Migas de papel para desandar el teatro cubano

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Entre carteles y programas de mano, de altísimo valor gráfico, nos podemos asomar a varios mitos

Por Omar Valiño

¡Cómo me habría gustado visitar esta exposición en compañía de Roberto Gacio! Aunque ya no es posible, inevitable es pensarlo. Porque, ante cada estampa, salta una información y un recuerdo que él, memorioso como pocos, podría extender, completar, adornar.

Otros también pueden hacerlo, ajustados a sus estudios y vivencias. Y tomar el espacio como incitación para clases vivas, recorridos por notorios tramos de la historia de nuestro teatro, sobre todo contemporáneo.

A un costado de la Plaza de Armas, en la vieja Habana, al lado de la Biblioteca Villena, en una galería que antes asociábamos a esa institución. De un tiempo a esta parte se nombra El Papelista, porque quieren exaltar el soporte en esa materia tan hermosa y única: el papel.

La exhibición a la que me refiero le hace reverencia. Programas de mano. Teatro en papel reúne 98 de esos útiles instrumentos informativos para el espectador, parte del umbral de cada espectáculo. Y luego memoria, en apretada síntesis de datos, para cuidar la frágil existencia del arte teatral.

La selección la realizaron Vilma Peralta y Marilyn Garbey, quienes trabajan en el Centro de Documentación María Lastayo, del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, ubicado en el Teatro Nacional de Cuba. Se integra a la muestra una veintena de carteles de las colecciones de Damián Viñuela y Pepe Menéndez, firmantes de la curaduría y el diseño.

Entre carteles y programas de mano, de altísimo valor gráfico, nos podemos asomar a varios mitos: La Celestina, de Fernando de Rojas, por ejemplo, en el montaje del Teatro Nacional de Guiñol, de 1967, junto a otros títulos de Pepe y Carucha Camejo y Pepe Carril. O Divinas palabras, de Valle Inclán, en la puesta de Roberto Blanco, con Teatro de Ensayo Ocuje, de 1971. O, antes, su María Antonia, de Eugenio Hernández Espinosa.

Podemos repasar parte de los repertorios de agrupaciones como el Conjunto Dramático Nacional, El Taller Dramático, el Teatro del Tercer Mundo, el Grupo Jorge Anckermann, el Político Bertolt Brecht, el Cabildo Teatral Santiago, el Teatro Musical de La Habana. Y, por supuesto, la exultante producción de Teatro Estudio, bajo la guía de Vicente Revuelta; pero también allí el fundador ciclo de teatro clásico cubano de la mano de Armando Suárez del Villar.

Así como leemos nombres de actrices, actores, directoras como Gilda Hernández, músicos, diseñadores, colaboradores de tantas esquinas como requiere la escena. En fin, un restablecimiento de infinitos nombres y memorias a los que esta exposición refrenda y llama a enaltecer.

Vemos, por primera vez en mi caso, el programa de El lindo ruiseñor, parte de la escena fundacional del entonces Departamento de Artes Dramáticas del Teatro Nacional, conducido por Fermín Borges, de un inapreciable valor documental.

Les comparto solo estos atisbos, una mínima parte de las fructuosas migas de papel para desandar el teatro cubano.