Por Yuris Nórido
No hacen falta muchas palabras, ni siquiera frases, para contar una historia de amor. A veces bastan el gesto, la música, las formas y los colores. Y una dramaturgia diáfana, que recree sentimientos universales y que privilegie las peripecias. Si está hecho con buen gusto, si hay una clara vocación lírica, si confía en el rol siempre renovador de la belleza… el resultado es un espectáculo hermoso, inspirador, ideal para todas las edades. Como Carnaval, la puesta que Teatro de las Estaciones ha presentado en el Festival de Teatro de La Habana.
Cuatro personajes de la célebre Comedia del arte —Colombina, Pierrot, Arlequín y Don Pantalón— protagonizan esta «Fantasía de amor para actores y figuras en tiempos de soledad», que honra la poética de una compañía que, sin didactismos trasnochados, ha abierto puertas al conocimiento desde la apuesta lúdica.
Los diseños del maestro Zenén Calero no son adjetivos en esta propuesta. No lo son nunca, de hecho; pero en Carnaval, partiendo del fuerte simbolismo de los referentes, devienen asideros y móviles para la acción.
Rubén Darío Salazar, director y escritor, ha desarrollado una sencilla línea argumental, que garantiza un primer nivel de interpretación. El amor triunfa ante la ambición y el egoísmo. Pero aquí hay otros referentes que redondean el entramado: los temas de la banda sonora, por ejemplo, abren un espectro de implicaciones culturales, que un público más enterado podrá descifrar.
Aunque aquí, más que desde la sapiencia, se habla desde la sensibilidad.
Los personajes y sus actores, encabezados por el propio Rubén, encarnan un espíritu universal, que remarca valores atemporales. Y, sin embargo, también son identificables marcas del aquí y ahora. Hay pleno dominio estilístico, esencialidad y funcionalidad en la técnica. Teatro de las Estaciones vuelve a emocionar con su poesía de la escena.
Fuente: Portal Cubasí
Foto de portada: Sergio Jesús Martínez