Por Enrique Río Prado
El movimiento lírico cubano acaba de perder a otro de sus integrantes fundamentales. El diseñador de escenografía y vestuario y miembro fundador del Teatro Lírico de Matanzas, Néstor González Montenegro falleció en esta capital el 15 de junio de 2024, próximo a cumplir 90 años. Había nacido en el Central Ciro Redondo, de la provincia de Ciego de Ávila, el 13 de septiembre de 1934.
Se vinculó a la actividad artística desde 1965 durante su permanencia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias e inició sus estudios en el curso especial de escenografía que impartía Pedro Peña del Sol en la Escuela de Instructores de Arte dirigida por Bebo Ruiz. Más tarde ampliaría sus conocimientos junto al escenógrafo Luis Márquez.
Establecido en la ciudad de Matanzas por aquellos años, colaboró en las puestas en escena de los aficionados yumurinos desde 1969 y junto a ellos fundó en aquella ciudad el Teatro Lírico dos años después. Fue el autor de todas las escenografías de aquella agrupación que debutara en el teatro Sauto con la mítica puesta en escena de Cecilia Valdés, dirigida por Armando Soler y el maestro Rodrigo Prats en 1971. En los años subsiguientes realizó la exhumación para el repertorio de aquella agrupación de los importantes títulos de la lírica cubana El cafetal, Rosa la China y Lola Cruz (Lecuona), Soledad y La Habana que vuelve (Prats), todos bajo la dirección del maestro Rodrigo Prats, junto a otras obras del repertorio español (Luisa Fernanda, Los gavilanes, Bohemios, Los claveles y las óperas de cámara Bastián y Bastiana e Il tabarro.
Sin embargo, bien pronto su actividad artística alcanzó una difusión nacional. Trabaja para la Ópera Nacional de Cuba en la realización de los diseños de El barbero de Sevilla, La traviata, Rigoletto, Don Pasquale, El trovador, Aida[1], La bohème, Madama Butterfly, Cavalleria rusticana y El caminante, entre otros títulos y concibe los diseños para la excelente puesta de El barberillo de Lavapiés, realizada por el Lírico Nacional de Cuba en colaboración con el Teatro de la Zarzuela madrileño. Su estilo realista se adecua a la perfección a las tramas de las obras, especialmente a los temas costumbristas de nuestra zarzuela. Ningún otro artista visual trabajó tanto por la difusión de nuestros compositores líricos. Es invitado por el Teatro Lírico Ernesto Lecuona de Pinar del Río para sus puestas de El bravo, Voy abajo y María Belén Chacón, de Prats las tres, y el Teatro Lírico de Holguín Rodrigo Prats lo llama para su puesta de La Habana que vuelve, del mismo maestro, entre otros títulos españoles.
Su amplia colaboración y amistad con Rodrigo Prats culmina en 1979 con el estreno absoluto de la versión definitiva de la zarzuela Amalia Batista, en la que intervienen todos los grupos líricos del país y la convierten en un momento especial en la historia de la lírica nacional.
Las obras citadas más arriba son tan solo una pálida muestra del trabajo realizado por este artista que tiene en su haber poco menos de cien títulos. Su importante labor creativa, de altos valores estéticos, presente en todas las compañías líricas del país de las que se erigió en entusiasta y activo colaborador, lo convirtieron en un importante protagonista y lo hicieron acreedor de numerosos premios y distinciones, aun cuando resulte lamentable que no siempre fuera oficialmente reconocido, quizás debido a la excesiva modestia que lo definía y era parte esencial de su carácter, junto a su raigal cubanía y su ético sentido de la amistad.
En sus últimos años expresó insistentemente el deseo de que sus documentos de trabajo —diseños, fotos de puestas en escena, programas, recortes de críticas, etcétera— fueran conservados en su querida ciudad de Matanzas.
Una breve selección de algunas opiniones críticas autorizadas sobre la labor creadora de este artista, corrobora y amplía lo expresado más arriba:
La Habana que vuelve logró detalles sutiles, reveladores de un teatro que merece mayor aprobación y análisis. Entre ellos se destaca la escenografía y el vestuario por estar sujetos a su época y al contexto histórico del género: por un momento parecía que el Sauto revivía las pasadas puestas de la década del treinta, cuando Nono Noriega, aquel hábil escenógrafo, con simples telones de papel y un buen juego de luces recreaba la escena. Este trabajo, a 50 años de tiempo lo realizó ahora Néstor González, quien con limitados recursos improvisó una casa colonial, una finca de recreo, un parque… Donde existe imaginación puede vivir el arte. José A. Pola, en Bohemia, enero de 1982.
Y de modo especial resalta la impresionante y bellísima escenografía de Néstor González, de corte realista, ajustada perfectamente a la concepción tradicional de la puesta. Algo, por otra parte muy inteligente, dados los hábitos y la formación de nuestro público que necesita aún ver mucha ópera convencionalmente hecha para luego poder asimilar puestas más modernas y experimentales. Pedro García Albela, en Revolución y Cultura, 1989.
Montesinos respetó las reglas del juego y al mismo tiempo impuso las suyas. Apoyado en el magnífico diseño de Néstor González, logró que tanto la atmósfera dramática como la intriga […] se anudaran ante los ojos del espectador. En la escena se podía respirar el Madrid del siglo XVIII … Pedro de la Hoz, en Granma, 1991.
Para Néstor, con mi admiración y gratitud, como recuerdo de NUESTRO Barberillo, que ha sabido captar el ambiente de Madrid y ha colaborado en el éxito. Gracias y un abrazo fuerte, Ángel Fernández Montesinos. La Habana-Madrid, 1990. (En el programa de mano de la puesta).
Para nuestro gran Néstor González en el 50 aniversario de la creación del Teatro Lírico Cubano, para el que tanto ha brindado su valiosa cooperación. Su admirador y amigo, Rodrigo Prats, 1977 (En el programa de mano del Concierto de gala por la celebración).
Referencias:
Amarilys Ribot. «Cosas de magos. Néstor González Montenegro», en Teatro Sauto, vidas en plural, Ediciones Matanzas, 2012, p. 99-108.
Isachi Durruthy Peñalver. «Entrevista a Néstor González, el mago», en Cubaescena… (2022).
[1] Le escenografía y vestuario realizados por Néstor para la exitosa puesta de Aida recibieron mención en el Libro de Honor del Gran Teatro de La Habana en 1989. Cf. Entrevista a Néstor González, el mago…
En portada: Nestor y Carilda Oliver, en la peña Espacio Luz, CEDIAE, noviembre de 2010. Foto Archivo Río Prado