Por Roberto Pérez León
Dogville es una película de Lars von Trier. Villa perro es un montaje para teatro que hiciera Sandra Lorenzo de la película del director danés quien es uno de los cineastas más intrépidos de la contemporaneidad. Entre la puesta en pantalla y la puesta en escena no es caprichoso percibir una osmosis entre los recursos, no digo cinematográficos, sino netamente teatrales.
Villa perro queda signada una vez que se conoce la película. Aunque no podemos hablar de una puesta en escena, digamos de teatro-fusión, tampoco teatro fílmico. Villa perro no prescinde de la referencia de Dogville. Sin esa referencia es una puesta en escena dramática y ya.
El tema de ambas puestas es la historia de Gracia, joven fugitiva aceptada en un pueblito a cambio de hacer tareas domésticas a los habitantes. La policía se hace presente y esto agrava la situación de Gracia. Los pueblerinos aumentan las horas de trabajo de la perseguida como compensación a la acogida, pero enseguida los favores se convierten en humillaciones, vejaciones, violaciones. Hasta que vuelven a aparecer los gánsteres y llega el trágico final donde se declara la vileza de la naturaleza humana y más.
Ante tales situaciones dramáticas puede ser tendencia en un montaje que la teatralidad, como conjuntos de signos que constituyen la escena, quede sumergida en la emocionalidad.
Dogville es un film que recurre a la práctica y teoría brechtiana al deconstruir el relato cinematográfico para estimular en el espectador la reflexión crítica y que no sea atrapado emocionalmente. Lars von Trier ha reconocido la influencia de Brecht en Dogville. En una entrevista con el periodista Stig Björkman bajo el título “¿Un nuevo Dogma?”, publicada en Paperblog el 16 de octubre de 2011 el cineasta confiesa:
Claro, la película está inspirada en Brecht. Diría más bien que se trata de una inspiración de segunda mano. Mi madre adoraba a Brecht”. Cuenta que su madre cuando no tenía más de 16 años se marchó de la casa cuando su padre le rompió un disco de Kurt Weill, músico que en los años veinte entabló una alianza creativa con Bertolt Brecht y en 1928 estrenaron La ópera de los tres centavos. La dupla Weill–Brecht sentó las bases del teatro musical moderno en cuanto a la aguda crítica social y a las innovaciones estéticas.
Es concluyente el cineasta cuando declara:
Brecht fue una especie de maestro en casa durante mi infancia (…) Es cierto, Dogville está inspirado en Brecht. La canción de Jenny la pirata en La Opera de Tres centavos fue en efecto el punto de partida (…). Es una canción muy fuerte y el tema de la venganza me gustó.
Tanto en la película como en la obra de teatro hay una voz narradora que en el film es declaradamente un factor de distanciamiento brechtiano. Una de las cualidades y calidades de la película es la ruptura de la cuarta pared al utilizar el prólogo y la narración para recordarnos que estamos viendo una película y no la realidad. Estos propósitos brechtianos considero no son tenidos en cuenta por Sandra Lorenzo. Sí emplea un prólogo y una narración que comenta los hechos, pero no desde una perspectiva extrañada sino con énfasis de naturalización.
La narración en Villa Perro quiere dejar claros detalles y eventos. Este acompañamiento fractura el accionar actoral, supedita la puesta a una incesante descripción o relato del suceder escénico.
Por cierto, el personaje narrador y quien es a la vez el perro que me resulta de poca eficacia dramaturgia es una actriz de una presencia escénica muy efectiva, una voz poderosa, pero no sé cómo se llama porque no había programa de mano. Lo mismo me pasó con la escenografía. No sé quién la concibió. Me resultó dinámica, sin decoración ni estruendos visuales, con poder para crear espacios en la narración que se propone Sandra Lorenzo al adaptar el film Dogville a una puesta en escena teatral que debo decir considero endeble.
El montaje es tenue en el orden actoral por las expresiones corporales limitadas, las predecibles gestualidades, las incesantes frontalidades, las enunciaciones verbales sentenciosas pese a que algunas parten textualmente del guion de la película.
Los personajes mantienen una proseguida intensidad dramática calibrada por la concepción catártica de las actuaciones. Al prevalecer la verosimilitud sentimental sin gestión emocional se tiñe la puesta de melodrama con la tensión propia del desenlace afectivo y operante.
Foto tomada del perfil de Facebook de Teatro Buendía