Por Andrés D. Abreu
Cuando crear una danza de un minuto para ser filamda desde un teléfono portable se volvía un frecuente proceso demandado por muchos proyectos y eventos online dedicados o asociados a la videodanza en busca de alternativas democratizadoras y un tanto también facilitadoras (a veces facilistas) de otras posibilidades de circulación de la expresión y comunicación artística a través del cuerpo danzado y registrado digitalmente; cuando muchos aún no asumían esta alteridad desde las nuevas realidades expandidas de la vida que propicia la cibernetización indetenible de la existencia (con sus parabienes y paramales) debido a ortodoxias conceptuales prejuiciosas o inadaptaciones a los nuevos intrumentales e imaginarios que el universo digital demanda y exige; apareció una indeseada pandemia asociada a un nuevo coronavirus, una enfermedad peligrosa que desorganizó la (des)organización global de la existencia e impuso llamados a confinamiento social y distanciamiento físico.
Las llamadas “arte vivas” donde las artes escénicas y en particular la danza son aportadoras estimables, vieron de súbito cerrados sus escenarios más clásicos y tradicionales y también sus prácticas de creación más convencionales e históricas. A muchos bailarines la transformación sanitaria del contexto les forzó un cambio radical de sus actividades formativas, creativas y representativas. Desde entrenarse hasta socializarse, la rutina de los bailarines y hacedores artísticos de la danza recibió, en mayoría, un inesperado y desestabilizador (re)ordenamiento que no dudo haya resultado traumático para una buena parte de estos entes generadores habituados a crear desde un lenguaje corporal entrenado, pensado, estructurado y proyectado para la escena espectacular pública donde les aguardan grupos humanos físicamente cercanos.
Para algunos todavía resulta díficl comprender que mucho de estos conceptos se traspolan consecuentemente a la red social virtual o electrónica, que sin ser lo mismo pueden ser relativamente similares. Pero para ello, ciertamente, ese cuerpo carnal milenariamente percibido y deseado en su movimiento coreográfico debe repensarse y reentrenarse para transportarse a su e-imagen, para devenir representación audiovisual electrónica de sí mismo con los correspondientes acomodos (tanto limitaciones como ampliaciones), que exige ese nuevo espacio desarrollado por el hombre y sus tecnologías (que no deja de ser tan real y físico por ser llamado virtual para su diferenciación de nomenclatura, posible estudio y entendimiento socio-científico-académico).
Para quienes se habían atrevido ya antes a explorar los novedosos y complejos caminos de la e-imagen y su proyección y socialización on-line, el reacomodo de sus ideas y acciones corporales expresivas pudo fluir ágilmente y por ello una nueva producción de “artes vivas” y danzarias comenzó a circular vía Internet, aportando a la necesaria reconfiguración del intercambio social humano en los territorios ciberglobales. Lo que venía siendo una alteridad danzada en aumento hasta unos meses atrás, devino de pronto normalidad en desarrollo exponencial ante las imposiciones salvaguardas de la vida humana que emergieron de esta situación especial pandémica.
Cientos y quizas miles de videos sobre danza saltaron y se liberaron en la redes. Otros tantos se reacomodaron desde sus plataformas. Y muchos se crearon para esta contingencia existencial. Se agradece la diversidad de maneras de asumirlo pero no es menos cierto que la mejor forma de convivenciarlos en el contexto on-line es creando coherentemente para este altermundo. Ahí es dónde la avanzada la tomaron aquellos que de antemano no le temieron a las complejas exigencias y riesgozas facilidades de las nuevas plataformas de la e-imagen, los que ya habían estudiado, replanteado y producido su cuerpo vivo digital expandido y danzante, los que soportanto las calificaciones excluyentes de marginales o elítistas apostaron por enfrentarse a la controversial verdad ética y estética del ciberespacio.
Ojalá muy pronto esta pandemia deje de amenzar la vida humana y todos los constructos sociales dejen de estar acosados y condicionados por su letalidad. Ojalá pronto la movilidad de nuestros cuerpos recupere libertades truncadas por el resguardo temporal de su propia salud. Ojalá en breve la danza vuelva a todo lugar que no debió abandonar, y seguro que en cientos y miles volverá crecida y expandida, presta a una nueva e implacable realidad interterritorial y desfronterizada que se impone y hasta deborda. Aunque siempre exitirán aquellos que desde sus propias barreras y limitaciones intentarán que el futuro siga perteneciendo a una indeseada vieja y obsoleta “normalidad”. Para ellos ya habrá también, de seguro desde las renovadas “artes vivas”, nuevas performativas respuestas de un cuerpo carnal irreverente a lo estático improductivo y asumido del potencial multiplicador de su e-imagen tecnologicamente danzando por el (e)-universo.
En portada: Murumacas, del creador Danys Brian, Danza Teatro Retazos.
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