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El Teatro Kabuki En La Habana: ¡Kyoya!

Se presenta el reconocido actor de Kabuki, Kyozo Nakamura, ante un público entusiasta en el Teatro Martí de La Habana. Foto Mauricio Guerra.
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Se presenta el reconocido actor de Kabuki, Kyozo Nakamura, ante un público entusiasta en el Teatro Martí de La Habana. Foto Mauricio Guerra.

Por Esther Suárez Durán

Noches de lujo las de este fin de semana en el Teatro Martí donde ha tenido lugar una singular presentación del afamado Teatro Kabuki en La Habana, con el Maestro Kyozo Nakamura, reconocido actor de Kabuki a quien tuvimos el privilegio de disfrutar en dos números artísticos: bailes de las obras Fujimusume y Shakkyo, siempre en la caracterización de una Onnagata, que es el nombre del personaje femenino creado y actuado por hombres en el teatro kabuki.

Antes de cada actuación funcionarios de la Embajada en coordinación con el Maestro Nakamura ofrecieron una explicación del tema de cada obra. En breves palabras expusieron la historia y esencia del teatro kabuki, acompañados de un interesante material visual, así como el origen del término, que viene de los kabukimonos, nombre que se les daba a los vándalos en épocas lejanas, puesto que el kabuki, término bajo el cual originalmente se refieren las danzas y canciones populares, aparece en el siglo XVII y, obviamente, se trata de un teatro popular.

Foto Mauricio Guerra

Un momento inolvidable fue aquel en el cual el propio Maestro Nakamura brindó una precisa explicación de qué era una Onnagata y cómo un actor, es decir un hombre, crea en este teatro la figura escénica de una mujer, e ilustró cada uno de los pasos que van transformando el cuerpo hasta conseguir el modelo anhelado: cómo se juntaban los omóplatos, cómo luego se lograba la necesaria suavidad para la postura de hombros caídos, se sacaba el pecho, se juntaban las rodillas para caminar y las puntas de los pies eran dirigidas hacia dentro al dar cada paso.

Téngase en cuenta que el propio Maestro cumplió el programa de entrenamiento para actores de Kabuki del Consejo de Arte Japonés en un plazo de diez años, tras los cuales integró la familia profesional de Nakamura Jakuemon IV y recibió el nombre artístico de Nakamura Kyozo de manos de su maestro, pero no fue hasta doce años después, en 1994,  que fue promovido a nadai, que significa “actor digno de aparecer en los anuncios del Teatro Kabuki”.

Desde 2005, Kyozo Nakamura es reconocido como miembro para la preservación del Kabuki y actualmente enseña en el Centro de Entrenamiento de Actor de Kabuki en el Teatro Nacional, sus cualidades como pedagogo y comunicador y su peculiar carisma quedó evidenciado ante el público cubano.

Foto Archivo Teatro Martí

Con ayuda en la traducción de una de las funcionarias a cargo de los Asuntos Culturales de la Embajada de Japón en Cuba, el Maestro Nakamura dio a conocer luego algunas de las codificaciones de la actuación para representar una Onnagata en este tipo de teatro: cómo, por ejemplo, se debía representar a una señorita de cierto linaje, cuidando de que las manos quedasen fuera del alcance de otras miradas al estar  cubiertas por la manga del traje, cómo el simple movimiento del dedo índice al apuntar hacia sí mismo era capaz de indicar la edad de la mujer representada de acuerdo con la posición en que se mostrara dicho dedo de cara al público, y después explicó y mostró – de una graciosa manera-  cómo se expresaba el llanto y cómo se manifestaba la risa, solicitando, a continuación, a la audiencia que lo acompañara en este ejercicio.

No fue este momento, por cierto, el único que reclamó la participación del público, ya antes sus colaboradores en el escenario habían llamado la atención acerca de que en el primer número,  la danza de Fujimusume, tendría lugar un Hikinuki, esto es un rápido cambio de vestuario ante la vista del público; en realidad, un movimiento virtuoso, dado que se realiza de una sola vez en brevísimos segundos, y  de cómo era costumbre en el Teatro Kabuki que el público expresara su aprobación o admiración por el desempeño del actor en escena diciendo en voz alta el nombre de su familia artística para esta ocasión, que en el caso del Maestro Nakamura se revela en la palabra Kyoya.

Tal palabra se escuchó en labios de la audiencia varias veces durante la noche, en particular mientras se realizaba el segundo número, que corresponde a la obra Shakkyo, en el cual el actor interpreta a una leona y aparece ataviado con una hermosa y espléndida peluca roja que a partir de determinado punto mueve con una energía impresionante y se torna  el elemento protagónico de la escena, creando imágenes de una restallante belleza donde la visualidad produce un fascinante disfrute estético.

Foto Archivo Teatro Martí

Como generosa muestra de cariño hacia el público cubano, en esta oportunidad la actuación del Maestro Nakamura culminó al ritmo de una conocida canción de la mítica agrupación musical cubana Los Van Van, que el público asistente palmeó y coreó con inmenso júbilo.

El agradecimiento a la Embajada de Japón en Cuba y a las autoridades gubernamentales de ambos países, con sus respectivas instituciones, por hacer posible estas memorables jornadas de intercambio que celebran los Noventa Años de Relaciones entre nuestras naciones y se suman a los festejos por el aniversario 500 de La Habana.

Resulta un gusto añadido que la presentación del Teatro Kabuki en Cuba se haya producido justamente en el Teatro Martí, coliseo del teatro popular cubano, al cual acudió en estas dos noches de representación una parte significativa de su público de siempre, a pesar de las cuatro décadas en que por el estado constructivo del inmueble y las dificultades que planteaba su rescate el teatro hubo de guardar silencio.

Desde el instante de su reapertura, cada vez que la ocasión ha sido propicia para ello este público, de una fidelidad que inspira a la meditación, se ha hecho visible, mezclado, a veces, con figuras reconocidas de la intelectualidad cubana, con turistas, siempre con los jóvenes segmentos de espectadores que se asoman al ejercicio y disfrute de la cultura, quizás para recordarnos la maravillosa fuerza que emana del arte de las tablas cuando este se asienta en la genuina comunicación con su pueblo.