Mensaje por el Día Internacional de la Danza, desde el Centro Cubano de la Asociación Internacional del Teatro para la Infancia y la Juventud (ASSITEJ CUBA)
Por Victor Ricardo Cabrera Soriano*
La danza, en todas sus formas y estilos, es un lenguaje común que une pueblos y enriquece la vida de quienes la practican y disfrutan. El 29 de abril celebramos el Día Internacional de la Danza, instaurado por la UNESCO en 1982 para rendir homenaje a este arte universal y conmemorar el nacimiento de Jean-Georges Noverre (1727), pionero del ballet moderno. En esta fecha, la danza une a personas de diversas culturas.
Por eso, hoy elogiaremos la capacidad de cada niño, niña y joven de convertir el movimiento en alegría y expresión auténtica. Primero escogí compartir con ustedes, «Chiquitines» un recuerdo especial, ese que me conecta con el universo. Por lo menos con ese mundo que para mí es “el único que me inspira a vivir”: la danza.
En lo infinito de mi memoria quedó el día que pisé el escenario por primera vez. Ese niño de cinco años que, con su traje del bando azul empinaba su papalote, conoció la felicidad plena en ese instante. ¿Cuántos de las niñas y niños, adolescentes y jóvenes de este planeta recuerdan con celo su primera función de danza? ¿Quiénes aún aguardan con ansias su momento de debut? Estoy seguro de que muchos serán grandiosas celebridades de la danza.
Pero… ¿sabían que el estreno de un exitoso interprete danzario “de talla mundial” no sucede en coliseos llenos de observadores? En realidad, esa primicia quedó en la íntima infancia de su hogar, cuando, por pura espontaneidad, un día comenzó a sacudir el cuerpo con una dinámica que de seguro resultó graciosa. Momento en que los estrepitosos aplausos de mamá y papá, hermanos, abuelos, tíos y primos lo ascendieron, por primera vez, hasta convertirlo(a) en «bailarín o bailarina absoluta».
Danza y bailes hubo y habrá para todos, en todas las épocas y edades. Deben comprender que cuando eres niño o niña, el acto puro de bailar está ligado a tu naturaleza. Por fortuna, en la infancia lo importante no es el público, el escenario, la técnica, ni la coreografía. Tampoco es esencial si la función es un magno teatro, en las puertas del colegio o en la sala de la casa para deleitar a la familia que, a gritos de gozo, te figuran como la estrella que eres.
Lo que hace especial ese instante de travieso bailador, es el juego, la diversión, la esencia misma de moverse desde la eterna paz de ser infante. Pienso que no existe acto más lúdico que la danza, cuyas imprecisas definiciones solo coinciden en las palabras: expresión, sentimiento, juego, movimiento y espacio, todo reunido en ustedes, los pícaros de la casa. Es casi imposible pensar que alguien pueda encarnar mejor este concepto que ustedes, duendecillos.
Cada pequeño, en cada latitud, baila desde la cuna cuando mueve sus pies al ritmo del madrugador berrinche, que advierte a los padres que será una larga noche. Danzan en sus caminatas a la escuela, cuando al compás del tráfico retozan sin razón aparente, pero en realidad sí existe una: ser copiosamente feliz. Saltar la cuerda, deslizarse por el tobogán, soltar las manos en la montaña rusa, con la cara enfrentándose al viento, eso también es bailar.
Quiero llenar mi mensaje de gratitudes, desde aquí donde la brisa es pura sal, el sol amigo que te abraza fuerte, donde el guajiro te baila un punto y el negro es Congó y Carabalí. Demos gracias a nuestro país por expandir las artes todas – y la danza misma – hasta cada rincón de este caimán que se mueve por dentro, aunque parezca dormido en la geografía. Pero sobre todas las cosas, gracias a los esfuerzos por llevar a cada niño, niña y joven, un instructor que los mueva con la sabrosura de nuestro Son. Por hacerlos partes de una familia que propaga el contagioso Guaguancó.
Gracias Cuba por ponerle a nuestras infancias la escopeta en mano para dar caza a El Gavilán y tejer la saya con que se baila La Caringa ¡Gracias! Por los cientos de techos firmes donde, sin distinciones raciales, sexuales, etnológicas o teológicas, cada niña y niño aprende a hacer un «demi plié», a bailar como la Oshún más dulce o el Elewa más vivaracho.
Y para terminar doy gracias a todo niño, niña, adolescente y joven que se apasiona y convierte a la danza su casa propia. Les gratifico con todo mi orgullo por existir como seres mágicos que nacen y se convierten de inmediato en un bagaje danzante original y expresivo, relevado de maldades. Pues así, tan esencialmente natural, dispuso el movimiento Jean-Georges Noverre en sus «Cartas sobre la danza y los ballets» (1760).
En honor a él, también Padre universal de la danza, que la revolucionó al defender que debía transmitir emociones y no solo exhibirse en frías posturas. Por su legado que inspira esta celebración mundial y el festejo a su natalicio; y con el esperanzador encargo a los más pequeños del mundo para que bailen sin límites, gritemos todos: ¡Feliz Día Internacional de la Danza!
29 de Abril del 2025
- Estudiante de Danzología, Facultad de Arte Danzario, Universidad de las Artes, ISA. Miembro del Centro cubano de la ASSITEJ.