Triunfo Bárbaro De La Postcrítica (III)
Por Edgar Ariel
Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie.
Walter Benjamin
La crítica de arte tradicional se compone por líneas de articulación o de segmentaridad, estratos, territorialidades; en cambio, el ejercicio de la postcrítica se orienta a partir de movimientos de desterritorialización y de desestratificación.
¿El ejercicio de la postcrítica es una ‘postura’?
Tiene que ser, invariablemente, una postura política que transgrede los límites de la “representación” crítica tradicional. En ese (eje)rcicio de (re)conocimiento y metamorfosis del lenguaje y el acto escritural es que se pueden reconocer los intersticios postcríticos.
Mi interés hic et nuc es definir un sistema tipológico postcrítico, no por sus constantes y homogeneidad, sino, al contrario, por una variabilidad que tiene como características ser inmanente, continua, y regulada de un modo muy especial. Un modo muy especial que reterritorializa la barbarie.
El ejercicio de la postcrítica es una estrategia de disturbio, perversa, polimorfa, promiscua, travesti; aunque más que de travestismo convendría hablar de prácticas de transición como técnicas de contra–aprendizaje. La poscrítica, sobre todo, tiene que ver con la voluntad. El ejercicio postcrítico es una decisión política.
La noción de postcrítica está inevitablemente relacionada con la noción de postmodernidad y sus tipologías características. Es esencial entender “el postmodernismo no como un estilo, sino como una dominante cultural, concepto que incluye la presencia y coexistencia de una gran cantidad de rasgos muy diversos, pero subordinados”.[1]
Elaboro un sistema tentativo de tipologías a partir de las nociones construidas en torno a este topos (postcrítica). Tengo conciencia de que toda tentativa que trate de englobar las variadas representaciones de este topos será sintética. Ofrezco una lista paratáctica, una cadena de tipologías que, en algún momento, puede que se traslapen (“un mismo tipo tiene varios grados, un mismo grado aparece en varios tipos” [Guattari y Deleuze]), pero retratan una región de las “indetermanencias” postcríticas desde una visión pluralista, de constitución aditiva.
Acabo de decir “visión pluralista”, y me extraño. Quizá debo decir “escucha pluralista”, en contraste con el carácter “puro”, no participativo, de la visión.
Hago un paréntesis: en el ejercicio de la crítica –en la crítica tradicional– la visión fue favorecida por sus rasgos distintivos de distancia, precisión y universalidad, por su capacidad de determinación y su proximidad cognitiva. En estos momentos, como consigna Wolfgang Welsch[2], la escucha está siendo apreciada por su proximidad antimetafísica al suceso artístico, por su carácter esencialmente social en contraste con el desempeño individualista de la visión. Como resultado, se ha producido un quiebre epistemológico con respecto a la jerarquía tradicional de los sentidos, que tenía a la vista en la cima.
Dado que el ejercicio de la postcrítica subvierte patrones dominantes de la percepción y la cognición, se entrevera con su objeto de estudio desde una “escucha pluralista”.
El prefijo tipo– se utiliza como símbolo representativo de algo figurado. Asimismo, la tipología compara, clasifica, establece afinidades o diferencias entre los rasgos de un sistema determinado. La siguiente caracterización tipológica –a partir del análisis de rasgos específicos propuestos por Ihab Hassan en el ensayo El pluralismo en una perspectiva postmoderna[3]– propone una reflexión atenta a las mutaciones del paisaje postcrítico.
Desgloso (esbozo) las siguientes soluciones tipológicas. Transcribo de mi agenda de notas los sucesivos apuntes:
- FRAGMENTACIÓN
Montaje. Collage. Formas paratácticas sobre las hipotácticas. Esquizofrenia sobre la paranoia. Paradoja. Paralogía. Parábasis. Paracrítica. Apertura de lo roto. Márgenes injustificados.
Así, Jean François Lyotard[4] exhorta: “Emprendamos una guerra contra la totalidad, demos testimonio de lo impresentable; activemos las diferencias y salvemos el honor del nombre”.
- DESCANONIZACIÓN
Se aplica a todas las convenciones de autoridad. Deslegitimación. La burla y la revisión son versiones de la subversión. Movimientos de minorías.
