Smiley, reflexión de amor en la era del último visto

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Por Alexis Peña Hernández y María Félix García Posada

¿Cuán de cerca vivimos el teatro? Pocas veces nos hacemos esa interrogante. Uno va al teatro, disfruta de la obra, y se marcha de la sala a veces sin reflexionar, sin hacer el paralelismo entre las situaciones del melodrama y las de la vida real.

Se cree que el discurso de los personajes son solo ficción, escritos en un libreto, a los que los actores solamente les dan vida. La realidad es totalmente diferente, el teatro le da vida a diversas situaciones que acontecen, y que requieren ser expresadas con fines generalmente educativos para la sociedad.

La obra Smiley es un ejemplo claro de lo anterior. Se trata de una comedia romántica que busca el entrenamiento sin complicaciones, sin tener que sobrepensar. La trama explora cómo se desarrollan las relaciones amorosas en la era digital, en este caso, con una historia diferente, protagonizada por dos hombres: Alex, interpretado por Roberto Romero, y Bruno, por Georbis Martínez.

En un intento de expresar todo lo guardado hacia su casi algo, Alex, deja un mensaje de voz sincerándose desde el dolor y la decepción, lo gracioso es que los insultos llegan equivocadamente a los oídos de Bruno. Ambos se conocieron a causa de un malentendido, y luego de su primer encuentro, guiados por sus miedos y anteriores decepciones en el plano amoroso, hacen una reflexión sobre sus estilos de vida y los intentos, a veces infructuosos, en la búsqueda del amor.

Bajo la dirección de Josep María Coll y con versión de Ruandi Góngora, la obra Smiley provoca un estado de éxtasis sin restricciones, es una historia de amor del más puro, picante, sabroso, y pasional; un amor a veces juvenil, con risas, emociones, sentimientos, broncas y reconciliaciones.

Sin embargo, la presentación enseña, no solo el amor desde diferentes aristas, sino a conocer cómo verdaderamente se realizan las conexiones sentimentales de hoy en día, además hace alusión a las dificultades en las que se ve envuelto el ser humano cuando necesita afecto, complicidad, compañía, y la búsqueda se convierte en una batalla. Es entonces cuando vuelvo al inicio y pregunto: ¿cuán de cerca vivimos el teatro?

Durante la presentación de Smiley en el Teatro Avellaneda, en Camagüey, esa pregunta me invadía, hasta que di con las personas indicadas para responder, quienes, sin miedos, saben cómo se manifiesta esa cercanía entre la escena y la vida real.

Cuando me acerqué a Georbis y a Roberto para una foto, no dudé en preguntarles qué tan cerca sentían los personajes. A Roberto Romero lo hemos visto mucho en televisión, unas veces rudo, descuidado, otras veces más serio, atractivo, imponente como el Yarini de San Isidro, sin embargo, Alex, le llega con un toque personal, similar a su forma de ser, un personaje al cual, refirió, “no le cambiaría nada”.

“A pesar de que muchas personas piensan que es un texto escrito por nosotros o que es nuestra historia, esta obra es de Guillem Clua, de 2012, ha pasado mucho tiempo, pero el amor es un tema universal, y el amor por redes lo hemos tenido de cerca, con experiencias de este tipo, maravillosas, pero sé que no siempre funciona así”.

Por su parte, Georbis Martínez, unido a las artes escénicas a través del teatro y la danza, muestra esta vez una interpretación muy fresca desde la comedia, vertiente teatral que se ha convertido en un territorio explorado de su agrado.

“Teníamos la suerte que nuestro director Josep María Coll, ha dedicado la mayor parte de su vida a la revista y a la comedia, él nos dio unas claves muy precisas, luego las juntas con lo que está escrito, y nos damos cuenta que hacer comedia solo se trata de ser verdadero, que cae ahí y la gente la recibe y se la cree. Es cierto que anteriormente las personas nos habían visto en personajes más serios, pero luego vas al teatro y ves tanta gente reír a carcajadas, que no se si Roberto piense igual, pero yo estoy fascinado con la comedia”.

Una versión que apuestan por lo cotidiano, por la inmediatez. El bar en donde se desarrolla la mayor parte de la obra es un personaje más, un escenario donde lo cómico puede maquinar sus equívocos y la química entre Romero y Martínez convierte lo esperado en disfrutable. No se trata solo de ver si terminan juntos, sino de disfrutar el camino, de reír de nuestros propios modos de amar en la era del “último visto”.

Smiley nos recuerda que en la comedia romántica contemporánea el misterio no es tanto quién se enamora, sino cómo nos enamoramos ahora, entre notificaciones, silencios y emojis. Y que, a veces, la valentía más grande no es gritar “te amo”, sino enviar ese mensaje sin pensar en el “visto” que pueda llegar después.

Fotos © María Félix García Posada