Ha sido larga nuestra gira esta vez, y con ganas ya de regresar, aunque con toda la motivación que implica viajar y compartir con otra realidad, me decido a hacer un resumen de la segunda etapa de nuestra experiencia por Colombia en este 2016.
Por Milva Benítez Reinoso / Directora Teatro del Puerto
XII Festival de Teatro Santander en Escena
El clima, la gastronomía, los paisajes, todo cambia cuando te mueves de un lugar a otro de la geografía colombiana. Después de 12 horas de viaje a través de la Cordillera Oriental, donde la noche oculta la exuberancia del paisaje que, paradójicamente, no queremos observar porque nos aterran las curvas y los despeñaderos a los que no estamos acostumbradas, llegamos a Bucaramanga, lugar de clima templado y gente amable. Guardamos nuestros abrigos y nos insertamos en el XII Festival de Teatro Santander en Escena, que hace días comenzó. Jaime Lizarazo, su director, nos recibe en su teatro, réplica del Corral español, que algún comerciante de siglos anteriores quiso copiar en este lado del mundo.
Un taller de actuación y dos funciones de La cesta de los sueños, resumen nuestra labor en este espacio, pero reducir a cifras esta experiencia no hace honor a dicho festival ni a la gente que lo organiza. Cinco días de diálogo, intercambio de experiencias y alguna que otra cerveza, hizo que el tiempo se dilatara y creara la magia de sentir que no estábamos lejos de casa.
La presencia de Omar Valiño, director de la revista Tablas y de la Casa Editorial Tablas-Alarcos, reforzó la participación cubana. A la parte colombiana se sumó la Corporación Ateneo Porfirio Barba Jacob, de Medellín y otros grupos locales que completaron la atmósfera teatral de una ciudad que, como muchas otras, se mueve entre el ruidoso comercio callejero y donde Jaime, Yamile, Kewin, y el resto del equipo organizador, con su esfuerzo y bondad, son los responsables de llamar la atención sobre algo tan quimérico como el arte que defendemos día a día.
El sur también existe
Tres colegios del sur, que como casi todo sur, pertenece a la parte más humilde de la gran urbe bogotana, formaron parte de nuestro itinerario con el espectáculo La cesta de los sueños.
Enfrentarnos a cientos de niños, cuya realidad no podemos imaginar en un contexto como el de nuestro país, fue uno de los mayores retos de esta gira. Una cancha deportiva con una acústica nada favorable, un audio defectuoso y cientos de niños sin hábito teatral, fue el preámbulo de una función en el colegio Alfredo Iriarte de la localidad de Tunjuelito, al sur de Bogotá.
No fue nada fácil para las actrices llamar la atención en ese ambiente de desorden y falta de interés por parte de algunos, incluyendo profesores; pero la satisfacción y asombro en algunos rostros, el cariño de los que solicitaban autógrafos al final y el reto que significó actuar en condiciones tan difíciles, hicieron de esta una función especial que asumimos como aprendizaje desde el punto de vista del sentido social que defiende nuestro arte.
La cesta… sumó dos funciones más a los colegios del sur. Un poco más tranquilos y organizados, de la mano de dos profesores y amigos (Sandra y Osvaldo) que apuestan por mejorar la calidad de la educación de estos niños desde sus puestos como maestros, hicimos lo que sabemos hacer: recrear la imaginación de un público infantil necesitado de magia en medio de tanta realidad absurda.
Una casa comunitaria, una iglesia menonita que invitaba a un foro por la paz y un colegio rural fueron nuestros siguientes escenarios. Cada uno con sus características, nos brindaron una visión de esta Colombia tan diversa y controvertida en medio de una efervescencia social hace tiempo no vista y que nos ubica y nos enriquece para poder medir el pulso político y social de esta parte de nuestra América.