Por Norah Hamze
En una corta estancia en la ciudad de Miami, entre finales de Julio y principio de Agosto (a diferencia de visitas anteriores), me sentí atraída por la programación teatral que incluía títulos de estreno de nuestros dramaturgos Abel González Melo y Yerandy Fleitas.
Entre los días 11 y 20 de julio se celebró el 34 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, en el que participaron producciones de Argentina, Chile, España y Estados Unidos. El estreno mundial de La Bayamesa, de Abel González Melo, fue una de las obras incluidas en el programa del evento, a cargo Teatro Avante, institución cultural sin fines lucrativos fundada en 1979 con el propósito de preservar la herencia cultural hispana. La puesta en escena estuvo respaldada por un equipo de creación de cubanos, radicados de manera permanente o por estancia temporal en esa ciudad.
Aunque la cultura cubana no es lo más promovido en el panorama de aquel lugar, como dato curioso, en esta trigésima cuarta edición del Festival se reverenció la figura de la dramaturga, directora, maestra y artista María Irene Fornés, cubana que nace 1930 en La Habana, emigra a los Estados Unidos en 1945, e interesada por los estudios de pintura se traslada a París en la década de 1950, donde se pone en contacto con el Teatro del Absurdo y la obra de Samuel Beckett. De vuelta a Nueva York se dedica por entero a la creación teatral. Su obra relevante como dramaturga y directora la ha convertido en referente obligatorio del teatro cubanoamericano para los que residen en ese país.
Inspirada en la vida y la valiosa obra poética de la cubana María Luisa Milanés (1893-1919) el reconocido y multipremiado dramaturgo Abel González Melo, nuevamente hace gala de su audacia y capacidad creativa para elaborar un texto hermoso, en el que logra armonizar el lirismo de la poesía de su protagonista con las ansiedades y angustias de una joven patriota, opuesta a los dogmas de la época, cuyo padre con tanta fuerza, quebranta sus aspiraciones.
A partir de la poesía de María Luisa Milanés y de la fábula creada por González Melo sobre los acontecimientos de su vida, se nos descubre la valentía y el talento de una joven bayamesa; un ser apasionado que se aferra a la lucha de la mujer contra la opresión social y los condicionamientos culturales de su tiempo. Asimismo, el autor saca de la penumbra la valía de una cubana no ubicada en el sitio relevante, que considera le correspondería dentro del romanticismo poético nacional. La audacia de la pluma de Abel González Melo y la pasión con que cada uno de los creadores que interviene en el montaje asume su rol, eleva el texto de esa historia local al rango de un conflicto universal que aún padecen muchas mujeres en el mundo.
La puesta en escena ha contado con un equipo creativo en el que sobresale el empaque en el diseño de escenografía, vestuario y utilería de los cubanos Jorge Noa y Pedro Balmaseda, equilibrado con la cuidadosa labor de los realizadores y la iluminación. Destacan las interpretaciones de un elenco experimentado en que el protagonismo descansa en Yani Martín (actriz egresada de nuestra Escuela Nacional de Arte) y se complementa con las también relevantes actuaciones de Julio Cordero, Marilín Romero, Alina Interián y Pedro Lofortez. Todos bajo la meticulosa dirección artística de Mario Ernesto Sánchez y la asesoría dramatúrgica de Beatriz Rizk, han logrado colocar la atmósfera y los conflictos en el justo lugar que solicita un texto cargado de lirismo, afianzado en la palabra, que acierta en el manejo de todos los lenguajes de la escena, para hacerla exitosa.
Dentro de la temporada de agosto ARCA Imágenes, otra organización de producción artística sin fines de lucro fundada en el 2001, bajo la dirección artística de Nilo Cruz desde el 2013, llevó a escena en una pequeña sala para presentaciones íntimas y experimentales del Miami-Dade County Auditórium (uno de los mejores centros de artes escénicas del sur de La Florida), la obra Estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia, del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce (1957-1995), con dirección de Larry Villanueva. La obra cuenta la historia de tres hermanas, la madre y la abuela, quienes por mucho tiempo esperan el regreso del único hombre de la familia (que en este caso es hermano, hijo y nieto) y se asombran e inquietan por su regreso. A partir de los recuerdos, cada quien lo reconstruye a su manera, y en esa fabulación van aflorando los conflictos individuales, lo que esconden y lo que piensan, en una interrelación de connivencias manifiestas.
