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SEMBRAR SONRISAS: LA SEMILLA DEL CLOWN EN LATINOAMÉRICA

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Por Rachel Pereda Puñales / Foto Sonia Almaguer

El payaso se levanta temprano. Se lava la cara. Se maquilla. Se pone la enorme nariz roja y los grandes zapatones. Y sale a la calle, con su maleta cargada de instrumentos y en el alma la noble misión de convertir el mundo en una sonrisa gigante.

Antes de hablar del panorama del clown en Latinoamérica, vamos a llamarle Latinclown, es válido aclarar que la difícil profesión de aquellos con narices rojas, en muchas ocasiones ha pasado por el duro filtro de prejuicios y tabúes de quienes por temor, ignorancia, o puro conformismo, condenan lo diferente, lo auténtico, lo verdaderamente libre y variado. Hacer reír, pero hacerlo bien, es una tarea muy difícil que requiere lo que yo llamaría las tres E: Estudio, Esfuerzo y Entrenamiento.

Según la maestra Alejandra Toledo, en Argentina lo que se conoce como clown ha tenido un desarrollo muy grande a partir de la caída de la última dictadura militar, cuando muchos jóvenes regresaron y empezaron a redescubrir y reinventar el arte del payaso moderno.

«Por múltiples determinaciones, en la actualidad contamos con mucha gente en nuestro país con narices rojas. Tenemos, además, un movimiento fuerte de mujeres payasas que están trabajando y revolucionando la escena con espectáculos grandes, importantes, donde la poética se erige de manera autónoma a partir de nuevas dramaturgias», asegura Alejandra.

De este modo, Balbuceando Teatro, el grupo de la maestra, lleva muchos años haciendo una investigación sobre la mujer clown en Argentina, para ubicar dentro de un arte considerado menor, a otra minoría que son las féminas.

Alejandra Toledo asegura que el clown es un poeta y a partir de ese pensamiento, construye todo lo demás.

Asimismo, el también argentino Eugenio Deoseffe señala que para trabajar en ese género es necesario encontrar un equilibrio entre la formación, la técnica, el hacer y el oficio.

«El payaso de mi país es muy valorado en el mundo y ha generado una vanguardia de creación artística en Latinoamérica. En distintos lugares de la región, hay muchos argentinos que son los que están llevando la técnica del clown», nos cuenta.

Para el colombiano Santiago Parada, ser payaso es un oficio difícil que requiere mucho trabajo y dedicación. «Yo pienso que en la actualidad, el mundo del clown en Colombia está cogiendo fuerza. Es algo todavía joven en nuestro país comparado con otros lugares de Latinoamérica como Argentina y México que tienen una larga tradición, pero está creciendo por el propio sentido filosófico del clown que apela a la libertad, la hermandad, al juego y  a la equivocación», señala.

Miembro de la compañía La Torpe, junto a su compañero Alejandro Domínguez, el artista colombiano destaca que producto de las propias condiciones sociales que se viven en Colombia, en la juventud se está armando una fuerza revolucionaria del payaso.

«Es un oficio maltratado, pero la semilla todavía está en crecimiento, esperemos que  florezca con fuerza».

Por su parte, el mexicano David Silva afirma que en muchas ocasiones, payaso es una palabra peyorativa, discriminativa, por lo que corresponde a quienes practican ese arte, enaltecerla y reivindicarla.

«Hablar del payaso en Latinoamérica es muy difícil porque la profesión ha logrado distintas vertientes a lo largo del territorio. Para mí, el payaso es un personaje que no es tonto, solo que busca las soluciones más difíciles. No es agresivo, sino solidario y simpático, aunque no siempre logra lo que busca. Ser payaso es un proceso muy complejo, aunque creo que bastante completo, porque a pesar de todo, se disfruta», aclara.

Para Silva, en un mundo cada vez con más violencia, la persona de la risa es muy importante porque permite sanar corazones, ser solidario con el otro, y logra revivir el espíritu cálido que necesita el público.

El cubano Ernesto Parra, director del grupo tunero Teatro Tuyo, confirma que el payaso es poesía en movimiento.

«Aunque la enseñanza artística de nuestro país no contempla en sus estudios la especialidad de payaso, sé que en algún momento existirá. No por modismo, ni por tozudez; sino por las mismas vueltas a la naturaleza que nos ofrece el payaso, que es volver a nuestras esencias como seres humanos», destaca.

Parra reflexiona también, que más allá de la teatralidad y las puestas en escena, los payasos se tornan cada vez figuras más imprescindibles para rescatar valores patrimoniales que alejen de la violencia y conviden a la paz, al amor y a la risa, para lograr ser una mejor Latinoamérica.

Sin duda alguna, es necesario sembrar sonrisas para cosechar alegrías. Y el payaso, más allá de las narices rojas, los bellos colores y los grandes zapatones, tiene la misión de devolver a las almas más tristes la sonrisa necesaria, que como bien dijo el gran Charles Chaplin, cuesta poco y produce mucho, pues no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe.

El payaso retorna a su casa. Después de un día de tropezones, caídas y juegos, vuelve con la satisfacción de haber regalado sonrisas y colores a los más necesitados. Se quita el maquillaje, los grandes zapatones y espera ansioso la jornada siguiente, para volver a escuchar las carcajadas y emociones de aquellos que necesitan hacer del mundo, una gran risoterapia.