Por Roberto Pérez León
¡Guan Melón! ¡Tu Melón! es el título que puso El Ciervo Encantado este marzo en cartelera. Se trata de una reposición, aunque yo la veo por primera vez; de nuevo siento esa unidad y lucha de contrarios que me invade ante un montaje de este colectivo teatral que demuestra perspicacia cognitiva y apoderamiento al llevar a escena pedazos de lo nuestro con invención teatral.
Tengo que decir que ¡Guan Melón! ¡Tu Melón! no sé si me gustó o no, lo cual no es óbice para asegurar que se trata de un montaje cautivante por su poderosa energía visual.
Por cierto, no vi el melón por ninguna parte, sin embargo, su frescura se hacía notar a la vez que su repletes, porque el melón refresca, pero repleta y llega a indigestar.
Nelda Catillo en la dramaturgia y la dirección, además en la selección musical y los diseños, y en escena: Mariela Brito, Yindra Regüeifero y José Carlos Sánchez logran, con múltiples intersecciones y vigencias, una sustantivación de parte del hoy por hoy de lo cubano.
¡Guan Melón! ¡Tu Melón! no es un performance, es una consolidada puesta en escena que indaga y se detiene en una realidad particular. Reconfigura, como corresponde a todo objeto estético, mediante la expurgación, la convivencia entre la subsistencia cotidiana, el choteo y la espiral concéntrica del turismo internacional que viene llegando. Entre postales se mueve esta pieza hecha a base de una razón de plenitud bíblica: «te ganarás el pan con el sudor de tu frente».La puesta está recorrida y sustentada en el ejercicio de una comicidad que se vale de la exhibición del ridículo que hacemos para congraciarnos con los turistas. Y que paguen. Todo vale. El congraciarse resulta patético pese a ser una manifestación con la lógica placentaria de un espectáculo callejero.
Sí, ¡Guan Melón! ¡Tú Melón! es la sagaz teatralización de un espectáculo callejero que forma parte de la cotidianidad sin máscaras del paisaje urbano, sobre todo en la parte más vieja de la capital.
¡Guan Melón! ¡Tú Melón! es transparente, es orgánico porque se mueve con un aparato iconológico auténtico, sin mimetismos ni medias tintas. Así nos mostramos al turismo. ¿Cómo nos verá el turismo a nosotros y cómo nosotros los vemos a ellos?
El espacio escénico está custodiado por dos pinturas murales que laten desde las paredes laterales. Tienen esos grandes planos adyacentes figuras hipostasiadas en el ánima de aquéllos lienzos de Antonia Eiriz, guardianes y portadores de sombras con emisiones que empatan o zurcen rotos y descocidos; a ambos lados del escenario, con mucho aire por los cuatro costados, están plasmadas siluetas de un frenesí que pareciera que podrían invadir la representación; contundente legión de ángeles, caídos o disfrazados o engendrados en una pesadilla de divina monstruosidad, vigila o resguarda a los personajes de ¡Guan Melón! ¡Tú Melón!
En poco menos de una hora contamos con la omnipresencia de dos personajes encallados en una boya inmóvil que se erige como espacio privilegiado, custodiado, resguardado, protegido contra vientos y mareas inexistentes.
Otro personaje de traslación perenne hace nerviosas entradas y salidas, irrumpe sin ton ni son en medio del sonsonete constante de los de la boya que no paran de tocar con maracas y claves y cantar en una cantaleta desafinada.A los tres pareciera que les han dado una cuerda que les permite un movimiento de barroquismo gestual desemejante y no causal.
Lo cierto es que el tríptico se mueve en una topología vacua, pero que a la vez desborda y sopla una gravitación poderosa en su letanía. Letanía que es constitutiva de la dramaturgia de la puesta; puesta árida en su progresión dramática; y, sin embargo, el nivel perceptivo no se agota; siempre se está esperando una prolongación de la fábula que nos sabemos al dedillo por su irrestricta cualidad callejera.