Entiendo minoría en el sentido deleleuziano del término, no en el sentido estadístico. Una minoría, como señala el filósofo español Paul B. Preciado en el libro Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce[5], es “un segmento social políticamente oprimido”, es un estado de subalternidad.
El ejercicio de la postcrítica se deshace de las autoridades, abole las jerarquías de valores y elimina todos los códigos y normas obligatorios.
- INDETERMINACIÓN
Dentro de este rasgo se pueden incluir toda clase de ambigüedades. Rupturas. Desplazamientos. Principio de incertidumbre. Prueba de estado incompleto. Objetos “desdefinidos”. Malentendidos. Análisis transactivo. Crítica subjetiva. Indecidimos. Relativizamos.
- AUSENCIA DEL YO [SELF–LESS–NESS], AUSENCIA DE PROFUNDIDAD
Se anula el yo tradicional, simulando un (auto)desvanecimiento. El yo encarna su ausencia. Se difunde en los estilos sin profundidad que rechazan, eluden, la interpretación.
Fue originalmente Nietzsche quien declaró al “sujeto” “una mera ficción”. Fue Nietzsche, también, el que acuñó la fórmula del “sujeto como una multitud”.
Desde una perspectiva foucaultiana este yo deja de ser constituyente para convertirse en constituido dentro de la estructura.
- IMPRESENTABLE, IRREPRESENTABLE
Irrealista. Estados etéreos. Superficies que repelen la mimesis, a menudo buscan sus límites, mantienen su “agotamiento” y se subvierten a sí mismas. Lo sublime kantiano. Ausencia de forma. Vacuidad de lo absoluto. Estados liminales (abismales) que cuestionan los modos de su propia representación (la representación, en el sentido derrideano, es traducción).
Julia Kristeva dice que lo irrepresentable es “aquello que, a través del lenguaje, no forma parte de ningún lenguaje particular. Lo que, a través del significado, es intolerable, inconcebible: lo horrible, lo abyecto”.[6]
- IRONÍA
La ironía aparece con la crisis del relato único. La multiplicidad de lecturas es la base de la ironía, un proceso que queda abierto, inacabado. Indeterminación. Multivalencia. Perspectivismo. Juego. Interacción. Diálogo. Autorreflexión. Desmitificación. Reflexividad. Multiplicidad. Aleatoriedad. Contingencia. Absurdez. Alegoría.
La ironía puede nutrirse de cualquier cosa, tanto de la forma como de la ausencia de forma, y emplear “lenguajes” heterogéneos, inauténticos. Con Mark Fisher[7], también conocido como k–punk, en su ensayo Lo raro y lo espeluznante, la ironía produce extrañamiento cognitivo.
La ironía es espeluznante. Para Mark Fisher lo espeluznante se puede resumir como aquello que no está. Una falta de presencia o una falta de ausencia. Es decir, algo nos evoca a la sensación de espeluznante cuando, por ejemplo, vemos una presencia donde supuestamente no debería haber nada, o cuando no hay una presencia donde creemos que debería haberla.
La noción de ironía la relaciono con la de alegoría. El paradigma del texto irónico es la alegoría. La alegoría no es un simple auxiliar de la ironía, una manera de volver concreta una abstracción. Es un comercio ambiguo con la realidad, en la que ésta no se refiere a sí misma, sino a su reflejo, a su sombra. La alegoría representa –parafraseo a Lévinas–, por consiguiente, lo que en el objeto mismo lo duplica.
- Hibridación
Parodia. Travesti. Pastiche. Réplica. Promiscuidad. En el texto postcrítico la imagen o réplica puede ser tan válida como su modelo. Desdefinición. Deformación de los géneros culturales. Paracrítica. Literatura del umbral. Cliché. Plagio (playgiarism[8]). Discontinuidad. Mezcla, no para imitar, sino para expandir.
Este rasgo postcrítico se caracteriza por las mezclas; procura articular una constitución crítica alterada que existe no en la delimitación, sino en la capacidad de vincular y someterse a la transición.
