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Persistir, insistir; motivaciones para danzar en Cuba

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Por Kenny Ortigas Guerrero

Tras concluida la 2da Edición del Concurso de Coreografía e Interpretación Fernando Alonso Inmemoriam en la ciudad de Camagüey, en el que compitieron 32 obras entre los tres niveles establecidos: elemental, medio, profesoral y profesional, se impone realizar un balance del saldo cualitativo y cuantitativo de este necesario encuentro, teniendo como un elemento fundamental que no se trata de una simple muestra de presentaciones de coreográficas.

Los eventos de este tipo no deben constituir exclusivamente un espacio para intercambiar experiencias, sino que son generadores de nuevas experiencias, las que a su vez desatan estrategias y acciones para nutrir los procesos de desarrollo y crecimiento de la materia que se aborda.

Es imprescindible crear y estimular el surgimiento de nuevas perspectivas de análisis para la expansión de las capacidades conceptuales y organizacionales que apuntalan una puesta en escena, desde edades tempranas en la enseñanza artística. Dominar con recursos técnicos y dramatúrgicos los entramados narrativos que enarbolan los cuerpos en torno a una idea que toma forma física en un determinado espacio es el sustrato para alcanzar resultados de excelencia en un futuro. Confraternizar entre estudiantes, profesores y profesionales de la danza, donde puedan beber cada uno de sus disímiles visiones, construyéndose paradigmas y descubriendo referentes que dinamicen su pensamiento, tomando caminos que conduzcan a otros estadíos y posicionamientos para hacer, sentir y mostrar la danza, es marco propicio para revalorar sus potencialidades y ganar en herramientas que viabilicen la construcción de obras que dialoguen a través de la escena con un público cada vez más exigente al momento de disfrutar del arte.

Admirando las creaciones que se llevaron al escenario del Teatro Principal en esos días, se pudo constatar que existe un dominio de un crisol amplísimo dentro del archivo de géneros y poéticas de la danza universal, a las cuales no se ha llegado de manera casual. Desde la formación en las academias y escuelas de la enseñanza artística y también dentro de las Casas de Cultura, se ha fomentado como parte de la política cultural de la Revolución un rico y sustancioso conocimiento de ritmos y expresiones que fluyen a través de lo raigalmente folclórico y popular hasta lo más estilizado y experimental, que por supuesto, trasciende las fronteras de la isla.

Hemos sido un país con una cultura danzaria que se ancla en sólidos fundamentos teóricos e históricos, que constituyen sello distintivo de nuestra identidad nacional. Ante las carencias económicas y un notable decrecimiento de educandos en las matrículas en los centros docentes donde se estudia danza y ballet, es menester revisar estilos y formas de trabajo que motiven y estimulen de manera sistemática la permanencia de los estudiantes y luego, de igual manera, se les de seguimiento a su posterior inserción en el campo profesional.

Estos concursos, jornadas de talleres y conferencias, la oportunidad de otorgar becas y de retribuir económicamente el desempeño artístico, son piezas que tienen que articularse en función de consolidar los procesos que, desde la escuela como base, traerán como bonanza un profesional rigurosamente preparado capaz de sostener el prestigio de la danza cubana a nivel mundial.

No se puede permitir que el empirismo se apodere de los escenarios, por lo que la formación de coreógrafos tiene que constituir preocupación y ocupación de los consejos técnicos asesores y las administraciones de los centros y consejos que trazan las políticas, contemplándolo dentro de su programa de desarrollo en cada provincia, pues la danza profesional no solo depende del bailarín, sino de un buen coreógrafo que sepa delinear lo que la imaginación le dicta.

El socializar y verse los unos a los otros con sus diversas propuestas estéticas en programaciones habituales en los teatros u otros lugares, rompe con prejuicios, miedos escénicos y dota, sobre todo a los alumnos, de eso que es principio inexorable para ejecutar e interpretar, que es la presencia, ese bios escénico que se va adquiriendo al calor del training y la confrontación en este tipo de certámenes.

El Concurso Fernando Alonso Inmemoriam, es una plataforma oportuna para tomar el pulso de la danza en Camagüey, en sus jornadas -donde faltan algunos por sumarse- los estudiantes se miran no solo como aprendices, sino como creadores artistas que deben ir venciendo obstáculos para alcanzar la tan anhelada gloria.

Por otra parte, los profesores, se retan a sí mismos revisando los pasos de avance o retroceso de sus muchachos durante cada una de las funciones corrigiendo detalles, y en el caso de los bailarines profesionales encuentran la oportunidad de incursionar como artífices de sus propias obras, aunque el concurso no excluye de participación a los directores y coreógrafos ya consagrados.

Cuando en los años fundacionales de la escuela cubana de ballet, el crítico Arnold Haskell, al ver las funciones de la compañía clásica cubana liderada por Fernando y Alicia en una gira internacional, lo llamó “el milagro cubano”, estaba elogiando lo que un país del tercer mundo había conquistado con constancia, inteligencia, buen gusto y mucho sacrificio. Imagino que en ese instante una especie de fascinación se había apoderado de él, y entonces me pregunto ¿qué sería de la cultura si no provoca un estado de fascinación, de goce estético y espiritual?  Luego esa frase, pudiera caracterizar todo lo que se ha conquistado como cultura danzaria.

Para agregar más acicate al tema de la danza en Cuba, recientemente se pudo implantar un nuevo record guiness en bailes populares y ruedas de casino, otra demostración de esa suculenta enjundia que bautiza a cubanos y cubanas como bailadores natos.

La danza, es patrimonio que germina y esparce sus semillas a lo largo y ancho de esta tierra, cultivarla con dedicación y esmero, asegura la sedimentación del legado aportado y es sentido tributo a los maestros fundadores, esos que abrazaron apasionadamente la idea de bailar como forma de vida, por encima de cualquier difícil circunstancia.

En portada: Lester Adriano Ávila, Premio de Interpretación masculina con la obra Prórroga, que llevó el crédito de creación suyo y de su compañera Gabriela Rojas, ganadores del Premio de Coreografía. Foto Jorge Luis Sánchez Rivera / Bohemia