Sonrisas de unas noches invernales

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Por Frank Padrón

Smiley es el emoji que en inglés muestra en las redes sociales una respuesta divertida a un comentario o post, aunque también una simple sonrisa de simpatía. Es el término usado por el español Guillen Clua Sarró (Barcelona, 1973), dramaturgo, guionista, director de escena y periodista galardonado en varias de esas especialidades para nominar una de sus aplaudidas piezas.

El teatro en específico le debe varios títulos exitosos tales La piel en llamas, Proyecto Homero: IlíadaEl sabor de las cenizas, entre otros con más de un premio importante, aunque también ha tributado a la televisión; de hecho Smiley se convirtió en serie para este medio , con secuela incluida en 2020.

El flechazo entre dos hombres radicalmente diferentes (un joven barman y un arquitecto maduro) da pie a una grácil comedia donde se discursa en torno a las singularidades del amor gay, en específico el «flirt» ahora facilitado y agilizando mediante la Internet y redes sociales como wassapp o Instagram.

Se enfatiza en que debajo de la fragilidad y lo circunstante de muchos encuentros propios de este tipo de » ligues» puede surgir un amor sólido y auténtico, a pesar de (e incluso gracias a) personalidades diametralmente opuestas en intereses y edades.

La obra se explaya en situaciones hilarantes y gags que conquistan al más amplio público, desde su narración compartida entre los dos personajes (Alex y Bruno) quienes alternan sus puntos de vista tanto extra diegéticamente como impulsando la acción dramática en  presente o pretérito.

La sala Llauradó viene presentando hace ya semanas una temporada de Smiley por Ágora Teatro  bajo la dirección artística  del también catalán Josep María Coll (quien ya ha montado varias obras entre nosotros) y general de María de los Ángeles Núñez Jauma.

Debe resaltarse el minimalismo de la puesta, que con pocos recursos reproduce diversos ambientes del topos dramático, desde una racional utilización del espacio y el diseño lumínico los cuales multiplican el escenario de las acciones y los tiempos confluyentes en el relato, así como las atmósferas y el dinamismo escénico que consigue una historia caracterizada , sino por la profundización en varios de los ítems que aborda, al menos por la desenvoltura y la fluidez que conecta y dialoga todo el tiempo con el espectador, y no solo cuando en alguna que otra ocasión lo encara directamente.

Claro que en esa interacción tiene mucho que ver el desempeño de los dos actores; no hay dudas de que Smiley es una obra sobre todo para el lucimiento de quienes protagonizan, como quiera que el texto demanda frecuentes rupturas tonales y cambios de registro histriónico que aquí, tanto Georbis Martínez (desdoblado en varios personajes bien distintos) como Roberto Romero logran aprehender y enriquecer dentro de un trayecto que descansa todo el tiempo en sus labores.

Smiley entonces, en esta fructífera temporada habanera (siempre a tope de público) arranca algo más que sonrisas a quienes han asistido hasta más de una vez a la sala Llauradó.

Debajo de la ligereza de su discurso hay también cierta espesura que trasciende lo específico del tema para abordar las contradicciones y claroscuros del amor de cualquier tipo en toda  circunstancia y contexto, dentro y fuera de las plataformas digitales.

Foto de portada: Eldy Ortiz