“Equitemporalidad”, con Heiddegguer, que supone una nueva relación entre elementos históricos, sin supresión alguna del pasado en favor del presente. Todo presente es no–sincrónico, una mezcla de diferentes tiempos.
En el mismo sentido se pronunció Fredric Jameson[9] al describir el pastiche y la nostalgia histórica del postmodernismo mediante la “fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos”, que corresponde al derrumbamiento del sujeto individual y la consiguiente producción de un discurso fragmentado, “esquizofrénico”.
- CARNAVALIZACIÓN
El término, desde luego, es de Bajtín. Indeterminación. Fragmentación. Descanonización. Ausencia del yo. Ironía. Hibridación. Polifonía. Capacidad centrífuga. Alegre relatividad del perspectivismo y la performance. Al revés. Al contrario. Degradaciones. Profanaciones. Salvaje desorden.
Lo que Bajtín llama carnaval –o sea, antisistema– pudiera representar al ejercicio de la postcrítica mismo, o por lo menos a sus elementos lúdricos y subversivos de renovación.
- PERFORMANCE, PARTICIPACIÓN
Vulnerabilidad. Principio de contaminación. Ley de impureza. Economía parásita. Práctica degenerada. El performance transgrede los géneros, esa ley loca, parafraseando a Derrida. Aunque ni siquiera la locura lo define.
Esta idea se opone a la lógica convencionalista de la obra de arte cerrada y renuncia al ideal occidental del opus perfectum en favor de formas abiertas. En resumen, lo que tenemos es una perversión del tipo aleatoria, contingente. La postcrítica es el reino de la contingencia. Un reino de alteridad.
Este es precisamente el valor ejemplar del discurso indirecto, “libre”: no hay límites distintivos claros. La postcrítica tiene la forma de un inmenso discurso indirecto.
El performance, como consigna Stefan Morawski[10], es una presentación siempre indefinida que invita a la participación, es la especie de producción más típica del postmodernismo.
- CONSTRUCCIONISMO
El ejercicio de la postcrítica es radicalmente tropológico, figurativo e irrealista. Con Nietzsche, aquello en que se puede pensar debe ser, sin duda, una ficción. La postcrítica construye la realidad en ficciones.
- INMANENCIA
Significaciones obscenas. Obscenidad de la forma pura y vacía. La cultura es un sistema semiótico inmanente. Una pátina de significantes cubre todo. El animal de lenguaje, dice Hassan, ha surgido; su medida: la intertextualidad de toda la vida.
La noción de postcrítica sigue siendo equívoca, disyuntiva, modificada por el ímpetu de la noción misma. Es inevitable que toda cadena tipológica que intente contener esta heteróclita noción se construya a partir de puntos elípticos, parciales y provisionales.
En Ella escribía poscrítica Margarita Mateo Palmer[11] identifica los siguientes rasgos característicos en el ejercicio de la postcrítica, derivados, como ya he dicho, de una sensibilidad postmoderna: uso privilegiado de la intertextualidad, utilización marcada de algunas variantes intertextuales (parodia, pastiche, homenaje), propensión a la yuxtaposición y al contrapunteo de textos culturales de diverso origen, con un singular desenfado (apropiación, síntesis), mirada burlesca que subvierte y censura a través de la risa, ridiculización, grotesco, inclinación a la sobreabundancia (exageración) y la plenitud del agotamiento.
La postcrítica pertenece a una tradición descanonizadora de puesta en duda de códigos vigentes y de verdades absolutas. Debido a su carácter esencialmente plural y polisémico, a partir de interminables yuxtaposiciones, tiene repercusión en el plano gnoseológico:
“Parodia, travestismo, camuflaje, copia: a través de todas estas variantes tan frecuentadas por el postmodernismo se va tejiendo una trama de secretas significaciones y arcano hermetismo: misterio de una escritura amórfica que exige sucesivos desplazamientos de la perspectiva del receptor para que éste pueda entrever, ya que no agotar el sentido oculto de la proliferación indetenible de significantes.”[12]
El ejercicio de la postcrítica exige sucesivos desplazamientos (re–emplazamientos) en un gesto transcodificador sumamente fecundo. Su carácter, que se modela con una (re)visión redentora de la imagen de mimetización, es esencialmente desfigurador de la copia. Transfigura el impulso ajeno en expresión original –en el sentido de originario. Su misterio es el del eco, que produce infinitas resonancias.
