Por Frank Padrón
Dos espectáculos, desde diversos lenguajes (el verso representado, la danza) rindieron, recientemente, homenaje a Federico García Lorca, víctima del fascismo español dentro de las tinieblas franquistas. Por ello la luna fue en muchos de sus poemas y dramas una suerte de símbolo de la esperanza, de la luz que iluminaba aun en la más oscura noche.
Federico, Premio de actuación en el Mejunje 1995 y de Puesta en escena en Camagüey al año siguiente, es una pieza que acompaña y por tanto es emblemática para el grupo Teatro D´Dos hace 30 años. La obra retornó a la escena justamente celebrando esas tres décadas de provechosa andadura, en la sala Raquel Revuelta. Con esta puesta su director, Julio César Ramírez rinde homenaje al gran poeta y dramaturgo andaluz mediante una selección de su teatro y su poesía.
Dos actrices en escena bastan para que evoquemos los peculiares universos lorquianos sobre todo trayendo de nuevo al escenario personajes que han trascendido su obra para instalarse en el imaginario universal: Doña Rosita la soltera, las hijas de la feroz Bernarda, Pepe el Romano…, junto a estrofas de esa poesía tan intensa y visceral, pero también elevada y sutil.
Logra hilvanar el director cada trozo dramático o lírico de modo atinado y coherente, los movimientos de las dos actrices resultan sincronizados y por ello convincentes, el trabajo previo de selección y montaje ha sido tan riguroso que apenas se percibe la transición de una pieza a otra.
Claro que el gran peso de la puesta descansa en el desempeño de Daysi Sánchez y Yakelin Rosales. Ambas asumen y trasmiten esos desgarradores y singulares universos lorquianos: gestos, proyección eufónica e intencionalidad se ponen en función del texto y la representación; es una lástima que un pobre trabajo lumínico –por dificultades materiales de la sala en tal sentido- no ayuden en la consecución de atmósferas y una ambientación más enriquecedora, como sin dudas la escritura y su plasmación escénica merecen, pero de cualquier manera es un espectáculo que sigue vivo, vigente y cumple su objetivo de homenajear al gran escritor español y universal.
Danza Retazos presentó hace poco Las lunas de Lorca, coreografía de su directora, la maestra Isabel Bustos partiendo también de segmentos del teatro (Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, Yerma…) y la poesía lorquianos (el Romancero gitano y otros textos).
Resulta admirable la organicidad y plasticidad de solistas y cuerpo de baile interpretando con verdadero virtuosismo en muchos casos, los símbolos del célebre escritor granadino y la manera en que estos se trasmutan en sustancia danzaria: la nocturnidad, el astro que dicen el fusilado invocó mientras ya agonizaba, los personajes femeninos emblemáticos de aquellos dramas extraordinarios que radiografiaron el carácter y la asfixiante situación social de la mujer en la época con problemas que no obstante la trascienden para tornarse universales (la maternidad frustrada, el deseo insatisfecho, el matrimonio conveniado, la soledad, el matriarcado castrante…).
Luego, la participación en vivo del guitarrista y compositor Josué Tacorante aporta vitalidad a la representación y agrega matices a la tan decisiva música –quizá un tanto reiterativa en los inicios- así como a las reveladoras luces del también productor y sonidista Alexander Sosa.
Lorca, en fin, sigue hablándonos, emocionándonos y enseñándonos desde la perspectiva de teatristas y coreógrafos.
Foto de portada: Las lunas de Lorca, Danza Teatro Retazos. Foto Buby Bode.
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