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Teatro al Vacío lleno de vida

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Por Isabel Cristina

 Entre las alegrías del pasado Congreso de la ASSITEJ está haber conocido el trabajo de Teatro al Vacío de México, a través de sus talleres para la primera infancia. José Agüero y Adrián Hernández llegaron a Cuba y se alquilaron en Centro Habana, uno de los barrios más populares y dinámicos de la Capital. Ellos prefieren tomarle el pulso a la vida de la gente común y han sido muy felices entre los centrohabaneros y sus ritmos particulares.

Los talleres impartidos por ellos, quizás por una casualidad, o por intuición, fueron en un Círculo Infantil de otro barrio popular. Los niños de Pequeños Mambises, ubicado en el municipio Diez de Octubre, tuvieron la suerte de disfrutar el intercambio con esta dupla de creadores. Primero con los pequeños de tres años y luego con los de cinco años.

En el salón de los más pequeños, los niños comenzaron sentados en sus sillitas observando con curiosidad una mano traviesa, o un pie loco que aparecían sin aviso por detrás de una columna. Sin palabras, solo con el gesto sencillo y con la sinceridad que emana de dos cuerpos entrenados, fueron convidando a los niños. Poco a poco, en silencio, se fueron parando de las sillas y ocuparon el centro del espacio hasta crear juntos un universo de formas melodiosas y multicolores sin palabras y solo con el cuerpo.

Lo más emocionante para mí como espectadora fue reconocer en los niños tan pequeños los conceptos de la inteligencia corporal y la memoria de los sentidos. José y Adrián proponen un espacio de libertad física, pero también mental, pues los pequeños descifran las imágenes y las completan a su manera, como creando historias paralelas. En un momento los dos actores hacen un puente con sus cuerpos y los niños intuyen, sin necesidad una pauta verbal, que pueden pasar por debajo. Esa misma operación se reitera con otras cadenas de acciones, algunas más elaboradas como, por ejemplo: Un actor se sienta en el piso con las piernas cruzadas y el otro pone sillitas detrás en una fila. Los niños asumen de inmediato que es un tren y se suben emocionados. Es increíble ver la conexión que se creó entre ellos y los pequeños de solo tres años de edad.

El segundo taller, impartido para los niños de cinco años fue completamente diferente, aunque partía de un concepto similar. Cuando comenzaron a convidarlos a participar los niños comenzaron a correr por todo el espacio. Se les dio una pauta física, sin mediación de la palabra y ellos respondieron con tremendo alboroto y explosión de alegría. Ese estado de hermoso caos duró unos cuando minutos mientras José y Adrián investigaban mediante sus movimientos, sonidos y gestos, cómo calmarlos un poco.

Después de mirarse y reconocer en silencio la situación siempre con una energía clara y un ritmo sereno, lograron aplacar la alegría desborda. A través de la sonoridad, juegos con palmadas, onomatopeyas consiguieron que los niños entraran en otro estado de alerta y recepción. Explorando la coordinación, la musicalidad y el trabajo en equipo ellos cambiaron la pauta inicial y el resto del taller fue con menos movilidad, más concentración y mucho juego en colectivo.

Haber presenciado los dos talleres de Teatro al Vacío, me confirma la complejidad de hacer teatro para la primera infancia. Cada edad es diferente. Incluso niños de la misma edad tienen capacidades y ritmos distintos. Ver como José y Adrián lidiaron de forma amable y profesional con esas complejidades, fue admirable. Ojalá que otros niños cubanos puedan disfrutar de Teatro al Vacío, para que aprendan cómo abarrotar los silencios con historias y emociones.

Fotos de la autora