Por Yoamaris Neptuno Domínguez
Terminé de ver el Noticiero estelar el pasado sábado y la mayoría de las noticias giran en torno a los estragos causados por el evento hidrometeorológico que azotó al occidente del país en la tarde noche del viernes 22 de marzo.
Unos recogen los escombros que han dejado a su paso las intensas lluvias, otros se suben en las escaleras para retornar los cables eléctricos a sus lugares, aquellos trasladan recursos vitales en diferentes medios de transporte, los hay que cocinan para un montón de personas; pero estos, los de esta historia, regalan ‟momentos de felicidad″ con lo que saben hacer: jugar, cantar, bailar, reír. Una poción mágica de ternura que llega a sustituir el llanto que ahora brota de los ojos de personas que han perdido sus bienes así de rapidito precisamente por ese otro llanto del cielo en un día gris. Aunque anunciada la tormenta, al ver los resultados, el dolor es grande y resulta difícil el entender el por qué.
Uno de esos tantos reportes de lo que en materia de hacer por la recuperación de quienes hoy lamentan la pérdida de sus bienes materiales, nos llega de la mano del periodista Abdiel Bermúdez Bermúdez, siempre capaz de hacer de sus crónicas un relato que motiva a escucharle. Una mención a la participación de la Compañía Cascabel en las acciones que coordinara el gobierno municipal en El Cotorro, no me deja pasar por alto el evidente papel del arte como ente transformador, aún en las más difíciles condiciones. Busco la manera de comunicarme con la tropa cascabelera y cual periodista curiosa pregunté.
¿Cómo llegaron hasta allí?
Esto fue una tarea relámpago –me cuenta Rigoberto Rufín- Ha sido intensa la semana por nuestra participación en la Jornada Nacional Teatro por una infancia feliz, dentro de la cual teníamos responsabilidades y fue interrumpida por el temporal que se anunciaba. Estábamos realmente cansados, a lo que se suma que el viernes la casa se nos llenó de agua, no había corriente. Imagínate que ya estábamos durmiendo y recibimos una llamada en nombre de la Dirección municipal de cultura y del gobierno convocándonos o más bien preguntándonos si podíamos participar, hacer ‟algo″ en una actividad en la Escuela Especial Evelio Hernández que está sirviendo nuevamente como centro de evacuación de damnificados. Yo les dije que sí, por supuesto, les comenté que yo tenía una bocina donada para estos menesteres, que la llevábamos para allá con los títeres, que llevaríamos tres o cuatro paquetes de globos para regalarles a los niños y niñas y alegrías, sobre todo alegrías.
Pero amaneció lloviendo…
Sí, debajo de ‟aquel perro aguacero″, vinieron a buscarnos en el carro de la directora municipal de Cultura y nos fuimos para allá e hicimos lo que mejor sabemos hacer: llevar la alegría a las familias y te puedo asegurar que esa gente quedó agradecidísima.
Cuéntame ¿Cómo fue cuando llegaron al lugar? ¿Qué fue lo que más les impactó?
Tomamos eso de sorpresa pero ya estaban allí representantes del gobierno, la televisión y otras entidades. Llegamos con los personajes medio caracterizados y tuvimos que pasar por el medio de uno de los salones, este era inmenso, lleno de colchones en el piso y allí estaban las personas almorzando. Nos hemos presentado otras veces en el centro escolar pero no en esas condiciones. Esta vez habían espacios habilitados para que estuvieran las familias, realmente habían muchas familias y hasta con sus mascotas. Al entrar, les pedimos permiso y les dijimos que almorzaran lo más rápido posible ya que llevábamos personajes de la televisión que querían dialogar, compartir, y regalarles canciones, juegos, adivinanzas, trabalenguas… Fuimos a terminar de prepararnos y ellos se fueron incorporando poco a poco. Una vez con maquillaje, espejuelos, nariz, peluca, sombrero en su lugar y la bocina lista, se estableció rápido la comunicación, nos fue fácil. Sabíamos lo que había generado la noche anterior… que estaban bajo tremendo stress, llorando, preocupados. La situación es seria, triste, fuerte, complicado lo que están viviendo; pero nada, aprovechando la facilidad de comunicarme y más desde estos personajes, enseguida pudimos interactuar, de la mejor manera posible.
Y afuera no paraba de llover…
Exactamente. Realmente la situación era preocupante, llovía con fuerza, los vientos soplando más fuerte de lo habitual, las calles llenas de agua… Pero tenemos la satisfacción y el regocijo de poder afirmar que logramos que se rieran, que (al menos en ese tiempo) borraran de sus rostros la amargura de las circunstancias… A los niños y niñas le regalamos los globos de colores y las personas adultas rieron también con nosotros, eso fue muy bonito y cerramos con el clásico «Ay Mamá Inés» y a bailar todo el mundo, jajaja.
¿Se siente útil Rigoberto cuando suceden estas cosas?
Te voy a responder con la frase que me dijo una de las abuelas que estaba allí cuando nos íbamos: ¡Qué bueno que nos regalaron este momento de alegría, después de tanto llanto anoche! ¿Responde esto a tu pregunta?