Por Isachi Durruthy Peñalver*
(…) Y lo cierto es que la cultura ha marchado siempre paralela al gran desafío histórico que supone la nación, su vida, sus propósitos, sus sueños, sus esperanzas actuales y futuras.
Eusebio Leal Spengler
Toda cultura debe sobreponerse al olvido, las huellas del arte han de ser desempolvadas, releídas y traducidas al presente, pues, como expresara el gran sabio cubano Fernando Ortiz: “(…) olvidar ha llevado casi siempre a inaceptables simplismos, sin referencia a los muy complejos factores humanos que la hicieron germinar, crecer y dar frutos diversos según los tiempos”.
La reapertura del Teatro Martí, magna joya de restauración acometida por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, fue, ante todo, una obra de justicia cultural. El Coliseo de la calle Dragones permaneció en ruinas durante casi cuarenta años, sin que por ello dejase de habitar en la memoria afectiva de un pueblo que evocaba con nostalgia el carisma de sus grandes actores, la maestría de cantantes y compositores, las largas temporadas de zarzuelas, operetas, sainetes, revistas y el éxito arrollador de sus espectáculos vernáculos.
El Teatro suponía lo material y lo inmaterial. Esa certeza, revelada por nuestro historiador Eusebio Leal, sigue siendo la clave para comprender la trascendencia de este renacer:
No es lo importante sólo el Edificio, que realmente es muy bonito, ese teatro de verano, sino lo que pasó allí, el espíritu está allí, el espíritu presente de las grandes obras, los grandes actores. Y es que efectivamente en ese palco del Teatro, donde colocamos el Escudo de Armas de la República de Cuba, recibió Máximo Gómez el homenaje del pueblo cubano. Cuando dejó de ser el Teatro Irijoa, para convertirse en Teatro Martí. Quiere decir, el único Teatro de la ciudad que lleva el nombre glorioso del Apóstol es ese (…)
Cuando ves las imágenes del foso abierto, con el pozo aquel cegado de basura, cuando ves todo en ruinas y el cielo cubierto, como está ahora el Campoamor, sobre el cual voy y vamos, estaban las guirnaldas de enredaderas cayendo y el agua torrencial, además los sucesivos ciclones acabando con lo que quedaba, entonces la obra imponderable de los restauradores, de los muchachos de la Escuela Taller, de todos los que trabajaron en el proyecto es verdaderamente digna del más grande elogio. 1
El 24 de febrero de 2014, tras casi ocho años de intensas labores constructivas, inició una nueva etapa en la que el histórico escenario, pasó a formar parte de la agenda cultural habanera. Nuestro mayor reto fue batallar por una programación selecta, en la que se combinaran referentes del pasado y lo más sobresaliente del panorama cultural contemporáneo.
La reapertura nos obligó también a repensar la funcionalidad y aspiraciones que se tenían sobre el Teatro, despojando sombras y criterios idealizados sobre cuál debía ser su papel. El Negrito, el Gallego, la Mulata fueron íconos de una etapa, emblemas escénicos que transmitieron modos de pensar y sentir del pueblo. Sabemos que tenemos que volver a esas obras maestras que le dieron luz al Martí, pero la relectura de esos textos debe ser asumida por dramaturgos, actores y actrices con sumo rigor y visión desde nuestro presente, porque correríamos el riesgo del fracaso y la idealización, envueltos en lazos de rizas forzadas, escenas banales y personajes caricaturizados.
En estos seis años de ininterrumpido quehacer, el Coliseo de las Cien Puertas no ha perdido su impronta. Las reposiciones completas de clásicos del Teatro Lírico Nacional como Cecilia Valdés, María la O, las antologías de zarzuela cubana, los conciertos líricos y las temporadas de teatro musical, regresaron renovadas con el aplomo y la mirada acuciosa de directores artísticos con una sobresaliente trayectoria. En tal sentido no podríamos dejar de evocar a los ya desaparecidos maestros Juan Rodolfo Aman (Premio Nacional de Teatro 2013) y Roberto Chorens, con quienes sostuvimos una afectiva y fructífera colaboración.
Hemos defendido todos esos referentes que marcaron épocas gloriosas y sobre la base de ello abrimos nuevas puertas, ensanchando perspectivas y configurando un luminoso abanico cultural, porque, tal y como expresara nuestro Historiador:
el teatro tiene que abrirse hoy a las formas modernas en el sentido realmente de lo que la modernidad supone, que toda modernidad ha sido necesariamente precedida por otra (…) pero el Teatro no puede ser banalizado y existe un filtro que tiene que cumplirse, una orientación precisa que trata siempre de buscar y de anclarse, un perfil amplio que tenga una visión conmemorativa, que sea una apelación continua a la memoria de lo que fuimos, hemos sido, somos y seremos en la cultura cubana.
En tal sentido la visión que hemos trazado a través de una programación sostenida implica convertirnos en un centro cultural de referencia en la preservación y difusión del patrimonio musical y escénico cubano. Se trata de validar la trascendencia del arte en cualquiera de sus manifestaciones sobre la base de alto nivel profesional, una elevada factura creativa, estética y conceptual.
Desde 2014 el Teatro Martí ha sido sede de los más importantes festivales de música de concierto que se organizan en el país, a saber: Les Voix Humaines de Leo Brouwer, el Habana Clásica de Marcos Madrigal y el Mozart Habana del Lyceum Mozartiano de La Habana.
Igualmente, como espacio vital durante cuatro ediciones ininterrumpidas, de los Encuentros de Jóvenes Pianistas, disfrutamos de emotivos conciertos protagonizados por la Orquesta Sinfónica Nacional Cuba.
Este escenario se ha convertido en un verdadero puente de expansión para compañías, coreógrafos cubanos y extranjeros con múltiples visiones y tendencias que abarcan desde la danza contemporánea, moderna, el ballet clásico hasta el flamenco y la danza fusión. Pero, sobre todo, hemos logrado insertarnos con indudable éxito de público y crítica en la dinámica de eventos culturales con una sólida reputación y trayectoria de alcance internacional, podríamos citar en tal sentido el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (en 2017), el Festival Internacional de Ballet de La Habana (en 2018) y el no menos importante Festival Internacional de Teatro de La Habana (en 2017 y 2019). Este último, en su XVIII edición, nos permitió acoger por primera vez en Cuba a una de las compañías teatrales más prestigiosas del mundo, leyenda viva de las tablas: el Berliner Ensemble.
Junto a nosotros se han presentado los más grandes contratenores del mundo aunados por el genio creador del maestro Leo Brouwer. Sin esperarlo, fuimos el último espacio donde el maestro Sergio Vitier nos deleitó con su universo sonoro. Aquí se abrazaron en una velada memorable Alicia Alonso y Rosita Fornés, nuestras más excelsas divas. Y así, otras míticas figuras del teatro, la danza, el jazz, la música sinfónica, han edificado un patrimonio artístico intangible que nos llena de orgullo y compromiso, como humildes deudores de ese pasado prodigioso.
1. Entrevista inédita realizada por la autora al Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler, con motivo del quinto aniversario de la reapertura del Teatro Martí. 18 de febrero de 2019, Audiovisuales de Habana Radio. (todas las citas corresponden a esta entrevista).
En portada: Sacre, una pieza de la coreógrafa Sandra Ramy, con el primer bailarín Abel Rojo. Foto Buby Bode.
*Especialista Principal
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