“Magnolias” a la cubana: tiernas y resilientes

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Por Vivian Martínez Tabares

Con un éxito de público rotundo, a platea repleta y con larga fila de espectadores en espera de alguna oportunidad, terminó el fin de semana de estreno de la puesta en escena Magnolias, en un montaje del Teatro Aire frío, con versión y dirección de Yaité Ruiz y Eduardo Eimil, en la Sala Adolfo Llauradó de esta capital.

Magnolias tiene para buena parte de los oyentes un referente identificable, pues este montaje parte de la misma fuente del filme estadounidense Magnolias de acero, de Herbert Ross, una comedia sentimental realizada en 1989 y programada más de una vez por la Televisión Cubana. Los cinéfilos recordarán que fue creada con un elenco de estrellas: Sally Field, Dolly Parton, Shirley Mac Laine, Julia Roberts, Daryl Hannah y Olimpia Dukakis. La película se basó en la pieza teatral homónima de Robert Harling, y ahora el dúo directriz que integran Eduardo Eimil, líder de Teatro Aire Frío, y la actriz Yaité Ruíz, del Teatro de la Luna y la Nave Oficio de Isla en la que para mí es su primera dirección–, la versionaron para la escena cubana con el título de Magnolias y convirtieron al resto de los personajes en referidos. También atrae al público el hecho de colocar en escena, entre las 15 actrices jóvenes –incluida Yaité– que alternan los seis únicos personajes en rotación de elencos, a varias con rostros frecuentes en novelas y dramatizados televisivos.

He apuntado dos elementos que pueden presuponer cierto diálogo con resortes del teatro comercial –aunque la esencia de aquel sea un nivel de ganancia económica que entre nosotros nunca resulta en valor capitalizable, sino que tiende más bien a la ligereza–, pero lo que vi se propone llegar más lejos, en un esfuerzo por entretener profesionalmente al público, en medio de este agobiante verano, a través de una historia de la vida cotidiana, que rezuma interés humano y confraternidad.

Me tocó ver a Sailín Carbonell como Susana, una madre de familia, dueña del salón de belleza de pueblo en el que casi todos se conocen; a Darianis Palenzuela en el rol de Anel Dupuy, la joven recién llegada al pueblo con un pasado nebuloso y muchos miedos e inseguridades que, acogida por Susana,  comienza a asistirla en la peluquería; a Gabriela Álvarez como la joven Chery, soñadora y enfermiza a causa de una diabetes temprana; a Náyade Rivero como Mailín, su madre, que vive pendiente de la joven permanentemente, aunque tenga otros dos hijos; a Rosmery Guillén como Clara, la amiga de todas, siempre atrevida y chispeante, y a Minerva Romero recreando a la extravagante y resabiosa señora mayor, llamada Luisa.

Juntas, constituyen un grupo bien heterogéneo en caracteres y actitudes, lo que impulsa variedad de situaciones contrapuntísticas, en las que aflora afecto, ternura, penas y humor. Así se construye una trama llena de peripecias cotidianas con historias y pasajes anecdóticos sobre la amistad, los maridos y los hijos, las ansias de cada una, los preparativos para la boda de Chery, y en la escena queda clara una apuesta por la sororidad femenina.

Así, este montaje se suma a una tendencia que cada vez toma más fuerza en el teatro internacional, y en particular en el cubano, preocupada por recrear, visibilizar y debatir conflictos existenciales, sociales, políticos y de género de las mujeres. Así también, una joven actriz como Yaité Ruiz se suma a esta tendencia desde la dirección, al lado de otras que le han precedido en época reciente, como Yailín Coppola desde Argos Teatro, con montajes como Desagüe, de Laura Liz Gil, Como si fuera esta noche,  de Gracia Morales, y Bayamesa, de Abel González Melo; Liliana Lam, al frente de Kilómetro Cero e Intimidad, al abordar la masculinidad desde nuevas perspectivas, y la dramaturga Agnieska Hernández, conduciendo la escenificación de sus propias obras, con Jack the Ripper: no me abraces con tu puño levantado, El gran disparo del arte, Los pájaros negros de 2020: training de razas y Ana Frank, la gente está mirando la sangre. Y no son las únicas. Germina así entre nosotras una dramaturgia de la escena marcada por la perspectiva de género, atractiva y resiliente, que empodera miradas de reivindicación.

En el montaje de Magnolias apenas hay elementos en la escena, en solución productiva para tiempos de carencias materiales, cuando toca a la imaginación suplir gran parte de lo material, imposible. Sólo cinco sillas de sobrio diseño y madera barnizada acompañan a las actrices, ni siquiera hay utilería. Ellas reacomodan el espacio cambiando las sillas de lugar, y lo llenan con la carga de acción dramática por medio de movimientos y gestos. Juntas, y en interrelación viva, nos mantienen concentrados y atentos, nos hacen reír y nos conmueven. Y aunque, como suele ser frecuente en este tipo de espectáculo, el público no habitual sobre-reacciona con risas estentóreas al menos estímulo jocoso, pero también se acerca al teatro vivo y se lleva consigo un cúmulo se sensaciones de otra naturaleza que le harán pensar sobre lo visto.

Frente a la función del domingo 9, a la que acudí, lamenté una escena de arrancada permeada de cierta energía compulsiva que hizo que varias de las actrices noveles, como Sailín Carbonell y Gabriela Álvarez, subieran el tono y, más que proyectar la voz para hacerla audible, gritaran y sobreactuaran un tanto. Por suerte, el avance de la acción y el trabajo colectivo moduló el clima y ambas lograron momentos verdaderamente orgánicos. Y, en general, para ganar en sutilezas, hay que recordar al genio de Eric Bentley cuando afirma que la comedia, en su propósito de alcanzar autoconocimiento humano, al suscitar de manera directa simpatías y antipatías, lo consigue gracias a la ambigüedad, la dualidad y la ironía.

También, creo que el gesto general de cada una tocar el pelo de otra, como muestra de interrelación afectuosa y conexión ilustrativa de las acciones habituales en el salón de belleza, llega a convertirse en un leit motiv demasiado repetido, que se me antoja un comodín para ocupar las manos, por no encontrar a veces qué hacer con ellas en un escenario vacío. Sugeriría revisarlo para encontrar otras soluciones más imaginativas. Pero son aspectos que el equipo puede enriquecer con su trabajo.

A Magnolias le espera una intensa temporada de funciones a lo largo de junio, de martes a domingo, en un esfuerzo loable de este equipo por llegar a públicos amplios desde la intimidad de la Sala Llauradó, cuyos gestores los secundan. Me tocará volver a encontrarme con la puesta para conocer de la labor de otras actrices. Por allá nos veremos y espero volver a aplaudirlas con el gusto de la primera vez.

Foto de portada: Sonia Almaguer