Se puede distinguir el ejercicio de la postcrítica mediante el criterio de la presencia/ausencia de determinados rasgos tipológicos. Los rasgos tipológicos que se han expuesto se resuelven como un puente (cruce) y producen, en lo esencial, tres resultados:
- La presencia de los factores que se denominan rasgos distintivos del ejercicio de la postcrítica pueden ser encontrados y demostrados a partir de los rasgos característicos del Postmoderno.
- Estas tipologías no están desvinculadas unas de las otras, sino que más bien se ligan entre sí mediante relaciones tales que juntas forman una estructura semiótica.
- Esa estructura, por su parte, está inevitablemente relacionada con las magnitudes autobiográfica e histórica–social, de un individuo y de una época. De una época de catástrofe.
Sé que este esbozo tipológico es, efectivamente, inacabado, incluso oscuramente compulsivo, nómada. Escritura nómada y rizomática, comunicativa más que informativa, descriptiva, contenidista, o factual.
Escritura en la que (me) bojeo.
El que haya meandros, ramificaciones, tiene que ver con mi carácter/postura. Tiene que ver con una contemplación extrañada que quiere ocuparse de vibraciones, de encarnaciones más que verbales, si se pudiere.
Toda teoría es un fragmento de una biografía (mapa) que se compone de multiplicidades. Teoría y biografía son como los escombros. Relación que implica una autoconciencia de los destrozos (que implica un proceso de autocorrección). El genio consistiría en llevar esa paradoja hasta el límite, hasta la demencia, hasta el cinismo.
Toda teoría es un fragmento de falsedad. Pudiera decirse, de mí, que soy un falsificador, y que produzco apócrifos perfectos. Todo está falseado desde el principio. Me autodevoro. Canibalismo y autofagia. Una idea, de Guillermo Cabrera Infante, me fascina: “cuando gano todo, perdiendo me retiro”.
[1] Palmer, M. M. (2005). Ella escribía poscrítica. (R. Pérez-Hernández, Ed.) La Habana, Cuba: Letras Cubanas, pág. 53.
[2] Welsch, W. (2011). Actualidad de la estética, estética de la actualidad. (M. T. Ortega, Trad.) La Habana, Cuba: Centro Teórico-Cultural Criterios.
[3] Hassan, I. (1987). El pluralismo en una perspectiva postmoderna. En El Postmoderno, el postmodernismo y su crítica en Criterios (D. Navarro, Trad., págs. 19-42). La Habana, Cuba: Centro Teórico-Cultural Criterios.
[4] Ibíd., págs. 21-22.
[5] Preciado, P. B. (2019). Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce. Barcelona, España: Anagrama, pág. 70.
[6] Hassan, I. (1987). El pluralismo en una perspectiva postmoderna. En El Postmoderno, el postmodernismo y su crítica en Criterios (D. Navarro, Trad., págs. 19-42). La Habana, Cuba: Centro Teórico-Cultural Criterios, págs. 23-24.
[7] Fisher, M. (2018). Lo raro y lo espeluznante. Barcelona, España: Alpha Decay.
[8] “Palabra–maleta” que combina los vocablos ingleses plagiarism (plagio) y play (juego).
[9] Jameson, F. (1983). Posmodernism and Consumer Society. En H. Foster, The Anti-Aesthetic: Essays on Postmodern Culture (págs. 111-126). Washington, Estados Unidos: Bay Press, págs. 112-113.
[10] Morawski, S. (1992). Reflexiones polémicas sobre el postmodernismo. En El Postmoderno, el postmodernismo y su crítica en Criterios (D. Navarro, Trad., págs. 66-97). La Habana, Cuba: Centro Teórico-Cultural Criterios, págs. 69-70.
[11] Palmer, M. M. (2005). Ella escribía poscrítica. (R. Pérez-Hernández, Ed.) La Habana, Cuba: Letras Cubanas, págs. 119-120.
[12] Ibíd., pág. 131.
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