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Muñeca Rota: Una Briosa Revisita A María Antonia

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Concluyó en la sala Tito Junco la temporada de la obra Muñeca rota protagonizada por la actriz Monse Duany, con excelente aceptación del público

Por Roberto Pérez León / Fotos Buby

Muñeca rota estuvo a finales de agosto del pasado año en el Museo Nacional de Bellas Artes. Se trata de un montaje que produce el Proyecto Mujeres Fuente de Creación con el apoyo del Proyecto Persona y del Centro de Teatro y Danza de La Habana.

Este monólogo, que hace Monse Duany y dirige Pablo Guevara, cuando lo vi en Bellas Artes no me animó del todo. Ahora que ha regresado esta vez a la sala Tito Junco del Complejo Cultural Bertolt Brecht me he topado con un trabajo en el espacio escénico preciso al discurso actoral.  Muñeca  rota parte nada más y nada menos que de María Antonia, la antológica obra de Eugenio Hernández, uno de nuestros textos dramáticos mejor instalados; además, en 1967 Roberto Blanco la montó y desde entonces esa puesta en escenas es una de las más recordadas y referidas del teatro cubano en el siglo XX.

Cuando Muñeca rota se estrenó en Bellas Artes señalé algunos componente de la representación que consideraba ineficaces, tales como la administración -y valga el término- de los materiales escénicos, el poco arrojo performativo, la falta de innovación en la espacialidad gestual y escénica.

Sin embargo, en la representación que he visto en el Bertolt Brecht tengo que decir que la expresividad y el poder de la performance actoral de Monse Duany alcanzan  la serenidad y la desmesura del personaje, dentro de un diseño escénico que articula los sistemas significantes de la puesta y los integran a la logicidad de una diégesis que se nutre del súbito y la consonancia.

Ciertamente es un montaje dependiente del texto, cosa que en Bellas Artes limitó la práctica escénica; la actriz se ceñía demasiado a las demandas gestuales y vocales del texto. Ahora, en esta reaparición en el Bertolt Brecht de Muñeca rota tenemos el equilibrio suficiente y necesario entre las situaciones dramáticas que genera el texto lingüístico y las que son hilvanadas desde los sistemas de signos y por añadidura significantes que se conjugan como estructura única; la sintaxis logra una figuración escénica de la expresión discursiva con el efecto teatral preciso.  Las características físicas de la sala Tito Junco contribuyen a que la representación se consiga efectivamente como sistema significante que estructura la enunciación escénica global. Las luces, la escenografía, la música son textos dramáticos con los cuales se debe contar; y, esta vez, es notable la consonancia entre los diferentes materiales escénicos.

Muñeca rota es de una atrevida dramaturgia; convoca a los personajes de la obra inspiradora y los concentra en María Antonia; es dramatúrgicamente un texto organizado, con un punto de vista certero. El texto parte y se reparte desde la misma María Antonia que habla para sí y para el público. No se apela a la situación de diálogo sin que con ello dejemos de sentir la presencia de otros personajes. Hay dinamismo en las intersecciones que se producen en el discurso. Hay monólogo incluso a través de un dialogismo con escalas sin que se mude el sujeto de la enunciación.

Aquélla enmarcada espacialización de la que me quejé en la puesta de Bellas Artes, ahora en la Sala Tito Junco se desata en encomiable corpus de acciones corporales y simbólicas que se expande con la cohesión precisa para lo emblemático y la mímesis correspondiente. El espacio escénico pareciera que llega hasta nuestras butacas.

La demasiada dependencia textual de Muñeca rota, decía yo de la puesta que vi en Bellas Artes, limitaba la práctica escénica; sin embargo, en el Bertolt Brecht la actriz sobrepasa las demandas gestuales y vocales del texto y convence con su liquidez y fineza sobresalientes.Por la perfección de la performance actoral en un nuevo espacio escénico la Muñeca rota que acabo de ver ha “espectacularizado consecuentemente la obra que desde hace medio siglo resuena por sus valores teatrales.

Pablo Guevara ha armado un texto con ardor, se pudo meter en lo más medular de María Antonia y disponer, acordar y desajustar estructuras dramáticas contundentes para armar Muñeca rota.

Pablo Guevara no quedó atrapado en la canónica escritura dramática de Eugenio Hernández Espinosa; sobrevoló lo filológico, anduvo por las inmanencias de un texto sin fondo y se sumergió en él y sacó a flote Muñeca rota (en verdad no me gusta nada el título pero, bueno, acá no se trata de gustos sino de valores).

Con esta vitalización teatral que he sentido en Muñeca rota, ahora en el Brecht, he disfrutado el monólogo que se desarrolla como una extrema conversación animada por la María Antonia con nosotros y con los personajes que hicieron de ella un personaje, y que Pablo Guevara los ha delineados como entes fantasmáticos actuantes.

Monze Duany y Pablo Guevara hacen una audaz revisitación a María Antonia. Muñeca rota nos demuestra que los clásicos no son piezas de museo, ellos vibran en tiempos y espacios siempre nuevos, de ahí el porqué son clásicos.Pese a que el desarrollo ideológico del período de la concepción de María Antonia está muy distante del momento de la recepción de Muñeca rota, la puesta en escena ha podido incorporar concreciones, destacar valores para la producción de sentido y las prudentes significaciones. Ese es el reto de asumir a los clásicos.

La representación de Muñeca rota es una propuesta teatral que dilata un mensaje  con prácticas significantes renovadoras y provocadoras.  María Antonia no es una estampa very typical, tampoco es parte de un pasado superado. María Antonia sigue siendo una referencia de lo más popular.

En la sala Tito Junco del Bertolt Brecht acabo de ver lo que no vi en Bellas Artes hace meses. Muñeca rota tiene una consistente poética dramatúrgica y me ha permitido regresar con satisfacción al emblemático personaje del maestro Eugenio Hernández Espinosa.