones.

El principio de Deleuze y Guattari de que “solo hay buena razón cuando es contingente”, signa la lógica de la vecindad de esos territorios donde el factor estético disfruta de la “razón contingente”.

El universo bits puede propiciar lo informal en aras de la estética. ¡Guaooo! Cuando el despliegue formal se descamina y potencia el efectismo de una dramaturgia incidental de la pantalla que no fragua nuevas poéticas.

La tecnología digital no es para captar el hecho danzario, tampoco para acompañarlo o resemantizarlo o para cambiar porque sí el medio escénico.

El agenciamiento danza/tecnología exige un sentido espectacular intersemiótico, no de adornación de la narrativa, sino constituyente de dramaturgias esenciales que no se reducen a efectos de fragmentación, disolución, simultaneidad, multiplicidad, no linealidad y muchos etcéteras más.

No se trata de poner una cámara delante del suceder danzario; y, luego convertirse en un performer digital haciendo malabarismos técnicos para “crear” ocurrencias visuales pantallosas.

[1] Territorio de unidades mínimas que hicieron posible que existiera una computadora y hoy han dado lugar a una abarcadora naturaleza de imágenes visuales y sonoras. El lenguaje digital como recurso escénico forman parte de la dramaturgia, es un cotidiano constituyente de las artes escénicas que muestra y narrar y produce contenidos deslumbrantes.

En portada: Tierra de Mandelbrot, obra de Edgardo Mercado, coreógrafo y matemático argentino. Foto tomada de https://www.alternativateatral.com/