Yindra es el personaje que espasmódicamente entra a escena y nos apela por medio de maniobras discursivas ingeniosas.
Cada vez que aparece lo hace con un cuento distinto: ella está en la insoslayable necesidad, aunque dice ser estudiante del Instituto Superior de Arte, de ingeniárselas para completar el mes haciendo lo que haya que hacer, porque hay que sobrevivir, y punto.
Mientras los dos personajes de la boya viven en un limbo sonoro, Yindra tiene que afrontar “carretas y carretones”, debe darle con todo a las contingencias de la cotidianeidad: vende bombones, da clases particulares de baile a los extranjeros, hace estatuas vivientes, es guía turística privada y si tiene que ser íntima lo será.
Cuando Yindra aparece en escena los de la boya se ralentizan tocados por un espacio-tiempo susurrante, producen un balbuceo que acompaña el magnífico performance actoral de la propia Yindra Regüeifero.A Yindra Regüeifero pude verla en PIB 2018. Una joven espléndida en su sorprendente expresividad corporal. Actriz-bailarina con una presencia preñada de intensidades y desajustes energéticos.
Su significado expresivo conforma una cinésica de desplazamientos y disposiciones escénicas como situación de comunicación gestual que semantiza y resemantiza lo real cotidiano con total autonomía performática.
Yindra semiotiza con transparencia fenoménica sin metamorfosis ficcional: lo raro y la rareza de una ecuación de espacialización donde el trabajo actoral crea sus propios límites y manifestaciones venturosas.
En ¡Guan Melon! ¡Tu Melón! Yindra Regüeifero tiene la agudeza y geometría somática que le vi en PIB 2018. No lo señalo como deficiencia, solo que para mí esta joven actriz es una revelación, sus composiciones corporales escénicas podrían ser indicios, entre nosotros, de un lenguaje danzario-teatral, tanto para la danza como para el teatro por separados, o para la danza-teatro o el teatro de expresionismo corporal.¿Qué hay de ¡Guan Melón! ¡Tu Melon! en PIB 2018 o qué tiene PIB 2018 de ¡Guan Melón! ¡Tu Melón!?
¡Guan Melón! ¡Tu Melón! es una representación que, como acto sémico, consigue que en el espacio escénico global se conforme una presencia indicial de condición artística soberana, armada entre la realidad física y la simbólica. Acto sémico en tanto aparece como señal, indicio, como algo perceptible por medio de sus dimensiones sintácticas, semánticas y pragmáticas.
Como toda manifestación semiótica tiene posibilidades denotativas y connotativas; aunque la progresión dramática es pobre se conforman expectativas mediante la correlación de los sistemas significantes: diseño de luces y escenografía, banda sonora, actuaciones.
La realización escénica de ¡Guan Melón! ¡Tu Melón!, en sus componentes estéticos e ideológicos, demuestra la capacidad de Nelda Castillo para armar un montaje donde la estructuración de las sustancias hace de sus representaciones un espacio plástico de dialéctica e inmanencia compositiva incesante.
Si voy a ser pleno en mi consideración sobre esta puesta en escena de El Ciervo Encantado tengo que decir que de ¡Guan Melón! ¡Tu Melón! uno de los momentos de soberbia efectividad teatral fue el final: apagan las luces y al encenderlas de nuevo las tres actrices (hay un travestido) aparecen en escena libres de los atributos de las poses actorales y se muestran, eso es, se muestran como en una vidriera, se exponen inmutables; y, todo el tiempo que dura el merecido aplauso, se mantienen inmersas en una atmósfera inexistente, soplada por las mismas figuraciones plásticas de los costados que estuvieron intermediando, de manera sigilosa, como juglares reposados, la representación.
Un saludo nada tradicional, sin sonrisas, ni aplausitos para agradecer los aplausos, sin inclinaciones reverenciales, nada de sonrisas, un saludo que completa la dramaturgia de ¡Guan Melón! ¡Tu Melón!
Fotos cortesía de El Ciervo Encantado
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