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Tributación A Los Maestros, A La Danza (+ Fotos)

"Tributo" constituye, además de un homenaje, un rompimiento con los presupuestos poéticos en que se desenvuelve el colectivo danzario.
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Carlos Acosta junto a Ramona de Saá y Ben Stevenson.

Por José Omar Arteaga Echevarría / Fotos Buby Bode

En las palabras iniciales del programa de mano Carlos Acosta expone claramente cuál es el propósito de Tributo, que constituye, además de un homenaje, un rompimiento con los presupuestos poéticos en que se desenvuelve el colectivo danzario: «Tributo es un homenaje a dos figuras principales en mi desarrollo profesional: nuestra Ramona de Saá y el estimado Ben Stevenson, dos grandes maestros, formadores de varias generaciones de bailarines».

Liliana Menéndez y Mario Sergio Elías en el pas de deux de La sílfide, de August Bournoville.

Cuando se hace un cambio, ya sea en la vida o en el ejercicio profesional, siempre hay un margen de riesgo asociado a las consecuencias o resultados. Acosta decidió correr algunos riesgos, la vuelta a las puntas, a la técnica del ballet tras más de cinco años sin subir a escena una temporada completa enmarcada en este lenguaje artístico. Fue un acto de valentía situar a los bailarines experimentados de la compañía y los jóvenes estudiantes del grupo artístico docente en el mismo espacio coreográfico.

Los resultados no fueron aciagos, la compañía salió airosa del reto que supone volver a la técnica académica, logró además una acertada mixtura donde apenas se distinguían los danzantes experimentados y los jóvenes discípulos. El profesionalismo de un equipo unido garantiza una buena factura.

Belles Lettres, de Justin Peck, interpretado por estudiantes de la Academia Acosta Danza.

La elección del repertorio recorre varios períodos históricos del desarrollo del ballet, desde el romanticismo, el período clásico, el neoclasismo y las estéticas más contemporáneas que fueron defendidas honrosamente. Es importante destacar en el programa la pieza Majísimo, creación del cubano Jorge García (1965), sabiamente se escoge esta vistosa coreografía que permanece en repertorio activo de las compañías de ballet cubanas.

Gabriela Lugo y Carlos Luis Blanco en La muerte del cisne, versión que recrea coreografías sobre las originales de Mijaíl Fokin y Michel Descombey.

Otro momento atinado es la presencia de dos piezas que convergen en el escenario, dos revisiones de La muerte del cisne, una de ellas sobre la original de Mijaíl Fokine y la otra sobre la creación de Michel Descombey.

Se crea una atmósfera onírica al combinar ambas coreografías que tienen elementos semejantes y dispares. A pesar de las distancias temporales, las diferencias de estilo y en la recreación del mito del cisne, ambas se entreveran en relaciones semánticas e intencionalmente se complementan.

Carlos Acosta y Laura Rodríguez en Don Quijote.

Como colofón, se proponen escenas de Don Quijote, coreografía del propio Carlos Acosta sobre el original de Marius Petipá y Alexander Gorsky. Como en todas sus creaciones, Acosta le imprime un “aire cubano”, ese con que bailó siempre.

Las escenas destacan por el colorido y la vivacidad. Se ve el flirteo, la ligereza de la Mercedes, la presunción de Espada, la desfachatez de los pícaros que beben y bailan desenfadadamente aportando comicidad a la obra.

Estas imágenes pueden ser recreadas en un barrio, un solar o una plaza, los códigos son cubanísimos. Esta versión, me atrevo a decir, se parece mucho a esta Isla, aunque esté innegablemente la obra literaria de fondo.

El pas de deux de Kitri y Basilio es un momento donde los intérpretes hacen gala del virtuosismo técnico, al ejecutar complejos pasos y los aplaudidos fouettés, para terminar en un bailable donde todos los danzantes participan de la celebración de la boda.

Ligeros detalles en cuanto al cuidado del estilo, la terminación de los saltos, giros y la interpretación de determinadas piezas que llevan una carga dramática considerable son pormenores a vigilar, mas no constituyen detractores del espectáculo, pues se advierte la presteza y constancia de los ejecutantes.

                                End of time, coreografía de Beng Stevenson.

Afrontar un giro en el quehacer artístico ha hecho a estos profesionales salir de la zona de confort, moverse a zonas de la danza que hacía tiempo no visitaban, incluso algunos las contactan por primera vez.

Llega el colectivo danzario a su oncena temporada, esta vez agasajando a dos grandes de la danza, una bailarina y consagrada maestra cubana, cariñosamente apodada “Cheri” y el excelso coreógrafo inglés.

                               Majísimo, creación del cubano Jorge García.

Siempre es un acto de honradez reconocer a los encargados de la instrucción y forja de la trayectoria artística, y más cuando se ha llegado lejos en el ámbito profesional, es por eso que esta consideración con estas figuras trasciende al hecho personal, pues expresó el propio Acosta en las palabras finales del discurso de presentación de la temporada: «La Danza es un todo. Queremos por tanto que estas funciones sean para amantes sin límites de la danza porque también a este arte le estamos rindiendo tributo.

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