Un argumento aparentemente simple, pero muy atractivo por la manera en que discurre, redimensionado por una puesta en escena en la que se logra trabajar los diferentes planos narrativos con dinamismo, pulcritud en la imagen general y el trabajo interpretativo, de manera que la reiteración constante del texto y las situaciones son aceptadas y digeridas fácilmente por el espectador, al que de continuo se logra sorprender, en un juego de representaciones activo e ingenioso.
Cinco mujeres, actrices bien entrenadas, con dominio sobre la economía gestual, el buen decir y el manejo de las emociones, se desempeñan con comodidad en un montaje guiado por el dinamismo y la acción vivaz, en concilio con los silencios y la quietud que por momentos se adueña de un espacio determinado en contraste con otras zonas de la escena. Se destaca la afinación en las actuaciones; Zully Montero, experimentada actriz muy reconocida en la televisión hispana y el teatro en Estados Unidos, reafirma sus cualidades histriónicas; Beatriz Valdés absorbe por su sensibilidad, técnica depurada y rigor interpretativo, Yani Martín con derroche de expresividad, fuerza dramática y dominio de la escena cautiva durante toda la obra; por su parte la joven Laura Alemán despliega una actuación muy convincente que revela su crecimiento profesional y armoniza con Alina Robert, otra joven actriz cubana que proyecta grata frescura y organicidad. El virtuosismo interpretativo de conjunto se alza como valor indiscutible en el montaje, logrado por la complicidad, equilibrio y pasión desbordada conque defienden el texto y sus personajes.
La visualidad de la puesta, a cargo de los diseñadores Jorge Noa y Pedro Balmaseda, convence una vez más de la creatividad y suficiencia de los mismos para hacer un diseño atractivo y funcional, que en esta oportunidad juega con el espacio, los niveles y los contrastes, además de sintetizar el ámbito de representación con elementos que inciden en la intimidad y el ambiente doméstico que se recrea. Todo fluye en un montaje para poner de manifiesto la competencia de la dirección artística del también actor y profesor Larry Villanueva.
La premura por el regreso me impidió asistir al estreno mundial, el 8 de agosto, en el teatro Habana Fama de la pieza Maneras de usar el corazón de Yerandy Fleitas, obra premiada en el Concurso Virgilio Piñera 2018. Dirigida por Alberto Sarraín y con la participación de Iliana Mansur como asesora del montaje y productora desde el Archivo Digital de Miami, la resonancia sobre las virtudes del texto, la puesta en escena y la recepción de los espectadores, no se hizo esperar en espacios publicitarios de las redes sociales y en la prensa plana.
Protagonizada por la talentosa y reconocida actriz Ismersy Salomón, graduada de nuestra Universidad de las Artes (ISA), el elenco de cubanos, contó además con la destacada participación de Michelín Calvert, Araina Breguet y Raúl Durán, entre otros actores que han dejado el testimonio de su competencia en nuestros escenarios, como integrantes de agrupaciones teatrales que se precian de haberlos tenido en sus repartos.
Durante la estancia en Miami, alejada de mi espacio de vida y de creación profesional, cercana a estas expresiones teatrales, pude experimentar el goce de sentirme entre colegas, entre cubanos, dejando a un lado el “de aquí o de allá”; porque además de que con algunos he compartido el escenario o la creación cotidiana en este mi país, intervinieron otros investigadores y teatristas que mantienen un asiduo intercambio con nuestro movimiento teatral. Como espectadora, pensaba sencillamente que asistía a un momento de reanimación del teatro en la ciudad y sentía orgullo por la notable presencia de cubanos que por su talento, estaban implicados en ese impulso.
En días posteriores a mi regreso recapacitaba sobre esas puestas en escena; sobre la producción teatral en nuestros escenarios nacionales y la creación artística cubana en general, dentro de lo universal. En esa estancia pude distinguir la cubanía en un ejercicio vigoroso, que va afianzándose con la pretensión de consolidar un movimiento teatral, pese a la responsabilidad individual por la existencia. Pude discernir, que más allá de la ubicación espacio-temporal, somos potencia culturalmente por el compromiso real con las raíces y proyecciones culturales auténticas de la nación cubana.
En portada: La Bayamesa, Foto Artezblail