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Videodanza como objeto-imagen donde el ojo digital decide (Segunda entrega)

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Por Roberto Pérez León

Existe un ovillo entre los descriptores que pueden corresponder a un videodanza como dispositivo para hacer ver: Objeto-imagen; Imagen-tiempo; Imagen-movimiento; Obra autorreferencial; Espacios imposibles; Figuras que burlan el espacio euclídeo; Narrativas abstractas; Deleite intelectual; Conciencia cinematográfica; Digitalización danzaria; Danza digitalizada; Digitalización dancística.

Entre ellos se hace una madeja de recursos de enunciación, de subjetivación que distribuyen el movimiento entre lo visible y lo invisible, desde un régimen multilineal de fuerzas kinésicas y coréuticas que entrecruzan, mezclan, fracturan estéticas ahorquilladas bajo un régimen de la luz poderosa:

“La danza es una vida interior pero hecha enteramente de sensaciones de duración y de energía que responden las unas a las otras, formando una especie de recinto de resonancias. Esta resonancia, como cualquier otra, se comunica: parte de nuestro placer como espectadores consiste en sentir que nos ganan los ritmos y que bailamos virtualmente”.[1]

El poeta francés en su ensayo explora el papel de la percepción y de las acciones físicas en el proceso de la creación de imágenes únicas en la danza. Por otro lado, Gilles Deleuze, otro francés, filósofo de profesión, nos proporciona un paisaje conceptual que permite llegar a la hondura de la danza desde la imagen.

Así, la teoría de la danza puede apoyarse en el pensamiento filosófico de Gilles Deleuze, sus conceptos contribuyen a la epistémica de la danza contemporánea incluso sin haber sido la danza una prioridad dentro del pensamiento deleuziano.

En ¿Qué es la filosofía? Deleuze se adentra en la noción de obra de arte y nos dice: “Composición, composición, esa es la única definición del arte. La composición es estética, y lo que no está compuesto no es obra de arte”.

¿Ese compuesto qué composición debe tener para que suceda el hecho artístico? Alrededor de esta pregunta es que quiero abordar la presencia del universo bits en la danza entre nosotros, donde considero que debería haber un mayor requerimiento por parte de la gestión cultural, ya sea desde lo académico como desde lo institucional.

La digitalización en el territorio danza produce una reterritorialización que luego de un particular proceso de significación puede dar lugar a un objeto-imagen (videodanza…), poblado por un “conjunto de imágenes–movimiento; colección de líneas o figuras de luz; serie de bloques de espacio–tiempo” (Deleuze) que prescinde de la escena, el tiempo, el espacio convencional.

Desde perspectivas multisensoriales las maniobras digitales, las conversiones digitales conciben nuevas formas de movimiento en espacios imposibles en un escenario físico.

Entre el universo bits y la danza contemporánea existe el establecimiento de un territorio de carácter interdisciplinario. Las imágenes son argumentos a partir de ver la danza desde una mirada digital que en ningún momento se representa, sino que es presentada en una narrativa visual a través de “bloques de movimiento-duración”, término del pensamiento cinematográfico de Deleuze.

Al experimentar la danza desde un dispositivo digital es requerida la percepción del movimiento corporal no como representación. Cuando desde la captura se somete el movimiento a una reconfiguración, se transforman las fuerzas sensibles, creándose una forma de percepción particular del tiempo y del espacio.

Los artistas digitales son una presencia transformadora en el territorio de la danza al dar origen a experiencias sensoriales y emocionales más allá de la contemplación intelectual.

La danza colabora con la digitalización. La digitalización no es una herramienta para la danza. Entre lo físico, lo virtual y lo digital existe una fenomenología de la estética de la poética de la danza y de las artes audiovisuales.

Poética que sospecho carece entre nosotros del desarrollo de un corpus teórico que desde la formación académica contribuya a que los nuevos bailarines y coreógrafos exploren el espacio y el movimiento en el universo bits.

No se trata de una maniobra estéril de ocurrencias formales. Estamos ante un suceso que tiene su propio orden teórico y gnoseológico.

El objeto-imagen resultante del agenciamiento entre danza y digitalización es una comunidad de naturalezas en espacios potenciales asistidos por la invención de bloques de “movimiento-duración”.

El objeto-imagen debe existir en sí mismo, sostenerse por sí mismo como bloque de sensaciones, producir perceptos y afectos; y, constituirse como nuevo territorio luego de la reterritorialización producto de una minuciosa composición ideo-estética.

En la filosofía de Deleuze y su colaborador Guattari se argumenta las particularidades del arte, la ciencia y la lógica. La ciencia y la lógica se rigen por funciones y conceptos como elaboraciones teóricas, no como presupuestos para hacer significar, lo que sí sucede en arte donde rigen perceptos y afectos que inciden en nuestras percepciones y emociones.

En la alquimia del universo bits se logra la materialidad del objeto-imagen como figura que engendra fuerzas sensibles: afectos y perceptos independientes, suficientes por ellos mismos.

Los perceptos son las percepciones puras que el arte genera y que van más allá de la experiencia cotidiana de ver y entender el mundo, tienen una independencia de quienes los experimentan.

Los afectos son emociones y sensaciones que el arte evoca y que no son personales, sino que se constituyen como fuerzas que transforman nuestra manera de sentir y relacionarnos con el mundo, fuerzas que se valen por sí mismas y exceden cualquier vivencia individual.

El objeto-imagen genera su propia percepción y afección sobreponiéndose a las sensaciones de los espectadores y de los creadores. Los perceptos y afectos conforman un bloque cohesionado en una sintaxis que hace que se sostenga por sí mismo.

Ese objeto-imagen debe tener ecos y resonancias independientes de la danza y de la digitalización. Al darle nuevos significados al movimiento corporal y hacer ver lo que no se ve cuando miramos cotidianamente se constituye en potencia de enunciación a partir de la boyante inteligencia artificial, el código y la programación, el algoritmo, la lógica de la base de datos donde confluyen de manera singular la performance danzada con lo digital.

El objeto-imagen surge de una creatividad expandida. Las herramientas digitales amplían las posibilidades artísticas, permiten experimentar con movimientos y efectos visuales y sonoros imposibles en un entorno físico. Por otra parte, al colaborar en su concepción diferentes perspectivas creativas se exploran, expresa y configura un paisaje audiovisual que amplía y transforma los perceptos y afectos, ofreciendo nuevas formas de percepción y emoción tanto para los creadores como para los receptores.

El objeto-imagen que refiero exige un sentido espectacular intersemiótico donde claro que cabe una posición abstracta sin implicancias narrativas ni de adornación, sino constituyente de dramaturgias esenciales que no se reducen a efectos de fragmentación, disolución, simultaneidad, multiplicidad, no linealidad y muchos etcéteras más.

En portada: «Espacio – Tiempo», obra del artista cubano Adolfo Izquierdo en colaboración de la creadora Gabriela Burdsall, que formó parte de la exposición Espacio Interior, en la galería Palacio de Prado, sede de la Alianza Francesa de Cuba, realizada a principios de 2024. Foto Ángelo Rodríguez.

[1]Paul Valery en su Filosofía de la danza.

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