Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)
Siempre trato de no ser juez y parte en cuanto al humor se refiere, porque muchos conocen cuán cerca estoy del género y cómo aplaudo cada proyecto humorístico que irrumpe con buen tino en la escena teatral o en cualquier otro formato. No obstante, puedo tomar distancia y hablar de uno de los espectáculos más novedosos que se ha presentado en los últimos meses en varias salas del país, y del que apenas se ha hablado en los más importantes medios de comunicación. Es algo con lo cual ya estamos acostumbrados a (mal) convivir.
Varias provincias se han deleitado con la acertada propuesta que bajo la dirección y guion del reconocido actor Luis Enrique Amador Quiñones (Kike Quiñones), se ha presentado bajo el nombre de Sinfonía con de nada. Bayamo, Camagüey, Matanzas, y hace unos días Holguín, han sido las plazas donde se ha presentado este excelente espectáculo que me recuerda lo mejor y más autóctono de nuestro teatro musical.
Ya en una ocasión esta receta dio buen resultado cuando se propuso la obra Reír es cosa muy seria (Premio Villanueva de la Crítica 2011), en la que Quiñones e Iván Camejo trajeron de vuelta al inolvidable dúo del negrito y el gallego de nuestro bufo, vernáculo, o teatro popular… como quieran llamarlo. De hecho, un remake de uno de los sketches de dicha obra, fue retomado para homenajear nuevamente a dos grandes del acervo musical cubano: Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona. Me refiero a la simpática pieza de “Cecilia la O”, ingeniosa mezcla de Cecilia Valdés (Roig) y María la O (Lecuona).
Todo el espectáculo es una gran puesta en la que queda demostrado que el humor es el lenguaje más universal y eficaz que existe, y mezclado con la música (la buena música), no tiene parangón.
No es la primera vez que veo a orquestas sinfónicas salirse de sus acostumbrados marcos de «serio» y «clásico» para mostrar otras aristas de la profesionalidad musical y el espectáculo, amén de la partitura.
Kike Quiñones escoge para su discurso a los grandes del universo: Johann Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven… y los parodia, altera sus biografías con juegos de palabras, símiles, situaciones paralelas con nuestra realidad asentando al público en la inmediatez; pero también los fusiona con la música popular cubana obteniendo excelentes resultados en un mágico y entretenido entorno, en el que todos, incluidos los músicos y el coro, nos divertimos y formamos parte indisoluble de la diégesis creada al efecto.
Por supuesto que no es el resultado del esfuerzo de una persona o un pequeño grupo de creadores. En primer lugar, hay que aplaudir a las orquetas sinfónicas de cada provincia donde fuera montada la obra, que sin vacilar se «apuntaron» en tan arriesgada aventura, sobre todo por el poco tiempo que contaban antes de cada estreno. Decisiva e incondicional fue la labor de Javier Millet, director musical y gestor de tan geniales arreglos musicales.
Por otro lado, ovación a los invitados, encabezados por el actor Michel Pentón, que a mi entender ha madurado notablemente y se nos muestra con mucho talento y recursos histriónicos en su quehacer. Raimundo Fundichely, Damián Jorge Hernández, Alejandro Ramirez Lescaille, Mireyita Abreu y Lisbeth Castillo Montenegro, también forman parte de ese grupo al que llamo núcleo de unidad, que tras la primera experiencia en Bayamo han viajado junto a Kike Quiñones cual indivisible compañía artística, notablemente enamorados y comprometidos con el proyecto. Otras grandes figuras se han unido eventualmente a dicho propósito como es el caso de la maestra Ivette Burgios, que en Matanzas lució toda su grandeza dirigiendo la orquesta en una presentación muy especial.
También muy especial significado tiene que se haya dedicado algunas de las funciones al grupo La seña del humor de Matanzas, inolvidables hacedores del buen humor musical en Cuba, y al legendario grupo argentino Les Luthier, maestros del humor y la música, que permearon con su haber a más de una generación de humoristas cubanos. Sinfonía con de nada defiende con acierto un número del inmenso repertorio de este grupo sureño, y todos lo agradecemos.
Siempre quedan cosas por decir, nombres que mencionar, anécdotas que contar… pero es bueno no dejar pasar por alto este suceso, más cuando se trata de una clase magistral que hecha por tierra todas las seudo posiciones y críticas ante las potencialidades del humor, y su posibilidad de aparecer en grandes proyecciones escénicas. Sinfonía con de nada tiene mucho de todo lo bueno.
Foto de portada: Alejo Rodríguez