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Sandra Ramy: En la mística de una creación danzaria

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Por Roberto Pérez León

La emoción más hermosa y más profunda
que podemos experimentar
es la sensación de lo místico.
Albert Einstein

Persona Colectivo lo dirige Sandra Ramy. Hace como cinco años vi, por primera vez, en Fábrica de Arte Cubano, el trabajo de la agrupación que más que danzaria es una agrupación que explora y artiza la tensión y las negociaciones originantes de una estética del movimiento que fluye y permanece.

En aquella ocasión vi Be careful, desde entonces no había vuelto a asistir a un espectáculo de Persona Colectivo hasta ahora que se estrenó Saudade en el Teatro Martí.

Saudade es la proyección sensual y sensorial del campo energético que genera la “epimística”. Es la rogación para llegar a los entornos, sobre todo los entornos de la emoción, el trastorno, la crisis, el alzamiento, el trance de la vibración que ronda a la mística y que la mística ronda a su vez. Entonces, sobreviene la gozosa regeneración augural que va de la sucesión al súbito vivencial: nostalgia, melancolía como señora del tiempo, tristeza y sus detalles acariciantes y el mar, siempre, siempre el mar y, por supuesto, recomenzando siempre.

El mar es en Saudade una presencia furiosa, inapresable, evaporante que tiene la artesanía de un movimiento que ostenta su autonomía respirante. Pero tengo que decir que, pese a la omnipresencia del mar, en Saudade todo el tiempo estuve ascendiendo por el diseño de una aguja gótica.

Esto de la aguja gótica no es una trastornada ocurrencia mía. Lo digo recordando la lectura que hace Lezama de Baudelaire y esa rara sensación que deben sentir los místicos, o los andadores de la epimística, cuando sienten que sus plegarias trepan por agujas góticas, contraen, expanden el tiempo y el espacio para crear el tiempo-espacio y curvarlo por el milagro de una razón, la que sea.

Sandra Ramy trajina secretos que se hacen misterios. Es una que mujer produce hechos escénicos con la exactitud de la elegancia donde son protagonistas, esta vez, la gente que puebla el escenario y que actúan: Tamara Venereo, Daniela Ponjuán, Tahimi Cisneros, Luis Antonio Salazar y Cristian Hernández.

Saudade ocurre únicamente en Saudade porque Saudade genera su propio tiempo y su propio lugar por ser una puesta de expresión contundente.

Saudade concibe una dramaturgia urdida en el paisaje venturoso, de amplio perspectivismo visual y sonoro, de los sistemas significantes que verifican en la obra la fuerza de sus imágenes: escenografía, vestuario, música, audiovisuales, textos empleados.

El acabado configurativo de Saudade ha estado en manos de Guido Gali, Celia Ledón, Pepe Gavilondo, X Alfonso y los textos de Fernando Pessoa y Dulce María Loynaz. Y punto.

Sandra Ramy problematiza la teatralidad, nos asevera la transteatralidad. Sin hacer lo ya hecho, sin arrogancias compositivas en Saudade se criban las arenas de “los post” para sustanciar una narrativa que permite fulguraciones y concentraciones de gravitación duradera.

En Saudade que se desautonomiza un estilo, la levedad formal es destilada como triunfo entre viejas peleas formales.

Saudade es la diligente cacería de una coréutica de elementos plásticos que conducen a la consagración de una obra nutritiva, viviente: volantes movimientos y el trazado establece un cosmos de geometría nada euclidiana.

La geometría euclidiana concibe las diferentes partes de un todo encajando unas con otras: cubos, esferas, conos. Pero resulta que no “todo” es tan fácil y regular como para encajarlo, así como así, en un gráfico.

Las estructuras del movimiento por sus irregularidades, por sus mismos componentes orgánicos e inorgánicos existen en un caótico esplendor que no cabe en las figuras euclidianas.

¿Cómo hacemos para representar una nube? ¡Eh ahí las limitaciones de la geometría de Euclides!

También la danza debe esmerarse ante las posibilidades teóricas que nos ofrece la física cuántica. Seguir en los estancos ideo-estético del cómodo mundo de las posibles variantes espaciales es una estrechez estética e ideológica.

Podrá resultar plomiza esta andanada, exabrupto o destemplanza física teórica en este comentario sobre Saudade. Pero es que el ser humano ha sido capaz ya de entrar al “bosón de Higgs”, la “partícula de Dios”, esa que otorga masa a otras partículas. ¡Qué rarezas! Estamos llegando al misterio.

Sí, que la danza transite por los paisajes de la ciencia y la tecnología a través del campo de la razón. No olvidemos a Einstein andando por la mística del campo entorno al campo de la razón.

Digo esto a propósito de Saudade pese que esta obra más allá de sus irrelevantes descocidos es un trozo de espiritualidad que trasciende, difracta y a la vez refracta el espectro de una emocionalidad irisada desde el centro del pecho.

No nos sometamos a la misma pragmática: que si el tiempo, que si el espacio, que si pitos y flautas y muévete pacá y muévete pallá, agarra, suelta, agarra, pero -a lo Juana Bacallaro- con el refrigerador no te metas.