Por Roberto Pérez León
Nosotros somos lectores e intérpretes de los sucesos de la vida, hacemos dramaturgia, encontramos el orden al caos, estructuramos realidades, creamos significados
Patricia Cardona
El Festival Internacional de Ballet de La Habana incita reflexionar sobre la dramaturgia como acción y devenir permanente en la organización de la performance que da vida escénica a una idea en danza.
Detengámonos en algunos de los vértices fecundantes de la dramaturgia como concepto axial en todo espectáculo. Están en sus orígenes más recurridos y poderosos la obra de Aristóteles. El Estagirita en su Poética plantea la unidad de acción, tiempo y lugar, además de la catarsis como purificación emocional del espectador a través de la identificación. Luego podríamos destacar, por sus valores significantes, la resistencia del “teatro épico” que propuso Beltold Brecht quien en lugar de inducir una catarsis emocional introdujo el “efecto de distanciamiento” precisamente para evitar la identificación emocional, y para alentar y despertar una conciencia crítica. El otro vértice germinativo de la dramaturgia lo encontramos en los aportes de las vanguardias artísticas del siglo XX con las rupturas que expandieran los límites de la tradición hasta llegar a la fragmentación, la intertextualidad, la subversión y deconstrucción. Estas vanguardias proporcionan herramientas para el análisis y relación de los signos que en escena comunican significados complejos y multidimensionales.
Los signos en una puesta, para alcanzar la debida cualidad del movimiento y de las acciones, al ser percibidos como expresión escénica, deben conjugarse en una performatividad que no solo describa, sino que cree con artisticidad: la calidad y expresión artística del movimiento no solo por la ejecución técnica sino por el diapasón de ideas, emociones, narrativas que desde el cuerpo influyan en la percepción espectatorial como proceso de construcción de significado.
Considerar la dramaturgia como un proceso mediante el cual se compone y estructura una obra de teatro es reducir el concepto que el ballet es de hondura primigenia, aunque no haya relevancia de la palabra en la danza.
La dramaturgia en el ballet une formas y figuras que pueden no contar historias pero que componen variaciones de imágenes que producen sentido. Cada escena, cada secuencia, cada fragmento tiene su dramaturgia. Las relaciones y entrelazamientos entre los componentes constituyen una organización particular donde se devela la unidad, la religación dramatúrgica que hace posible el hallazgo cualitativo de la puesta en escena.
El ballet es la resultante de un proceso colaborativo entre coreógrafos, bailarines, músicos, diseñadores. La dramaturgia define los eventos y cómo estos se desarrollan coherentemente para animar la producción de sentido del espectáculo donde el espectador agrega su imaginación e ideas.
Existe una dramaturgia global en la puesta en escena de un ballet y una dramaturgia para cada bailarín, una dramaturgia para el coreógrafo. Incluso hay una dramaturgia del espectador al vincular lo que ve en el espectáculo y genera sus propias reacciones emotivas e intelectuales.
La dramaturgia en el ballet ya sea clásico o contemporáneo permite narrar historias a través del movimiento, la música y la expresión corporal, sin necesidad de pronunciar palabra. El libreto es la coreografía que actúan los bailarines quienes sustancian la trama con sus interpretaciones físicas que son permeadas por los poderosos efectos de la esencialidad emocional y narrativa de la música y de los materiales visuales que acompañan la puesta en escena.
En el ballet clásico como en el contemporáneo la dramaturgia comparte diferencias y puntuales similitudes.
En el ballet clásico se desarrolla una dramaturgia tradicional en tanto su narrativa de linealidad definida se apoya en cruciales técnicas y formas de movimientos codificados desde una estilización precisa. Por su parte el ballet contemporáneo incorpora movimientos más fluidos y naturales que propician la creatividad individual, pueden utilizarse técnicas mixtas desde otras disciplinas danzarías que no persiguen las estrictas reglas de postura, alineación, simetría y ligereza en cuanto a la expresión corporal.
La comprensión narrativa por parte de los bailarines hará que los movimientos, cuidadosamente diseñados, trasmitan la gravitación, la gracia, la figuración narrativa. Es una forma de dramaturgia única. El lenguaje del cuerpo es el vehículo principal para contar historias y evocar sentimientos profundos. Y digo contar historias porque personalmente no considero la abstracción absoluta del movimiento por el movimiento.
En el orden dramatúrgico el bailarín es creador de sus propios significados. Actúa como elemento centrifugador del movimiento corporal y sus distintas líneas expresivas espacio-visuales. En esta perspectiva podemos calibrar la interpretación individual donde los signos de la danzalidad se consolidan y no se desvanecen en una mecánica.
Al respecto Patricia Cardona ha desarrollado ampliamente este aspecto en su libro La dramaturgia del bailarín o el cazador de mariposas donde las ideas, narrativas y emociones del intérprete se desarrollarán en la medida que el bailarín reconozca la capacidad expresiva de su cuerpo. No solo la técnica interviene sino también la formación el orden teórico, mediante la interdisciplinariedad que crea una experiencia cognoscente significativa culturalmente que ensancha el horizonte de la capacidad de contar a través del movimiento.
Patricia Cardona en Del Bios escénico a la poética del bailarín/actor, otro de sus libros, explora una fecundante conexión entre la corporalidad humana y la expresión artística. Ese enlace constituye un baluarte para el desarrollo de la dramaturgia desde la inherencia de la naturaleza humana y la danzalidad que activa un accionar propio.
Las dinámicas dramatúrgicas en el ballet desarrollan una lógica estética que fundamenta la discursividad del movimiento. Las emociones y acciones de la corporalidad se organizan a través de los parámetros condicionantes dictados por la correspondiente inducción estética y estilística.
Desde el núcleo de convicción dramatúrgica que es el movimiento corporal se germina significación, sentido y coherencia. Es la médula donde se produce la articulación estructural derivada de los presupuestos estéticos regidores para lograr el debido espesor de los procesos significantes.
Foto de portada: Argel Ernesto González