Por Vanessa Pernía Arias y Erian Peña Pupo
La narración oral en Cuba es, según los investigadores, el resultado, por un lado, de la existencia de una cultura precolombina que no rebasó el neolítico y que apenas deja huellas orales y la presencia española después de 1492, y por otro lado de la introducción de la mano de obra esclava africana que aporta una rica variedad de ritos, mitos, costumbres, cosmovisiones y ceremonias que le dan forma así a nuestra tradición espiritual.
Hay que tener en cuenta, además, las oleadas de inmigrantes chinos, árabes, judíos, europeos, estadounidenses y japoneses, y la francesa proveniente de Haití en el sur de la región oriental del país, lo que también influyó en la conformación de las tradiciones de oralidad. Tradiciones y cosmovisiones africanas que se relacionan con la tradición occidental judeocristiana y con las maneras de expresar esa espiritualidad en la península ibérica, lo que aporta multiculturalidad, pues a Cuba llegaron fundamentalmente gallegos, canarios, andaluces y castellanos, y con ellos las historias de muy diverso contenido e índole.
A partir de estas influencias y otras que aparecieron luego, surgen variantes y maneras de contar esas historias, leyendas y mitos que asientan la idiosincrasia del cubano, por lo que destacan algunos ejemplos, como el espacio “La hora del cuento”, con fines pedagógicos en escuelas y bibliotecas, y con un corte de narración oral artística, así como personalidades que aportaron a su desarrollo como Haydée Arteaga, Luis Carbonell y Francisco Garzón Céspedes y Teresita Fernández, ambos fundadores de “La Peña de los Juglares”.
Estos fueron algunos de los temas abordados por Glenda Pavón como parte de la Jornada teórica del Festival de Narración Oral “El mundo de palabras”, un espacio para acercarse al surgimiento y evolución del arte de contar en las diferentes regiones de Latinoamérica, como parte del evento realizado del 9 al 15 de abril por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, dedicado a los 20 años de la holguinera Compañía de Narración Oral Palabras al Viento.
En este espacio Glenda también realizó un recuento por el desarrollo de la narración oral en Holguín, con la maestra Norma Arencibia al frente del Teatro Dramático y cómo surgió la Compañía de Narración Oral Palabras al Viento hace ya 20 años, con génesis en el proyecto Pico de Oro, colectivo que crecido hasta convertirse en uno de los colectivos escénicos más activos del país, dueños de una propuesta atractiva para los diferentes públicos.
Sara Zepeda, narradora mexicana, repasó los orígenes de la oralidad en la nación azteca, convertida en expresión social desde hace varios siglos, así como parte indispensable de la cultura popular de su país. Mientras que la profesora e investigadora holguinera Carolina Gutiérrez realizó un análisis minucioso del poema “Los zapaticos de rosa”, de José Martí, uno de los textos más hermosos que regaló a los niños en la revista La Edad de Oro.
“Este es un cuento en versos, perfectamente narrativo”, destacó Carolina. “Es maravilloso el nivel de descripción que aporta Martí en el poema, es como si estuviéramos viendo cada escena en pantalla grande, además de mostrarnos personajes bien estructurados”. La investigadora de la obra del Maestro abordó el mensaje ético que aporta a los pequeños “Los zapaticos de rosa”, así como la conmoción entorno a un suceso, la presencia del conflicto del hombre en torno al hombre, sus intenciones educativas y de búsqueda de la belleza.
Blanca Esthela Sánchez Vargas, protagonista del proyecto mexicano Los cuentos de Lunena, dialogó sobre el cuento y su impacto en los niños pequeños, además de sus experiencias como educadora, y la importancia de las bibliotecas escolares y sus fondos literarios para crear espacios necesarios para los niños en sus primeras etapas. Por último el poeta, escritor y narrador cubano Jesús Lozada abordó los principales aspectos de la narración oral contemporánea, que se nutre de tres aspectos fundamentales: el mundo de la cultura popular, las tradiciones como constructo vivo y la oralidad. “Este es un proceso de avance y retroceso que se da en un cuerpo vivo como lo es la narración oral, que asume formas dependiendo del contexto y necesita renovarse para llegar a la oreja contemporánea, porque no debemos llevar el cuento donde el oído se canse”, subrayó Lozada.