Por Katiuska Betancourt Montero
Corría el mes de marzo de 1990 y el Cabildo Teatral Santiago estrenó, bajo la dirección artística y autoría de Rogelio Meneses, Baroko, versión de la obra Réquiem por Yarini, de Carlos Felipe.
Según su autor, “la idea de hacer Baroko, que significa pacto en lengua lucumí, surge a partir de la posibilidad que vimos de explotar desde nuevos ángulos a Réquiem por Yarini, en función de la nacionalidad cubana”.
Rogelio Meneses comenzó su vida artística profesional en 1961, en el Conjunto Dramático de Camagüey, y luego, a partir de 1968, fue miembro del Conjunto Dramático de Oriente. Siempre se preocupó, desde su labor investigativa, por conocer los sistemas mágico-religiosos cubanos y lograr, de esta forma, representar a nuestro país en eventos teatrales y científicos en Europa, América Latina y El Caribe.
Reseñó Efraín Nadereau (pintor y poeta santiaguero):
“En Baroko resaltan los contextos incorporados por él, al mito y la leyenda de lo que fuera la vida y la muerte de Yarini. Ritmo, solemnidad, concentración sostenida y cubanísima sensualidad hicieron de esta puesta una manera distinta de asumir nuestros mestizajes. Mucho se investigó, debatió y reflexionó, a partir de un modo ya nuestro de asumir el teatro para lograr fines de válidas expresiones y explosivas riquezas estéticas.”
Sentenciaba Meneses que “el espacio determina la dramaturgia, es por ello que el Patio de la Sala Van Troi resultaba ideal para la representación de esta puesta. Es un espacio donde público y actores se encuentran unidos. No hay una visión frontal del hecho teatral, sino que esta es multidimensional. ¿Qué quiero decir con esto? Que según el lugar donde usted esté dentro del espacio, recibirá intenciones y dimensiones diferentes que el que está situado en el otro extremo del espectáculo”.
Su visión como director artístico desde los orígenes del Festival de las Artes Escénicas de Origen Caribeño, hoy Festival del Caribe, le permitió evaluar La confrontación lograda en las representaciones de sistemas mágico-religiosos que en el patio del Cabildo se celebraban y por eso se enmarcaba la obra dentro de lo ritual.
Destacan las reseñas de la época que en este espectáculo Fátima Patterson tuvo la posibilidad de hacer un papel protagónico muy difícil de superar. En el elenco participaron además Mireya Chapman, María E. Calzado, Agustín Quevedo, Abelardo Larduet Carlos Castillo, Ricardo Alarcón, Erdwin Dorado, Saskia Sánchez, entre otros.
Los percusionistas Milián Galí, Tomás Hechavarría, Alfredo Ruiz, Eduardo Ramírez y Juven Borjas, junto al cantante folclórico Luis Vaillant y el flautista Gustavo Revé dotaron a este espectáculo de una singularidad y belleza incomparable.
Tuvo Meneses el privilegio de contar en Baroko con la dramaturgia de Joel James, el diseño escenográfico de Mario Trenard y el diseño de luces de Juan de Mata Montero.
Logró mostrar las trampas que la época, la sociedad y el medio tejieron alrededor de Yarini para en el final de la encrucijada no poder salvar su vida.
Se rememoraba en Baroko: fanatismo, espiritismo, santería, política, violencia, problemática racial, mezclado en una atmósfera mágico-religiosa, latente en las raíces étnicas-culturales de nuestro país.
En el Festival Máscara de Caoba se reconoció como la Mejor Puesta en Escena y fue, además, Gran Premio del Festival de Teatro Latinoamericano de Camagüey, evidenciando cómo a partir de un texto clásico del teatro cubano se alcanzaba una expresión de nuestra identidad cubana, teatralizando elementos de nuestro folclor.
“Para comprender la transcendencia de Baroko hace falta verla”, comentaba Magda Resik, que entrevistó a Rogelio Meneses, vibró con este espectáculo y reconoció que tuvo un eco endeble en la prensa.
Comentaba Armando Correa en Tablas que “en Baroko el marco político se enlaza a partir del vínculo de las sociedades secretas con la lucha por alcanzar el poder. Con la riqueza de la música afrocubana, los tambores batá y la sensualidad del negro y la mulata, la historia de Yarini se ubica el panteón de los dioses africanos… una historia de pasión y muerte”.
Nos perdimos Baroko, muchos de los que hoy somos fieles seguidores del teatro que se hace en esta parte de la Isla; pero sirvan estas líneas para agradecer a los que han donado al Centro de Investigación y Documentación de las Artes Escénicas en Santiago de Cuba, los fragmentos de video, fotos, periódicos y otros materiales que hoy nos permiten rememorar esta puesta que celebra en el 2020, tres décadas de haber marcado pautas en la escena cubana.
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