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Santiago Alfonso, danza y cuerpo como escenarios de transformación

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Por Noel Bonilla-Chongo

“No tenemos un cuerpo, somos un cuerpo …”

Jean-Luc Nancy

 

Hace solo instantes la Sala Caracol de la sede habanera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, exhibía el documental Santiago, la gloria eres tú, del realizador Pedro Maytín. Es una producción muy reciente, apenas estrenada el pasado 24 de agosto, en la víspera del cumpleaños ochenta y cinco de Alfonso.

El material audiovisual va teniendo dos líneas discursivas principales, los testimonios y consideraciones de un grupo de críticos, especialistas y seguidores de la obra de Santiago, junto a lo que en primerísima persona el propio artista va narrando de su fe de vida. Fe en tanto trazo viviente concreto y como credo, convicción de todo lo construido en su cuerpo como armazón cultural. Música y danza, maestros y colegas, familiares y allegados, Cuba y el mundo, todos y cada uno encarnados en los múltiples escenarios que de su corporeidad emanan.

Si bien para Aristóteles el alma es la forma de un cuerpo organizado, para Jean-Luc Nancy, el cuerpo es precisamente lo que dibuja esa forma. Siendo la forma de la forma, la forma del alma; o sea, signo de esos tránsitos que articulan los procederes del artista en la danza. Y allí, en Santiago, la gloria eres tú, su realizador logró una dramaturgia que, sin ser rupturista en sus convenciones audiovisuales, compila y grafica elegantemente las razones de un cuerpo que siendo huella es visor iluminante de nuevos caminos. Sí, de esas rutas que nos permiten ver, sentir, pensar el cuerpo más allá de la danza, y entonces definirlo como baluarte de la experiencia sensible, dejándonos reconocer cuán vivaz se vuelven las grafías que pudiera diseñar una gramática coreográfica o el vocabulario muy propio, como el que identifica la poética de Santiago Alfonso. En él, la danza y el cuerpo como escenarios de transformación operan en simultáneo (y aun cuando pudiera parecer una obviedad de la escritura coreográfica común, créanme que no lo es), de ahí que resulte tan atrayente los criterios fundamentados del artista para referir el porqué de su gestualidad, de los emblemas y adaptadores corporales que detallan un estilo venido del comportamiento cotidiano de cubanas y cubanos.

En Santiago, la gloria eres tú, el territorio ocupacional (más allá de la historia de vida) quiero entenderlo como espacio y contexto que caracteriza las relaciones de los sujetos en su corporeidad inmediata, pero también en la revelación del propio cuerpo (en principio, el de Santiago) como territorio originario. Al decir de la investigadora colombiana Jenny Caraballo, la narración sobre los cuerpos puede revelar las historias colectivas que constituyen las prácticas del existir. Aquí, la manifestación y construcción del cuerpo tiene un correlato en la percepción social del cuerpo propio y también del ajeno. A los aspectos puramente físicos de la gestualidad popular, social y cotidiana, se incorporan otros de tipo simbólico, poéticos, políticos y estéticos; es así que aquellos tics que pudiéramos identificar como “estilo Santiago”, sus gestos, posturas corporales, mímicas, ademanes, cuellos y manos quebradizas, torsos y caderas en oposición, devienen “morfokinemas” que seducen en la lectura (aparencial e igualmente en la comedida) de sus danzas.

Pedro Maytín, quien ya acumula una producción sostenida de audiovisuales sobre artistas y personalidades de la danza cubana (mayormente dentro del universo del folklore y la cultura popular tradicional), también sobre asuntos en torno a esta temática, con Santiago, la gloria eres tú, salta el listón. Y sí, la figura abordada es un medidor ejemplar, tal como lo es la manera de construir un relato audiovisual que echa mano a documentos de archivo, a intertextos y al criterio especializado como vector que hilvana la sucesión de acontecimientos en presente.

Nótese cómo a través de las devoluciones que Santiago hace de su paso en la danza, Maytín sitúa en la autoreflexión del creador su trajinar y rastro en la historia cultural de la danza y escena espectacular cubana. Santiago, hablando de él, de lo que significara Ramiro Guerra en su formación, de su paso por la dirección del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, de su quehacer en el Cabaret Tropicana y de esos shows que se exportan al mundo (Tokio, Londres, Principado de Mónaco, etc.), no se queda en su historia personal, sino que nos deja entrar en la danza de los otros, en los cuerpos del pasado, en las canciones y ritmos que argumentan su musicalidad y background sonoro al transitar en actualización hacia el hoy y los mañanas por venir.

Maytín no discrimina ningún criterio (por fortuna todos positivos), ni maneras ni recuerdos, su documental es fiel a la vida y al hacer de Santiago Alfonso dentro de la cultura cubana toda. Como documento sociocultural, Santiago, la gloria eres tú, devela una noción de corporeidad desde lo singular que se amplifica para que danza y cuerpo, pista y escenario, lentejuela y traje, no dejen de ser esenciales en nuestro contexto espectacular. Allí donde, historia personal, familiar y los códigos culturales y sociales van dotando de significado nuestras relaciones corporales; en la medida que los tabús, prejuicios, formas y maneras de relación y convenciones “marginales”, sustenten su eficacia escénica, social y cultural validadas al centro y en esquiva de los márgenes.

