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Un barco que llega a buen puerto

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Por Frank Padrón

Los ejercicios de reescritura a que nos tiene acostumbrados Agnieska Hernández (El diario de Ana Frank, Apnea del tiempo; Padre Nuestro, Los pájaros negros de 2020: training de razas…) implican contextualización y puesta al día de personajes, circunstancias y sucesos que de pronto cobran nuevos significados sin perder la esencia original

Ahora nos sorprende de nuevo con El viaje de los perdidos, del alemán Daniel Kehlmann, en torno al famoso trasatlántico St Louis, con 937 pasajeros judíos a los cuales el gobierno de Laredo Bru en 1939 impidió el ingreso a las costas cubanas.

Dos niñas esperadas por su padre en la isla caribeña y un capitán que mueve en vano todas las fichas para lograr el asilo en tierra nuestra, sirven de eje a un relato donde se ponen de manifiesto los rejuegos políticos entre Cuba y Estados Unidos y la corrupción imperante en las altas esferas del gobierno aquí entonces – incluyendo el perfil bajo de Fulgancio Batista, entonces general del ejército.

Sigue constituyendo un desafío para el trabajo de adaptación por parte de Agnieska (y su ulterior montaje a cargo de Miguel Abreu y Ludi Teatro) accionar herramientas expresivas como el sarcasmo, el esperpento y la más amplia perspectiva lúdica para materia tan grave, incluso trágica como esa página vergonzosa dentro del álbum dantesco del Holocausto hebreo.

Pero sin dejar de trasmitir al espectador toda esa carga de dolor y frustración, se baila, canta y ríe en el trayecto que narra la historia, trabajada de modo más fiel a su carácter horrible por autores coterráneos como Leonardo Padura o Armando Lucas Correa.

La estructura coreográfica que informa la puesta contempla, como es habitual en la poética de la compañía, una sustanciosa y vital música (Llilena Barrentos), pletórica lo mismo de motivos criollos que internacionales, y ejecutada también como es costumbre en vivo, por un grupo de músicos en femenino esta vez, constituyendo siempre un eficaz puntero dramático que arma y define en buena medida el relato escénico.

Rubros como el vestuario (Celia Ledón) o el diseño de luces del propio Abreu y Carlos Padrón, inciden también en la consecución de una atmósfera que respira tanto la zozobra del barco «a la deriva» como la corrosividad satírica del hipertexto concebido por Hernández.

Otro ítem importante siempre en las puestas de Ludi son las actuaciones. Luis Ángeles León se muestra centrado y lleno de matices en su esforzado Capitán Gustav Schröeder. Evelio Ferrer, fiel a su consistente línea que entrecruza lo sarcástico y lo serio dibuja con trazos finos su corrupto e insensible presidente.

Arianna Delgado, siempre magistral asume el padre de las niñas (que alternan cuatro actores) mientras Sindy Rosario se desdobla en varios personajes.

En sus primeros diez años de fecunda vida, Ludi Teatro sigue marcando una singular diferencia, ahora mediante este sobrecogedor relato del barco perdido, que en manos de Abreu y toda su destacada troupe, llega sin embargo al mejor puerto.

Fotos: Yasser Expósito