Compañía del Cuartel en el germen de lo shakesperiano

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Por Roberto Pérez León

En el Centro Cultural Bertolt Brecht ha estado Shakes todo este abril. La obra transita por las hondonadas de William Shakespeare y es cifra concluyente en la dramaturgia de Reinaldo Montero.

Shakes es la cuarta pieza de una tetralogía de vigorosas ocurrencias teatrales inspiradas en la corte de Isabel I de Inglaterra. El dramaturgo, imaginando personajes históricos y ficticios, nos adentra, desde la perspectiva isabelina, en los laberintos del poder y de la creación artística del siglo XVI inglés durante el reinado de la apodada Reina Virgen

La tetralogía se inició en 2008 con Liz, siguió Robin, luego Macbeth 2.0 y ahora llega Shakes. Las cuatro obras han sido puestas en escena por Sahily Moreda en la agrupación Compañía del Cuartel que ella dirige y desde donde despliega un espacio de teatralidad relevante en nuestro actual paisaje escénico.

Shakes tiene fundamentos en las pulsiones de los personajes shakesperianos, pero a través de los contemporáneos del poeta, de la gente que pudo haber intervenido en las interioridades y rincones de su existencia.

En el Londres bullicioso y vibrante del siglo XVI, entre conspiraciones políticas y la amenaza de la peste, en la atmosfera aristocrática de la corte de Isabel I la propaganda monárquica debía proyectar una imagen de estabilidad y esplendor ante todo desafío político. El refinamiento artístico era una manifestación de poder clave en la imagen del reino.

Entre esplendores e intrigas el teatro y las artes en general eran constituyentes de la identidad de la corte.

En esa efervescencia de jerarquías y desafíos Shakespeare y sus contemporáneos se debatían cotidianamente. Precisamente de esa cotidianidad se nutre Reinaldo Montero para escribir Shakes.

Shakes explora y declara, a través de los coterráneos o acaso los íntimos del escritor, el ambiente en que pudo haber creado. Los personajes de Shakes tienen historicidad documentada. El magnífico programa de mano nos ayuda a conformar las imágenes.

Shakes. (Gullielmus filius Johannes Shakespeare, según el registro de la parroquia de Stratford-on-Avon. Shakes para los íntimos). Kempe. (William Kempe bailarín y actor cómico, hombre triste y enfermo. «Me llaman Kempe a secas y a húmedas», decía. Hombre extravagante de fuerte personalidad, bufón talentoso, actor propenso a la improvisación, tuvo muchas fricciones con el dramaturgo). Dick. (Richard Burbage, actor, director y cómplice de Shakes. Actor estrella intérprete de papeles icónicos como Hamlet, Otelo y el rey Lear, tal vez Shakespeare escribía pensando en las magníficas posibilidades que tenía Burdage de dotarlos de una profundidad psicológica y de que se debatieran en dilemas existenciales. Dick para los íntimos). South. (Henry Wriothesley, tercer conde de Southampton, protector y… digamos que amigo de Shakes. Amigo a quien dedico el poeta más de un soneto donde explora y declara temas audaces en tanto aborda los deseos, la seducción, el amor, el poder, el rechazo, erotismo y sensualidad. South para los íntimos). Las Hermanas Raras. (Son tres. La primera es jefa, juega a ser poetisa, es desdeñosa. La segunda es quejica, se siente esclava de la fatalidad, tiene trastornos digestivos, adora el sexo. La tercera es maternal).

Esos personajes proveyeron esencias claves a la obra Shakespeare. No es errático pensar que hayan sustanciado la evolución de sus procedimientos dramatúrgicos. El texto de Reinaldo Montero tiene una sólida sustentación en tales vislumbres.

El poderío dramatúrgico de Shakes tiene en la puesta en escena de Sahily Moreda una dirección determinante y crítica. Sin abalorios ni vericuetos filosófico-existenciales, Moreda hace un teatro donde todo queda clarito y raspado. La Compañía del Cuartel lanza con intrépida potencia su flechazo ideo-estético.

Sahily Moreda advierte la dialéctica entre teatralidad y textualidad en el ejercicio escénico. Los gestos, las actitudes, las expresiones, los movimientos afianzan la naturaleza performativa en este impecable montaje.

Las actuaciones en Shakes tienen la justa dimensión de la naturaleza teatral, esa que es fácil de diluir cuando se descuida la identificación actoral desde la propia dirección de actores. Sobresale el movimiento corporal transmisor de significados efectivos, más allá de las emociones potenciadas por el acento en el andar, detenerse, aparecer y desaparecer. Todo el espacio escénico es ocupado con una dinámica dramatúrgicamente funcional: posturas, desplazamientos, contacto visual con el público, construcción de relaciones entre personajes.

Ciertamente Shakes es una comedia política para gozar el puro juego teatral a través de un fino despliegue actoral visceralmente contemporáneo.

 

Foto de portada: Sebastián Milo