No hay dudas, Santiago, la gloria eres tú

Quizás, lo ideal para resumir sus postulados dentro de la creación coreográfica esté en dejarse llevar por la coexistencia funcional del baile, la sonoridad, la apariencia y el disfrute que proponen los espectáculos de Santiago. Sus piezas individuales y colectivas, poseen la gracia de un particular diseño corpo espacial a través del cual las acciones grupales se desarrollan con amplitud, descomponiéndose por instantes para de nuevo retomar su integralidad. Como si no quedara cabo suelto, Santiago Alfonso sabe que en la danza y en la coreografía no hay espacio para el embuste, para el adorno insustancial, para el melindre sin lugar.

El documental de Maytín, rinde tributo a la larga labor de Santiago como formador de artistas y de públicos. Fecunda, además, al punto de poder afirmar que mucho le debe el espectáculo escénico musical cubano al fino calado de coreógrafo, director artístico y artífice por excelencia del show nocturno y de cabaret en Cuba. Y sí, es que la mayoría de nuestros artistas de la danza, directa o indirectamente, a través del hacer del maestro, descubrieron la manifestación y se educaron dentro de ella. Créanme, no exagero. Y no hablo solo de la siempre bella Lupe Guzmán, de Rafael Olivera o de Spínola, aun cuando en ellos tres se puede sintetizar la potencia creativa y la huella de Alfonso en su expansión del show de Tropicana a sus apuestas con el Grupo de Experimentación de la Danza y el Espectáculo, nombre largo, pero que pautó un tránsito orgánico en la vida del creador.

Su entramado coreográfico constituye un universo reconocible. En él se resumen todas sus creencias y sus posturas, a veces irreductibles, sobre el hecho de danzar. Sus obras reflejan ese múltiple mundo con propiedad. Forman parte de una historia personal y simbolizan una aportación legítima al patrimonio cultural de la danza y del espectáculo escénico musical cubano del siglo XX y XXI. Parecería que, con Santiago la danza está para recordarnos que no somos más que cuerpos en el tiempo y en el espacio moviéndonos sin cesar, pero que, al ritmo del baile, somos algo más que solo cuerpos en el tiempo y en el espacio. A modo de celebración de esas fuerzas elementales, las que vienen del origen de todo, desde el primer latido, danzar es abrazar el movimiento y su energía pulsante, la misma que nos hizo bailar al comienzo de todo.

La emoción de festejar su ochenta y cinco cumpleaños de vida y sus casi setenta años de trayectoria artística en el documental, resumen y trascienden la historia misma de la danza escénica cubana, de los momentos iniciales como intérprete pionero y esforzado bajo el mando de Ramiro Guerra a tantos estadios imprescindibles de nuestras historias danzadas. Razones más que suficientes en la conformación, si bien no precisamente de un repertorio coreográfico accesible, sí de un quehacer ejemplar ya constituido en patrimonio cultural del país. Su labor de maestro artista cumplida en varias generaciones de bailarinas y bailarines, de ensayadores, profesores, lo convierte en un genuino y honesto maestro de maestros. A sus 85 años de edad, él está ahí, siempre listo al llamado, al consejo oportuno. Hombre de cultura seria y de mundo, de atmósferas teatrales inequívocas, de plumas y lentejuelas que sobrepasan lo purpúreo de sus brillos propios para bordear peripecias mentales, corporales y escriturales en sus modos de vestir la escena y los imaginarios. Hoy cuando nuestro mundo sigue puesto a prueba y no cesamos en la búsqueda de respuestas en medio del compromiso real del artista con su tiempo, Santiago no pausa, se considera un eterno aprendiz al alcance de todas y de todos.

Con él, como con otros creadores medulares, no nos alcanzará el tiempo para sus merecidos tributos. Siendo importante advertir cuánto hemos aprehendido bailando y viendo esas estrellas de su paraíso real y simbólico. El de su danza espectacular que, de La Habana al mundo siempre regresa al punto de partida como franca devolución de lo aquí aprendido y cultivado. Como si no hubiera distancia y la fuerza de atracción de los cuerpos sigue estando aquí, o sea, en lo entrañable de los afectos. Como si esa fuerza de gravedad nos siguiera uniendo al primer llamado, aquel que lo embrujó para desafiar el riesgo que persigue la búsqueda de la belleza, de la aventura siempre renovada.

En estos días de aniversario y recompensas mutuas, regresamos al encuentro con el maestro, a sus enseñanzas, también a los recuerdos de esa edificación que arma su fe de vida y su obra en la danza y el espectáculo cubanos. Revisar los registros de archivos, el documental Show Time de la realizadora Alina Morante o el regalo que Maytín ahora nos hace, ratifica que “no tenemos un cuerpo, somos un cuerpo”, el mismo único y plural que solventa a un Santiago Alfonso siempre renovado para que, danza y cuerpo sean eternos escenarios de transformación.

Foto de portada: