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La construmática narrante del danzar: ¿sintaxis, camino, porfía?

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Por Noel Bonilla-Chongo

 Allí donde el cuerpo está escribiendo en libertad escribe la metáfora

Luisa Valenzuela

¿Danza-r/narrar en cuestión?:

  • ¿Cuándo es Danza?
  • ¿Cuáles son sus modos de presentación?
  • ¿Cómo asumir el proceso de creación coreográfica como un problema teórico?
  • ¿Cómo convertir una idea, una intención, en un acontecimiento escénico?
  • ¿Cuáles son las claves que nos guían en ese proceso de transferencia, de traducción, de transacción?
  • ¿Qué decisiones tomar, cómo hacerlo?
  • ¿Cómo proceder para acceder al material latente en cada intérprete?
  • ¿Cómo puede ser cada intérprete partícipe consciente de la creación?
  • ¿Cómo construir su propia dramaturgia?
  • ¿Cómo inscribir en el cuerpo y en el espacio las obsesiones, pasiones, superobjetivos poéticos de los fabuladores implicando al lector-espectador?
  • ¿Cómo apresar, retener, capturar, el desvanecimiento del instante tras aquel gesto que pretérito se torna como “objeto de búsqueda”[1], en la fugacidad de su ser en tiempo, en espacio, en acción?
  • ¿Podemos hablar de creación como originalidad, invención, descubrimiento, ante la variada y repetidas maneras de presentar la naturaleza de lo coreográfico?
  • ¿Qué hace diferente el uso del cuerpo, del tiempo y del espacio en aquella –cualquiera- propuesta coreográfica que se piensa propia en un panorama universal tan idéntico?
  • ¿Hasta dónde el proceso investigativo de una pieza coreográfica logra singularizarse en sus seducciones del lector-espectador?
  • ¿Dónde, en ese proceso y sus relaciones múltiples, se define la necesaria accumulation informacional del pensamiento coreográfico?
  • ¿Cómo hacer que ese saber “teórico” ensanche el accionar “práctico”?

 ¿Danza-r/narrar en razón?:

Se nos hace necesario amplificar y actualizar referentes y modos de investigación, análisis y recepción, para llegar a la escritura comprometida de/con la danza; pues, advertible es que:

  • La escritura contemporánea de la danza está más próxima de la noción barthesiana de “texto reescribible”, o sea, cuando se le permite al lector-espectador ser a la vez también escritor del material.
  • El cuerpo y su retórica corporal (tal como lo ve Foucault) se presenta como un conjunto de signos que tienen su poder resignificante en el material coreográfico.
  • La escritura coreográfica debe presentarse como artificio extrañante, donde lo común y cotidiano de la técnica y sus regodeos insignificantes, se redimensionen como experiencias extraordinarias.
  • La noción de danza no se limita a la clásica (demodé, por demás) idea de asociar y legitimar la coreografía en su ser de “flujo y continuidad” movimental.
  • El coreógrafo, en tanto supuesto autor, es un mero pretexto para la ordenación del material escritural; entonces, la autoría se ensancha a partir de la participación de danzantes y del lector-espectador.
  • Así, se reacomoda la nominación del bailarín, cambiando la noción de cuerpo perfecto por la de cuerpo en juego.

 ¿Danza-r/narrar en solución?:

Ya se ha dicho, si la danza es entre tantos otros posibles, corporeidad dinámica que experimenta el tiempo y el espacio a través de la intensidad, el juego, la demanda, la escucha y el sentido; el cuerpo del danzante para devolverse más operativo en el maderamen de hazañas delineadas en la coreografía, tendrá que expandir cada vez más sus posibilidades expresivas, asociativas, performativas. En la práctica dancística, seguimos bajo el paradigma del entrenamiento físico como axioma de un cuerpo en juego. Hecho que ha sido ganancia en muchas pendencias, pero que parecería haber llegado para instalarse en nuestro inconsciente como una suerte de hipnótico que nos impide aperturar el fenómeno del body functioning. Y ahí, donde el el cuerpo danzante está escribiendo en libertad, allí y solo ahí, escribe las metáforas. Él (cuerpo) nunca olvidará que no es pensamiento antes del movimiento; siendo el movimiento quien despliega un pensamiento del/en/sobre el cuerpo. Y de ahí, la construmática narrante del danzar como sintaxis, camino y también porfía que nos recuerda que el cuerpo en la danza seguirá siendo un activo agente de cambio.

 

[1] Y con ello, desafiar la atrayente idea que esbozara la historiadora y crítica francesa Laurence Louppe de que es el bailarín “la verdadera encarnación de Orfeo: no tiene derecho a volver sobre sus pasos, para no ver negado el objeto de su búsqueda” (Louppe, 1994: 32).

En portada: Bailarín Raúl Montero. Foto Yuris Nórido.